De Francisco Pérez de Antón (Soto de Caso, 1940) dice Mario Vargas Llosa que es "la mejor pluma de América Latina". Los que no le quieren tan bien o tienen más gracia añaden que sí, pero que lo más leído de su obra es la carta del Pollo Campero. Y puede que acierten todos, porque Pérez de Antón es todo eso, el ideólogo e inventor de una cadena de restaurantes de comida rápida que desde Guatemala se ha expandido a catorce países de tres continentes y además, o sobre todo, un apasionado escritor, editor y periodista con diecinueve títulos publicados de narrativa y ensayo, un puesto en la Academia de la Lengua de Guatemala y premios de literatura y periodismo.

También fue un emigrante diferente, uno que cruzó el charco a los 23 años no por necesidad sino por amor, detrás de una guatemalteca descendiente de asturianos que se lo llevó al otro lado del mundo y que sin pretenderlo guió su vida hacia la construcción de uno de los mayores grupos empresariales de Centroamérica. La marca que ideó el intelectual casín decora ahora las calles de ciudades de todo el mundo, tiene más de cincuenta locales en Estados Unidos, unos treinta en España, 8.500 empleados en todo el mundo y una facturación que pudo haber rondado los cuatrocientos millones de dólares -casi 370 de euros- en 2013. Se ha escrito que el Pollo Campero ha alcanzado un ostentoso récord de ventas en Estados Unidos, donde un solo restaurante vendió productos por valor de un millón de dólares en sólo 36 días.

Pérez de Antón vive apartado del invento que creó en 1971 en Guatemala y dedicado en exclusiva a la literatura, pero sin perder de vista la evolución del imperio que ayudó a crear. Su historia es la de un hijo de militar que siempre soñó con ser escritor y al que unos tíos pagaron los estudios de ingeniero agrónomo en la Universidad Politécnica de Madrid. A los 23 años, emigró a Guatemala para casarse con una guatemalteca descendiente de asturianos de Sobrescobio, y todo cambió. Se convirtió también en guatemalteco, en "chapín", y montó el Pollo Campero al calor de la familia de su esposa, nieta de Juan Bautista Gutiérrez Blanco, un coyán de Campiellos que emigró a Guatemala en 1905 y fundó allí la Corporación Multi Inversiones (CMI), que en 1920 era una pequeña tienda en San Cristóbal (Totonicapán) y hoy es un enorme conglomerado empresarial de trescientas compañías y 30.000 empleados al que pertenecen las franquicias del Pollo Campero. El empresario asturmexicano Antonio Suárez no pierde oportunidad de elogiar el espíritu emprendedor de los coyanes utilizando el ejemplo de Juan Bautista Gutiérrez, tío y paisano suyo, naturales ambos de Campiellos, un pequeño pueblo de un pequeño concejo asturiano.

Gutiérrez fue también el padrino y maestro en los negocios de Francisco Pérez de Antón, al que empleó como nutricionista en una de sus empresas en Guatemala, Alimentos Mariscal. Buscando caminos de comercialización para los pollos de las granjas avícolas de los Gutiérrez, a mediados de los sesenta Pérez de Antón dio con una patente estadounidense para incrementar la jugosidad del pollo frito, en 1970 diseñó carta, restaurante y logotipo, en 1971 abrió el primer local y un año después la marca ya se había expandido a El Salvador. Haciendo identificarse en el paladar de los latinoamericanos como el genuino "sabor latino", el Pollo Campero se hizo franquicia en 1994, en 2006 desembarcó en Europa, y así sucesivamente hasta los trescientos restaurantes y los catorce países de hoy.

Pérez de Antón lleva varias décadas apartado, no obstante, del pollo frito y de la primera línea del grupo empresarial, que ha quedado en manos de otros descendientes del patriarca, Juan José Gutiérrez y Juan Luis Bosch, primos. El ideólogo de aquella marca a la que en su sector sólo Kentucky Fried Chicken supera en antigüedad se dedica ahora con éxito y en exclusiva a su gran pasión, la literatura. Pero como en su abundante relación de incursiones literarias se cuenta un libro sobre la eclosión de la franquicia -"Memorial de cocinas y batallas: la singular historia del nacimiento y desarrollo de Pollo Campero (1969-1984)"-, aún tiene fresca la receta que concentra en cuatro trazos las razones que pueden justificar la abundante notoriedad que ha alcanzado su iniciativa: el producto y el precio, sí, pero también el ambiente del restaurante y su ubicación.