"Era una bellísima persona, muy simpático y agradable". A las puertas de la iglesia de Ferreros, en Ribera de Arriba, Benjamín Martínez describía ayer así a su vecino y amigo José Manuel Álvarez Vaquero, trabajador de LA NUEVA ESPAÑA fallecido de forma repentina el pasado domingo a los 51 años. Acababa de finalizar un funeral que dejó pequeño el templo parroquial de la localidad. Poco después, los restos mortales de Manolo, como era conocido Álvarez en su concejo natal, recibían cristiana sepultura en el cementerio de la localidad.

La noticia de la muerte de José Manuel Álvarez ocasionó sorpresa y hondo pesar entre sus familiares, amigos y compañeros. "Cuando me lo dijeron no me lo podía creer", aseguraba Juan Martínez, trabajador de la rotativa de LA NUEVA ESPAÑA que entró en la empresa en 1984, el mismo año que Álvarez Vaquero. Fue uno de los muchos compañeros que se acercaron a Ferreros para darle el último adiós y acompañar a la familia.

El párroco de la localidad, Hilario de Paz García, que ofició el funeral, subrayó en su homilía la importancia de la "amistad" a la hora de estar al lado de los familiares de Álvarez en un trance tan difícil. "Cuando la muerte llega a una edad temprana, no hay palabras, no hay nada que podamos añadir más que estar al lado de sus seres queridos para expresarles nuestro afecto", indicó el sacerdote.

Álvarez Vaquero falleció de forma repentina el domingo cuando salía de su casa de Ferreros, en la que residía junto a su madre, María del Carmen Vaquero. Un problema coronario lo mantenía de baja médica desde hacía un tiempo, pero nada llevaba a presagiar el trágico desenlace. Es más, el propio José Manuel estaba empeñado en regresar al trabajo cuanto antes y así se lo había manifestado en más de una ocasión a los médicos que le atendían.

"Siempre se apuntaba a todo, estaba de buen humor, era muy bromista y un gran compañero". Michel Álvarez, ya jubilado, trabajó en la rotativa de LA NUEVA ESPAÑA y conoció bien a Álvarez. A las puertas de la iglesia, tampoco escondía su sorpresa y consternación. "Era una persona muy alegre, muy vital y bromista; me queda un gran recuerdo de él", coincidían los que le conocían. Muchos de ellos acudieron a darle el último adiós, aún impresionados por un fallecimiento tan inesperado.