Manuel Díaz se gastó hace un año cerca de 2.000 euros para comprar un "drone". Tiene una empresa audiovisual en Luarca y quería enriquecer su oferta. Isabel Beneitez hizo lo mismo en Gijón, pero un par de años antes: su inversión, y la de su socio Borja, fue de 2.500 euros por uno de estos aparatos, que vienen a ser pequeños helicópteros que se manejan desde tierra por control remoto. Manuel e Isabel utilizan estos vehículos no tripulados para grabar el mundo desde arriba, editar vídeos y luego comercializarlos. Ya no lo podrán hacer más. Al menos de momento.

El Ministerio de Fomento, a través de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA), publicó recientemente una nota sobre el uso de los "drones" en España, unos aparatos que se venden desde hace años pero que en los últimos meses han alcanzado una creciente popularidad. El documento, en realidad, no refleja nada nuevo sino que es un mero recordatorio: los "drones" en España están prohibidos con fines comerciales y profesionales, como los que emplean estos dos emprendedores asturianos, que aceptan la limitación pero admiten el impacto negativo sobre el trabajo en sus sectores: "Los 'drones' no son juguetes. Tienen hélices y pueden hacer daño, así y entiendo que se tengan que regular, pero me da rabia que no podamos rentabilizar una inversión", explica Manuel Díaz. "La regulación es entendible, pero, tal como está, para nosotros es un shock. Lo utilizamos bastante y perderíamos mucho trabajo", abunda Inés Beneitez, que regenta una empresa audiovisual en Gijón y que, por ejemplo, los ha utilizado recientemente para acercar a los asturianos otro enfoque de los desperfectos que los temporales causaron en la región.

Los "drones" tienen varios tamaños y precios. Los hay por cincuenta euros y que caben en la palma de una mano y también por 3.000 euros y con un radio mucho mayor. Suelen tener cuatro motores con baterías recargables. Tienen autonomías máximas en el aire de 25 minutos. En Asturias, explica Cristian Bedford, responsable de fotografía de un conocida tienda de productos electrónicos, la venta todavía no es masiva. "Dos o tres al mes", dice, y el comprador tiene un perfil "de varón entre 25-35 años, surfero, que practique deporte extremo". "Desde la aparición de la cámara Go Pro, explica.

Ante la proliferación de ellos, Fomento advierte de que un "drone" está considerado como una aeronave y que, como tal, están sujetos a la legislación aeronáutica vigente. Y las aeronaves con control remoto, recuerda, no tienen permitido su uso para fines comerciales y profesionales, y pone varios ejemplos: "actividades consideradas trabajos aéreos como la fotogrametría, la agricultura inteligente (detectar en una finca aquellas plantas específicas que necesitarían de una intervención como riego, fumigación..), reportajes gráficos de todo tipo, inspección de líneas de alta tensión y ferroviarias, vigilancia de fronteras, detección de incendios forestales..."

Todo eso no se puede hacer, así que Manuel, Isabel y el resto de usuarios que los usen para algo relacionado tendrán que sacarse una licencia similar a la de los pilotos privados y cumplir las normas correspondientes. Fomento, que sí los autoriza para fines militares, así lo recuerda, aunque está preparando para una regulación específica a medio plazo para unos aparatos que sí se pueden usar para fines deportivos y de recreo, pero entonces, explica la nota de la AESA, no serían "drones" sino "aeromodelos" y estarían obligados a volar en zonas habilitadas y por debajo de los 100 metros de altura.

En esta especie de limbo legal, no obstante, siguen apareciendo "drones" y más "drones". Algunos ayuntamientos como el de Madrid ya lo han probado en su servicio de Emergencias o de Policía, la tienda online americana "Amazon" se plantea usarlos para entregar sus pedidos y, hace poco, en un rally en Portugal se utilizaron para servir cervezas y copas a los asistentes. "Los 'drones', explica Estefanía Torres, propietaria de una tienda que los vende por Internet para toda España. "Hay que saber usarlos y con sentido común", añade Díaz. "La regulación es necesaria, pero bien hecha. En el sector audiovisual ha generado mucho trabajo", concluye Beneitez.