Más de 2.100 restos óseos merecen un lugar en el Museo Arqueológico de Asturias. En la exposición que ayer se inauguró sobre las excavaciones de ese santuario que es la cueva del Sidrón, los visitantes no se encontrarán piezas originales, sino reproducciones y, en todo caso, una mínima parte, aunque sea la más significativa, de lo extraído en la gruta piloñesa a lo largo de un buen puñado de años, desde 1999 a 2013.

La muestra, que en el fondo sirve de homenaje al recordado Javier Fortea, fue inaugurada ayer por la consejera de Educación y Cultura, Ana González y por el rector de la Universidad de Oviedo, Vicente Gotor, y sirve de arranque a una serie de actividades complementarias para divulgar el inmenso tesoro arqueológico que supone Sidrón, "un claro ejemplo de investigación multidisciplinar de excelencia", a juicio de Gotor.

Es una exposición pequeña -quizá demasiado- pero bien contextualizada. Quien a estas alturas no tenga claro qué es y qué ha dado de sí hasta la fecha un yacimiento asturiano considerado como "único y excepcional en el mundo", a juicio de unos de los comisarios de la muestra, el arqueólogo Antonio Rosas, que se pase por el Arqueológico. Divulgación pura y para todos los públicos. "Los 13 del Sidrón" estará abierta hasta finales de abril.

Hay áreas especiales. Una de ellas muestra un mapa, desde la península ibérica hasta más allá del Mar de Aral, donde se muestran los yacimientos neardeantales conocidos hasta la fecha. El más occidental, el del Sidrón. Hay cuatro más en España, a lo largo de la costa mediterránea. Ninguno se acerca ni de lejos a la importancia del yacimiento asturiano.

La exposición está personalizada, y no solo por el título. La imagen central son esas trece personas de las que se encontraron restos en la cueva de Piloña. Siete adultos, tres adolescentes, dos juveniles y un infantil. Entre los adultos, al menos tres mujeres.

De ellos sabemos muchas cosas a partir de las cuatro mandíbulas encontradas, los tres maxilares e infinidad de fragmentos de cráneos y huesos de los brazos, de las piernas y las columnas vertebrales, además de una buena cantidad de dientes.

La altura media, por ejemplo. Es posible saberla a partir de un mínimo trozo del húmero o del cúbito. Esa estatura media era de 164 centímetros entre los hombres y mujeres cuyos restos fueron encontrados en El Sidrón. Uno medía 1,55 metros, una altura muy escasa para la envergadura de la especie. El más alto, 1,73. Todos ellos estaban emparentados.

El excelente estado de conservación de los huesos del Sidrón ha permitido abordar estudios genéticos impensables hace pocos años. Lo explica uno de los paneles de la exposición, que recuerda, por ejemplo, que el análisis del gen MC1R nos ha permitido saber, con 49.000 años de distancia entre ellos y nosotros, que algunos de los neandertales del Sidrón tenían el pelo rojizo. Otro gen nos sugiere que ya disponían de la capacidad del lenguaje.

Al acto de presentación de la exposición asistió la viuda de Fortea, María Jesús Molina. "Estamos ante un yacimiento de referencia en el marco internacional, una oquedad que guarda todavía muchos secretos, llena de maravillosas modestas en apariencia pero de enorme valor", dijo la consejera Ana González.

Junto a ella los dos comisarios, Antonio Rosas y Marco de La Rasilla. Rosas se refirió al estudio del canibalismo en El Sidrón, "una de las singularidades del yacimiento" que aportará más datos al respecto en breve. "Hay muchas líneas de investigación abiertas", señalaron los arqueólogos. Y, por tanto, mucho por hacer. "Una carrera de fondo", como explicó el rector.