Los psicólogos forenses que examinaron a "Tomasín", el único imputado por la muerte de su hermano a tiros hace ya más de dos años, han estremecido hoy a la sala con algunas de sus declaraciones en el marco del juicio que desde el lunes se desarrolla en la Audiencia Provincial. "Me gusta ver a los humanos cuando están a punto de morir" habría llegado a decir el presunto autor en el transcurso de la primera entrevista; antes de afirmar que "los humanos me lo robaron todo y me metieron en la cárcel". Tomás Rodríguez Villar reconoció más tarde en una segunda entrevista que "la sociedad está enferma, pero verlos morir es muy fuerte". De todos modos, según los psiquiatras y psicólogos que le han reconocido afirman que está tratando de simular una enfermedad mental. Creen que, aunque su capacidad intelectual está al límite, está "adaptado al medio" y "distingue entre el bien y el mal y la necesidad de castigo".

En su turno de última palabra "Tomasín" sostuvo de nuevo no haber matado a nadie y pidió recuperar sus libertad "se han dicho muchas mentiras" afirmó el acusado.

El fiscal mantiene su petición de asesinato con alevosía al entender que quiso cometer el crimen y era consciente de lo que hacía. Por su parte la defensa sostiene que no queda probado que haya cometido el crimen y, que de haberlo hecho, hubiera sido por miedo al haber recibido una paliza de su hermano. El abogado exponía una vez mas las mermadas capacidades psíquicas del único imputado para entender lo que podía estar haciendo.

En la vista de ayer se contó como "Tomasín" aseguró a los guardias civiles que le detuvieron, casi dos meses después del crimen, que "su hermano había subido a la cabaña un día por la mañana a insultarle y agredirle, y que había disparado porque tenía miedo de que le diese una paliza". Así lo aseguró ayer martes un capitán de la Policía Judicial de la Guardia Civil de Oviedo, en la segunda jornada del juicio por jurado que se sigue en la sección segunda de la Audiencia contra Tomás Rodríguez Villar. La jornada se completó con la comparecencia de una docena de agentes que participaron en la investigación, varios de ellos pertenecientes al área de Criminalística de la Benemérita.

El capitán añadió que el acusado relató que, tiempo atrás, "había sufrido un accidente en moto, se había roto las costillas y su hermano le había dado una paliza importante", lo que explicaba el miedo que le tenía. "Luego relató que efectuó dos disparos, el primero a través de una rendija de la puerta, que estaba cerrada con simples tablones, pero su hermano quería seguir entrando en la cabaña", indicó el mando de la Guardia Civil.

"Tomasín" también dijo a los agentes que disparó una segunda vez, que su hermano "hizo un gesto de vómito, se apartó y cayó al suelo". Al ser detenido llevaba encima 6.900 euros, y al día siguiente entregó a los agentes casi 35.000 euros que guardaba en dos botes. "Tomasín" dijo que parte del dinero era lo que obtuvo por la venta de veinte terneros y el resto se lo había entregado su madre antes de fallecer, en mayo de 2010, más de un año antes de los hechos.

En los calabozos de la comandancia de la Guardia Civil en Oviedo, los agentes dejaron a "Tomasín" la puerta de la celda abierta al pasillo, e incluso le sacaron fuera, al aire libre, porque "refirió que tenía claustrofobia". "Es una persona tímida, en aquel momento estaba asustado", indicó el capitán.

Este mando puso en práctica la "operación Altasierra", de la que hizo un somero resumen. "Primero empezamos con batidas, y dado que no resultaba, porque Tomás conocía muy bien el monte, colocamos unas cámaras de movimiento en la sierra, porque teníamos incluso dudas de que estuviese allí. Efectivamente, veíamos que pasaban compañeros, y un poco después pasaba Tomás. Hubo que cambiar de táctica, porque quedó demostrado que tenía una gran capacidad para esconderse y eludirnos en el monte. Entonces pusimos a gente haciendo guardia en apostaderos en el monte", añadió el oficial.

Los agentes que estuvieron casi dos meses buscándolo por el monte le encontraron "temblando" y no opuso resistencia alguna. "Estuvo tímido, colaborador", añadió el capitán. "Llevaba dos sacos cuando le detuvimos. Íbamos a abrir uno de ellos, y nos dijo que en uno de ellos llevaba una pistola casera, que tuviéramos cuidado al manipularla porque se podía disparar, porque no era un arma segura", indicó otro guardia. Se trataba de una pistola elaborada con un grifo, y que la magistrada Covadonga Vázquez ordenó mostrar a los miembros del jurado, quienes no acababan de creerse que aquello pudiese disparar. Aparte de la pistola-grifo, los agentes le encontraron un cuchillo, un clavo de grandes dimensiones y una especie de puñal. Con ese "arsenal" estuvo perdido por el monte, durmiendo en cuevas y en un destartalado coche, en el que pudo refugiarse del mal tiempo y el frío de las noches. Allí era donde guardaba además la comida que fue buscar a un supermercado de La Espina, localidad de Salas a la que bajó andando por el monte, aunque luego regresó en taxi a La Llaneza.

Tras el crimen, y siempre según los agentes que intervinieron en el dispositivo, dos vecinos de La Llaneza, los mismos que en la jornada de anteayer lunes señalaron que no habían visto ninguna pelea entre los hermanos, contaron a la Guardia Civil que la víctima y el acusado "tenían una mala relación, problemas porque el segundo descuidaba el ganado, y que habían visto agresiones", según uno de funcionarios. A otro le dijeron que la víctima era una "persona con "genio" y malos modos" y que había llegado a las manos con su hermano Tomás, "una persona huidiza y rara, pero que no se metía en problemas".

En la jornada del lunes, la mujer de un primo de "Tomasín" lo encontró durmiendo en un parque de Tineo y le preguntó por qué no se iba para la casa de sus padres, a lo que él contesto que le pegaba su hermano. El hombre decidió cumplir el consejo de la mujer de su primo. La mujer aseguró que la madre de "Tomasín" le dijo que efectivamente había ido a su casa, pero Manuel, el hermano mayor, le había dado tal paliza que lo había dejado echando sangre por la boca. Y el propio primo corroboró este testimonio indirecto, añadiendo que "los hermanos se llevaban mal", y que cuando llegaba la matanza, "discutían por cualquier cosa".

El presunto homicida de La Llaneza permaneció con la mirada gacha durante toda la jornada de ayer. En un momento dado, casi al final de la sesión, "Tomasín" pidió papel y un bolígrafo, facilitado por la propia magistrada que preside el tribunal. El abogado del tinetense, Manuel García García-Rendueles, indicó que desconocía qué había escrito mientras se producían las declaraciones. Quizá lo desvele el propio acusado cuando tome la última palabra al final del juicio.

Los agentes que encontraron el cadáver de Manuel Rodríguez, "El Llanezo", indicaron que estaba boca abajo y tenía "abundante fauna en el rostro", como gusanos y moscas. "Ya en ese momento se pudo apreciar que tenía alguna herida en la frente e incluso se apuntó a que podía ser un arma de fuego", indicó un cabo de la Guardia Civil.

El chamizo en el que vivía "Tomasín" (y en el que no dormía, según dijo anteayer lunes, quizá movido por la vergüenza) "tenía más de cuadra que de cabaña, no tenía ninguna condición de habitabilidad". Tampoco la vivienda del padre, según añadió otro de los guardias. Los agentes del departamento de Química de la Guardia Civil establecieron que los disparos que mataron a Manuel Rodríguez se hicieron a unos dos metros de distancia. Tanto la ropa de la víctima como la del acusado presentaban residuos de disparo.

Mañana declararán los peritos psicólogos y psiquiatras, así como los forenses. Aclararán si "Tomasín" sufre algún tipo de enfermedad mental y si era dueño de sus actos cuando cometió el crimen, que en su día reconoció, pero cuya autoría niega ahora de forma vehemente.