Por tópico no es menos cierto que los poderes públicos satisfacen al que protesta y perturba e ignoran al que calla y acata. Por librarse del estrés que les produce la presión transigen, conceden y, si hace falta, prevarican; pero siempre en favor de los que más incordian.

Viene esto a cuento por la cuasi-estafa a que año tras otro viene sometiendo la Consejería de Medio Rural y Pesca a los ilusos pescadores que acuden a los cotos salmoneros. Hace años, los ríos estaban sometidos a mucha menos presión. Había unas pocas zonas libres donde pescaban ribereños auténticos que, luego de arreglar el ganado o sallar el maíz, se acercaban al río a probar suerte. No hacían daño, y en los cotos había salmones y todos estaban contentos.

Pero los tiempos cambiaron, y llegaron las prejubilaciones a las minas, a la siderurgia, a los astilleros y a la banca; llegaron el paro y los ERE para multitud de gente aún en plenitud, y mientras unos eligieron el golf, otros muchos optaron por acudir en masa a los ríos, sobre todo al Sella y al Narcea por estar más a mano y por criterios de rentabilidad.

Y así, en las orillas "libres" de ambos, se concentran cada día cientos de pescadores que, por ordenado turno, y con obcecación, los machacan y exprimen de tal manera que no hay pozo, corriente o tablada que no tenga cebos en el agua a lo largo de todo el día. Son tantos que nublan el sol, y cual plaga de langosta tan concienzudos, que pescan hasta en los lugares más insólitos de forma que, aunque un salmón se salga de lo habitual o se esconda en el infierno, acabará igualmente en "el llerao".

Leen el agua, escrutan y rastrean, hostigan a los salmones que remontan, se avisan, llegan aún de noche, y hasta los hay que duermen a pie de río para, con la primera luz, reemprender la persecución.

¡Salmón, especie maldita; antes eran el oso y la nutria; ahora el jubilado y la Administración! Para que un salmón llegue a los cotos tiene que salvar tantas asechanzas que resulta casi imposible de lograr. Si se para a descansar, va a tener ya una quisquilla envenenada delante de la boca.

El resultado es evidente; a los cotos llegan con cuentagotas. Indigna ver en el periódico el parte salmonero de un día cualquiera; "Narcea, 30; zona libre 29; cotos 1." Y eso es una vulgar estafa, mírese como se mire, porque venden humo con engaño bastante para producir error. Y si no es así, publique la Consejería las cifras de salmones del Sella y el Narcea pescados en los últimos años en los cotos y en lo libre.

Se venden cotos muy caros, sabiendo que allí no se va a pescar nada porque los salmones no pueden llegar. Y no pueden alegar ignorancia porque se repite año tras año y porque tienen biólogos, guardas y asesores que lo saben pero que prefieren mirar al cielo y silbar; que no es cosa de perder el trabajo en estos tiempos.

Pero, como todo, tiene su lado bueno; ya no tienes que preocuparte de que te toque un buen número en el sorteo de cotos; ahora son todos iguales de malos.

Las grandes asociaciones de pescadores, como Las Mestas del Narcea o El Esmerillón del Sella, son poderosas porque aglutinan a muchos pescadores que pescan en lo libre y quieren pescar más; son muchos votos para presionar.

Pero ¿quien aglutinará a los ilusos que van de excursión a los quiméricos cotos? ¿Quién los convencerá, ¡cándidos!, de que con el dinero que pagan se financian las repoblaciones de salmones que se pescan en lo libre?