El caso de la familia Arias Pinto es otra muestra de la peor cara de la crisis. Los padres y hermanos de Carmelo Arias Pinto, el niño de 3 años que falleció el martes en un incendio declarado por causas aún desconocidas en Baselgas, en Grado, no van a olvidar este trágico suceso jamás, el golpe más cruel de los muchos que les ha dado la vida.

Los progenitores del menor, José Fernando Arias y Jennifer Pinto, llegaron a principios de 2013 con sus cuatro hijos -Genoveva, de 11 años; José Antonio, de 10; Carmelo, de 3, y Alberto, de 2 años- a esta pequeña aldea, de no más de 20 casas, con la ilusión de empezar una nueva vida. Ambos se habían quedado sin trabajo y "por razones económicas nos era imposible seguir manteniendo la casa en Oviedo y decidimos mudarnos", contó a LA NUEVA ESPAÑA el padre del menor a las puertas del tanatorio de Los Arenales, hasta donde se desplazó para acompañar el féretro de su hijo. Fueron las únicas palabras que pudo pronunciar. Con la voz entrecortada, la mirada perdida y las manos temblorosas, recibió durante todo el día a los familiares y amigos que se acercaron para acompañarlos en estos duros momentos. Jennifer no pudo acercarse a Los Arenales, se encerró en casa de su tío con sus tres hijos. "Se encuentra totalmente destrozada y abatida", contaban vecinos de la aldea moscona.

Desde que la crisis se cebó con el sector de la construcción, muchos asturianos empleados en este sector recurrieron a sus familiares para poder salir adelante. Fue el caso de esta familia. José era albañil. Se quedó sin trabajo y decidió aceptar la oferta del tío de su madre, José Tamargo, "Antón", que les cedió una humilde casa para que criaran a sus hijos, la última casa del pueblo. No importaba, allí serían felices. Además, le ofreció a José ayudarle en las labores del campo y echarle una mano con el ganado. La madre no se quedaba atrás. Aunque tenía mucho trabajo con el cuidado de los cuatro pequeños, buscaba empleo colgando carteles en la villa, ofreciéndose como limpiadora. "Son una pareja que llevan juntos desde muy jóvenes y siempre tuvieron la ilusión de tener una familia", destacaba un pariente.

Su hogar, una construcción de bloques de hormigón, con vigas hechas a partir de troncos de árboles y dos portones metálicos a modo de puertas, fue el lugar que las llamas se comieron el pasado martes. Pese a que algunos vecinos destacaron que la vivienda no se encontraba en las mejores condiciones de habitabilidad, otros aseguraron que Antón había reformado el interior y, aunque humilde, la casa estaba equipada para que la familia pudiera desarrollar en ella su día a día.

Los Arias Pinto tenían problemas económicos, pero tanto familiares como vecinos señalaban que la prioridad en la casa eran los pequeños. "No tenían muchos recursos, pero los niños estaban muy bien atendidos. Siempre estaban sonriendo, y los padres se preocupaban mucho por su educación", revelaba a este diario un familiar en el tanatorio, un dato que corroboró el equipo de la Cruz Roja que ayudaba a la familia desde hacía unos meses dándoles comida, calzado, ropa, juguetes e incluso una cocina de gas para la casa. "Era una familia muy cariñosa con sus hijos, los atendían bien y a los niños los veías felices con sus padres", afirmó María del Mar Coto, presidenta de la asamblea local de la Cruz Roja de Grado. Ayer ella y otras profesionales pasaron toda la jornada junto a la familia para darles apoyo en estos duros momentos: "Estaremos pendientes, porque la ayuda se necesitará mañana y pasado y los próximos días, y queremos estar cerca de ellos", señaló Coto.

También los Servicios Sociales del Ayuntamiento de Grado tenían a los Arias Pinto entre sus prioridades. Una vez a la semana subían para atender a esta familia, de la que sólo se escuchan palabras buenas. Aunque el tío abuelo de Carmelo ha puesto a disposición de toda la familia su casa, el alcalde de Grado, Antonio Rey, aseguró ayer que ya están trabajando "para tratar de darles alojamiento a través de las viviendas públicas del Principado".

Ayer, en la aldea moscona reinaba un silencio que dolía. Tan sólo el trabajo de la Guardia Civil rompía esta estampa sepulcral. Varios vecinos y un grupo de maestras del Colegio Público Virgen del Fresno, donde cursaban sus estudios Carmelo y sus dos hermanos mayores, se desplazaron hasta Baselgas para hablar con la familia Arias Pinto y darles su apoyo. Sobre todo, a los niños, que siguen sin comprender el alcance de la tragedia. De hecho, el segundo hijo de la familia pasó toda la mañana deambulando por el pueblo, sin encontrar explicación a la ausencia de su hermano Carmelo.

El suceso aún sigue vivo en la mente de los presentes, y el olor a quemado, todavía muy fuerte, no permite olvidarlo. Un vecino recordó a este diario cómo vivió el trágico suceso. Estaba trabajando en la rehabilitación de una casa del pueblo cuando escuchó los gritos de alerta de Antón. "Me llamó para ayudar a sofocar las llamas, pero ya estaban muy lanzadas", comentó. Trataron de apagar el fuego con una manguera, pero "no tenía presión y no valió de nada", añadió.

Cuando se declaró el incendio, sobre las seis y media de la tarde, la familia al completo estaba en Baselgas. El pequeño fallecido y su hermana acababan de llegar del colegio. Su hermano mayor no había acudido a clase por un episodio asmático y se encontraba jugando en los alrededores de la casa. Fue Manolo García, un conocido taxista de Grado, el encargado de llevarlos a la puerta de su casa. Como hacía todos los días. Al enterarse de lo sucedido se quedó "en shock". Ya no pudo conciliar el sueño. De hecho, los cuatro taxistas que se encargan de subir a los hermanos Arias Pinto están "muy afectados", señaló García, que define a los niños como "unos críos muy buenos".

En la villa de Grado no se habló de otra cosa durante todo el día. Todos estaban consternados por el fatal incendio, del que todavía se desconocen las razones, que se llevó por delante la vida de Carmelo. En el tanatorio la estampa era todavía peor. Mensajes como un "hasta siempre, angelito" en el libro de firmas de la sala 12 anticipaban el panorama desolador que se vivía dentro. Un abuela destrozada que rogaba angustiada a los trabajadores ver el cuerpo de su nieto es sólo una muestra de la difícil situación que atraviesa esta familia. Hoy, a las seis de la tarde, dirán adiós al pequeño Carmelo en el funeral que se celebrará en la capilla del tanatorio ovetense.