"O eres utopista o eres autopista". A Richard Stallman (Nueva York, 1953) le gustan mucho los juegos de palabras. Los hace en seis idiomas -"incluidos dos que no hablo"- y aquél en español se le ocurrió cuando alguien sostuvo en su presencia que su cruzada a favor del sofware libre perseguía una mera utopía. Programador y activista informático, radical defensor de los programas que se crean, ejecutan, copian y difunden libremente y sin las restricciones y los códigos ocultos y secretos del software "privativo" -el que hace funcionar Windows, los artilugios de Apple o la mayoría de los móviles-, Stallman prefiere la autopista a la utopía para que lo suyo sea un camino de aceleración hacia la acción y no una ensoñación irrealizable. No habla sólo de ordenadores cuando defiende la libertad informática como uno de los nuevos derechos humanos cuya pérdida "nos debilita, nos hace vulnerables a los ataques que pretenden negarnos otros derechos". No se cansa de difundir su versión del "mundo libre". El viernes lo hizo en Gijón y ayer repitió en Oviedo. Ha cogido la autopista.

Esto no es un pronóstico, ya está aquí. Richard Stallman, apellido de superhéroe, denuesta con vehemencia el desarrollo y uso del software "privativo", pero aclara por qué su discurso no es apocalíptico. "Éste es un sistema tiránico y ya existe", proclama. "Un mensaje apocalíptico predeciría un desastre futuro que lo destruiría todo. Estos programas no lo destruyen todo, pero oprimen a sus usuarios, y ya lo están haciendo. Yo no hago pronósticos, cuento los hechos".

¿David contra Goliat? A veces se siente así, porque el enemigo es poderoso, pero proclama que su bando ya no es tan pequeño. "Hemos ganado bastante. Al principio me decían que era imposible, que el problema era muy grande, y era verdad, pero hemos avanzado mucho y los pronósticos negativos se han diluido. Eso demuestra que habría sido un error rendirnos ante los malos augurios".

"A mitad de camino". "No practico ningún deporte, no quiero ser deportado". Ha vuelto al juego de palabras, pero acepta el símil deportivo sobre el marcador de su partido contra la élite de la informática "privativa" y piensa, dice, "que hemos recorrido la mitad del camino. Hemos establecido un mundo libre, pero hay cosas importantes que no podemos hacer en él. La mayoría de los ordenadores que se fabrican prohíben la instalación de software libre. Debería ser ilegal fabricar una computadora así. Creo que es así en los 'ithings' de Apple , estoy seguro que también en los teléfonos de Windows y en algunos productos de Android. Los fabrican de manera que el hardware bloquea la ejecución de programas de otros sistemas. Hace veinte años era posible instalar nuestro sistema operativo GNU en cualquier PC si teníamos los drivers necesarios para gestionar los periféricos. Ahora, el enemigo se ha vuelto peor".

El poder del dinero. El creador de GNU -otro chiste, el nombre es además de "ñu" en inglés el acróstico de "GNU no es Unix (el sistema más difundido en la época en que nació)"-, habla en un español más que correcto y permanentemente a los mandos de su portátil. Dice que no presta atención a las críticas que recibe ni quiere contestar a sus adversarios, pero sabe que ellos tienen más adeptos porque controlan el dinero. Un ejemplo: "Microsoft usó su poder en el mercado para obligar a las tiendas minoristas y a las empresas de ordenadores a vender todos los PC con licencias de Windows. Eso debería ser ilegal. Un estado no plutocrático -el que controlan los ricos- prohibiría tales prácticas al verlas. Pero los estados son en general plutocráticos e injustos, esto se ve claramente en España. Y un país plutocrático no es legítimo, porque para eso tendría que ser democrático y tampoco lo es. Es un gobierno de ocupación impuesto por los ricos para someter al pueblo. Una gran injusticia".

Un mundo ideal. Si se hubiera impuesto su visión del "mundo libre", Stallman imagina que tal vez ahora "habría menos seguimiento en Internet". Traduciendo, "las empresas sabrían menos de la gente y tendrían menos oportunidad de ofrecer precios diferentes a clientes diferentes. El Estado tendría menos oportunidad de espiar a todos y no habría 'grilletes digitales', que deberían ser un delito". Si aún no están tipificados como tal es, sostiene, "porque los usuarios fueron aceptando poco a poco las prácticas injustas. Luego, cuando las empresas pidieron leyes para prohibir las herramientas que rompen esos grilletes, los consumidores no estábamos organizados. Pero ahora sí".

Ecuador, India, Andalucía. Puede que todo sea cuestión, siguiendo sus tesis, "de tener un gobierno que valore la libertad". Si busca ejemplos de buenas prácticas en relación con el libre uso de la informática, Stallman va a dar a Ecuador. "El presidente Rafael Correa apoya el software libre y ha planeado migrar a él las agencias públicas y las escuelas", afirma. También Kerala, un estado de India, lo ha hecho en algunos niveles de su enseñanza pública, y en Venezuela funciona así una organización estatal de educación para adultos, pero también hay casos sin salir de España. Los colegios de Andalucía adoptaron el sistema hace una década.

Empezando por la escuela. Todo acaba por desembocar en el lugar donde todo debe comenzar, en la escuela. Stallman quiere formar adeptos a la libertad informática como paso al frente para disponer de "buenos ciudadanos". "Hay que plantear el asunto en términos éticos", argumenta, y difundir que "las escuelas tienden a guiarse sólo por el dinero", que "han perdido la idea de distinguir la buena educación de la mala y sólo piensan en organizar la educación de manera más barata. El público debe organizarse, pero también los estudiantes. Hasta individualmente pueden rechazar el uso de software privativo en la escuela".