"Los políticos y los gobernantes hablan de reinserción, pero no la quieren. Estuve en la cárcel, pero no soy un delincuente, y por mucho que lo intente no me dejan tener una vida normal. No puedo cobrar la pensión por excarcelación porque me dicen que tengo 19 días cotizados de 2004 y que eso prima sobre mi derecho a prestación. Me obligan a vivir en la calle", cuenta Jesús Peláez de la Fuente. Su vida no ha sido fácil y ahora, con 41 años, siente que ya tiene muy pocas posibilidades de arreglarla.

Su pesadilla comenzó hace más de cinco años. Jesús Peláez tuvo un enfrentamiento con el que era su casero. Durante la disputa le provocó unas lesiones que se quedaron en mucho más que una simple pelea. La víctima lo denunció y tras un largo proceso judicial lo condenaron a una pena de prisión de tres años y medio. "Estuve ingresado en la unidad terapéutica y educativa (UTE) del centro penitenciario de Villabona durante 28 meses. Gracias a mi buen comportamiento y a que demostré que mi arrepentimiento por lo que había pasado era real, cuando se cumplieron las tres cuartas partes de mi condena me dieron la libertad condicional", explica el exreo asturiano.

Hasta ese episodio Jesús Peláez había tenido una vida normal. Inició su proyecto familiar con la que era su pareja y tuvieron dos hijos. "Trabajaba en lo que me iba saliendo. Estuve en varios supermercados e hipermercados haciendo tareas de limpieza. También trabajé en otras empresas como chófer. Tengo más de siete años cotizados".

Al salir de prisión, hace un año y medio, ingresó en un programa de la Fundación Adsis en Gijón, una organización no gubernamental que trabaja con los colectivos más necesitados para desarrollar sus capacidades personales y profesionales. "No tengo ningún problema con las drogas, pero sí padezco de depresión y ansiedad". Cuando terminó la terapia, acudió al Inem para solicitar el subsidio por excarcelación, una prestación que les corresponde a todas las personas que abandonan un centro penitenciario y que se encuentran en situación de desempleo. "Cuando fui a las oficinas me dijeron que no me la podían conceder porque tenía 19 días de prestación de desempleo sin cobrar desde el año 2004, y que eso primaba sobre la pensión". Este ovetense no se lo podía creer. "Me quieren ventilar con 19 días de paro, que son unos ciento y pico euros, en vez de darme los 426 que me corresponden durante 18 meses. Es sangrante". Cuando lo cuenta, la voz se le resquebraja. "Por la cabeza se me ha pasado de todo, hasta plantarme en la puerta de la Seguridad Social durante 24 horas hasta que me solucionen el problema".

Ha leído una y otra vez las condiciones para solicitar la ayuda y ver dónde está el problema. "Tienes que estar en situación de desempleo, estar inscrito como demandante de empleo y cumplir con las obligaciones que eso requiere, no haber rechazado ninguna oferta de trabajo, no tener ingresos de ningún tipo que superen el salario mínimo, no tener derecho al paro normal y que la pena privativa de libertad haya durado más de seis meses. Mi caso encaja perfectamente en esos requisitos". Pero aunque ahora no tiene derecho a la pensión contributiva normal, sí lo tuvo en su día y le quedaron pendientes esos diecinueve días que ahora se han convertido en su ruina. "Nadie me informó de que esto podía pasar. Es un error burocrático que hay que solucionar porque seguro que no soy el primero ni el último al que le toca esta desgracia", cuenta angustiado.

Hace unos días le llegó a casa una carta que le abrió la posibilidad de presentar un recurso. "Sé que la única forma de que esto cambie es contratando un abogado que me lleve el caso, pero no tengo dinero. Vivo con mi madre, tengo que pasarles 100 euros de pensión todos los meses a mis hijos y quiero cumplir, porque soy un buen padre". Se siente engañado por las instituciones y por la clase política. "Se llenan la boca hablando de reinserción, pero a mí no me pagan lo que me corresponde, y encontrar trabajo ahora es un sueño". Sus niños, que son su única alegría, tienen 4 y 8 años. "Intento darles lo que puedo, pasar el mayor tiempo posible con ellos, pero mi madre y yo vivimos de la caridad. Ella cobra una pensión muy pequeña. No sé lo que es comprar ropa o alimentos, lo recibimos casi todo de Cáritas".

Pero aunque la sociedad se empeñe en excluirlo, él va a seguir luchando por subirse a la rueda. "Reclamaré lo que me pertenece hasta el final. No hay nadie más interesado que yo en cambiar mi situación. Sólo necesito una oportunidad", afirma desesperado.