"Llevo catorce años trabajando aquí y nunca vi destrozos como estos". Jorge Llera se quedó perplejo cuando, a las ocho de la mañana, fue hasta la playa para comprobar los efectos de una pleamar que ya se anunciaba complicada. Pero lo que encontró superó con creces lo que imaginaba: vallas metálicas derribadas, árboles arrasados, ventanas y persianas rotas y sótanos completamente anegados son algunos de los desperfectos que el mar causó en la playa de Santa Marina.

Muchos de los chalés de primera línea sufrieron unos embates del oleaje que, a juzgar por las secuelas, debieron de ser estremecedores. Tanto Llera como Almudena Tárano, también empleada en estas viviendas, señalaron que esta inundación fue mayor que la de noviembre de 2010, cuando la borrasca "Becky" se cebó en la villa riosellana, llevando por delante parte del paseo marítimo y anegando el casco urbano. Entonces fue la mezcla de la borrasca, la riada y la pleamar la que causó el desastre, más acusado en la villa, y en esta ocasión ha sido una pleamar especialmente alta sumada al fuerte oleaje.

Las olas azotaron con tanta bravura que llegaron a mover de sitio la nevera de uno de los chalés de la playa. La planta baja, al nivel de la entrada, estaba llena de barro y palos, pero el panorama en la bodega, aprovechada como una parte más de la vivienda, era desolador. Electrodomésticos, habitaciones y toda clase de enseres quedaron sumergidos y requirieron de una bomba extractora para salir a la superficie.

"Muy gordo tuvo que haber sido", barruntaba Tárano antes de apuntar que la limpieza deberá ser rápida, pues "el salitre lo pudre todo". El paseo de Santa Marina también sufrió de madrugada. El oleaje tumbó alguna barandilla, rompió la puerta del baño de discapacitados y llenó el paseo de piedras, aunque antes del mediodía ya estaba limpio en su mayoría. A las calles paralelas también llegaron piedras y trozos de madera que incluso arrancaron la puerta del chalé de la Cruz Roja, empotrándola bajo la furgoneta de la entidad.

La marejada también dejó alguna anécdota en la playa riosellana, como la hembra de jabalí que yacía muerta y preñada, según algunos de los paseantes. En la llamada "rotonda del barco", muy cerca del arenal, las lombrices que sirven de cebos para una cercana escuela de pesca, que también padeció los efectos del temporal, estaban esparcidas formando una imagen cuando menos chocante.

La estampa en la villa riosellana no fue menos preocupante de madrugada, pues el agua desbordó el nivel del muelle pesquero e inundó el paseo Princesa Letizia y las calles Marqueses de Argüelles, Comercio, Gran Vía y hasta la recóndita calle Oscura. Allí anegó el restaurante Arbidel, donde contaron que "habría treinta centímetros, tranquilamente", de agua en su interior. Jaime Uz es el propietario y cocinero, y en su caso sí fue peor la inundación del año 2010.

"Ahora levantó algo el suelo y provocó alguna avería eléctrica", relató. Esta zona de la villa tiene caída y queda por debajo del nivel del resto, por lo que el agua discurre con facilidad hacia ella, por muy alejada que se encuentre del muelle. Uz y los suyos estuvieron en alerta desde las 6.30 de la madrugada y, por suerte, pudieron abrir ayer con normalidad.

Donde también se pasaron de 06.00 a 08.00 horas achicando agua fue en La Nansa, un establecimiento situado frente a la lonja. Por suerte, no tuvieron desperfectos, aunque Borja Bulnes cree que se debió precisamente a que estaban prevenidos y pudieron ir sacando el agua. Eso sí, el joven vio cómo "las olas venían por el muelle para aquí", una imagen inquietante.

A Estela Rosete, de la tienda de ropa Diferente, en la calle Gran Vía, el agua le pilló "entre setenta y noventa piezas de ropa", además de percheros, maniquíes, un radiador que se estropeó y diversos objetos de decoración. El suelo de este establecimiento se salvó bastante porque, tras la inundación de 2010, pusieron uno especial. No se libraron las prendas que, por ser fin de semana, Rosete tenía expuestas en el suelo. Al cierre de esta edición, la empresaria riosellana explicó que la pleamar de la tarde no llegó a desbordarse y confió en que tampoco lo haga la de madrugada.