Tras aterrizar a las afueras, los Reyes llegaron en coche al centro de Boal a las doce y diez del mediodía, con ligero retraso sobre el horario oficial. Allí, con el acompañamiento de la banda de gaitas "Brisas del Navia", de Medal, fueron recibidos delante de la indiana Casa Sanzo, de 1922, por el presidente del Principado, Javier Fernández; el delegado del Gobierno, Gabino de Lorenzo; el alcalde del concejo, José Antonio Barrientos, y el presidente de la Fundación Princesa de Asturias, Matías Rodríguez Inciarte, entre otras autoridades. También les dieron la bienvenida en nombre de los boaleses los niños Elías Quintana, de cinco años, y Verónica Alonso, de tres, ataviados con el traje regional.

Antes de continuar con el saludo al resto de la Corporación local y a los alcaldes de otros concejos, los Monarcas ya se acercaron a estrechar las manos de los cientos de vecinos que hacían guardia en la zona, detrás de las vallas de seguridad, desde dos horas antes de su llegada. Fue la constante de la visita. Los Reyes "sudaron la camiseta" ante el pueblo en una mañana magnífica en lo meteorológico e inolvidable en lo emocional. Doña Letizia acarició y cogió a varios pequeños en brazos. Don Felipe bromeó con los jóvenes y apretó las manos de cientos de personas, enfervorizadas por la cercanía de unos Reyes que accedieron a firmar fotografías e, incluso, se hicieron "selfies" con varios chavales. No hubo ni un solo momento de tensión, pese a que el protocolo saltó por los aires varias veces. Por ejemplo, para que los Monarcas entrasen en la oficina de Correos de la villa, donde reposaba Aquilina Barrero, una mujer de 84 años que había sufrido poco antes una lipotimia, mientras aguardaba a los Reyes. Le parecieron "guapísimos".

La primera parada del recorrido oficial fue en el histórico lavadero de la localidad, construido por la Sociedad de los Naturales del Concejo de Boal en La Habana y reconvertido en centro de interpretación. Varias mujeres, entre ellas Ilda González, mostraron a los Reyes como se lavaba la ropa antiguamente. Un poco más allá, en plena calle, los Monarcas asistieron a una demostración de forja y trabajo con el hierro dirigida por Francisco Piu, conocido popularmente como Pancho, un octogenario con el que Doña Letizia se mostró especialmente cariñosa: le acarició la cara para despedirse. La comitiva, lentamente y entre vítores, acometió el tramo final del recorrido hacia la plaza del Ayuntamiento, donde Felipe VI entregó el premio "Pueblo ejemplar" a Amparo Díaz, de la Asociación Cívica Naturales, Vecinos y Amigos de Boal, en representación del movimiento vecinal del concejo. Habló el Alcalde y habló Gloria López Trelles, en nombre de los boaleses para agradecer un galardón "dulce como nuestra miel". También lo hizo el Rey y cerró el acto el coro de Boal con el Asturias Patria Querida, mientras Felipe VI animaba a los presentes, incluida su esposa, a sumarse a la interpretación. Hubo aplausos especialmente emotivos tras las alusiones de los boaleses a Don Juan Carlos y a Doña Sofía. Y también cuando el Rey pidió que acercaran al escenario a un niña en silla de ruedas.

Por un estrecho pasillo humano, los Reyes accedieron al parque de la Emigración, donde descubrieron una placa conmemorativa, fijada en un monolito de granito extraído de la montaña del concejo. Está justo al lado del conjunto escultórico que recuerda a los boaleses de la diáspora y que llamó especialmente la atención de Doña Letizia. La Reina escogió para la ocasión look casual, con traje de chaqueta a la cintura, pantalón recto y blusa en tonos lavanda. La sorpresa la dio con los complementos: zapatos masculinos, tendencia de temporada, y cinturón en tonos azules, a juego con el traje.

La comitiva real se desplazó en coche a la casa de la apicultura, donde los Reyes conocieron la cultura de la miel, producto estrella del concejo. Luego, pararon en las Escuelas Graduadas, erigidas en 1934 y símbolo de la filantrópica labor de la Sociedad Naturales de Boal en La Habana, entidad que sufragó 21 centros educativos. "Un hecho único en la historia de Asturias y digno de todo elogio", valoró Felipe VI. Tras departir y fotografiarse con los escolares, los Monarcas cerraron su estancia en el concejo compartiendo un almuerzo con los vecinos. El menú, contundente: caldo de rabizas, carne con patatas, requesón con miel y venera, postre típico de la zona. Se fueron los Reyes y cayó la tarde sobre Boal. Lo pudo parecer, pero no fue un sueño.