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Materia gris | Los talentos de la Universidad de Oviedo

Rico: "Los planes asturianos para la gestión del ocle son un ejemplo nacional"

El biólogo, experto en el estudio de plantas acuáticas, busca microalgas que capten el CO2 en las instalaciones de Cogersa

Rico: "Los planes asturianos para la gestión del ocle son un ejemplo nacional"

José Manuel Rico se sumergió en el estudio de las algas por las evocaciones de sus veraneos infantiles en la Concha de Artedo. "Me empezaron a crear curiosidad desde muy pequeño, cuando las veía sobre las rocas de esa playa de Cudillero durante la bajamar", explica el profesor, convencido de que la explotación de estas plantas acuáticas para fines nutricionales o industriales tiene un enorme recorrido por delante. Este gijonés, que dirige desde hace siete años el departamento de Biología de Organismos y Sistemas de la Universidad de Oviedo, diversifica su labor investigadora en tres líneas: la identificación de nuevas especies, el cultivo y el estudio del cambio climático sobre los ecosistemas donde vive la vegetación marina. Acumula conocimientos de sobra para asegurar que "Asturias es un ejemplo a nivel nacional en la explotación del ocle gracias a la elaboración de un buen plan para gestionar este recurso sin esquilmarlo".

El primer gran contacto científico de Rico con las algas tuvo lugar durante la preparación de su tesis, paso previo a una estancia postdoctoral de dos años en la Universidad de Galway (Irlanda). En esa ciudad, participó en un proyecto que sirvió para identificar una nueva especie, la "Gelidium maggsiae", una pequeña planta que habita en fondos coralígenos similares a los que hay en algunas partes de las rías gallegas o en las islas británicas. "La taxonomía o descripción de variedades es una de las ramas a las que he dedicado buena parte de mi trayectoria", comenta el profesor titular de Ecología, uno de los principales especialistas en esta materia a nivel nacional.

Pero Rico no sólo ha puesto nombre y apellidos a nuevas especies. También es especialista en detectar la presencia de algas lejos de su lugar de origen. Gracias a trabajos de este tipo, desveló hace unos años la llegada de la "Grateloupia imbricata", una planta originaria de Corea y Japón, al puerto de El Musel. "Buscamos especies exóticas para saber si son invasoras, es decir, para conocer si su llegada tiene repercusiones ambientales, económicas o para la salud", explica el docente. "El comercio internacional ha disparado estos intercambios", añade.

El biólogo ha firmado otros trabajos destinados al cultivo de algas para distintos usos. Hace unos años, formó parte de un proyecto con financiación europea y el consorcio de varias universidades con el objetivo de desarrollar una especie con fines nutritivos, con tal éxito que una empresa comercializa a día de hoy las plantaciones empleadas para la investigación. "En países como Japón, las algas constituyen el 14 por ciento de la dieta. De hecho, el sushi que se sirve en restaurantes especializados, contiene una importante cantidad de ellas", comenta Rico. "Sin embargo, en nuestro continente esta industria cuenta con bastantes obstáculos porque los costes de producción son muy elevados y existen muchas restricciones para el uso de los terrenos donde se deberían realizar los cultivos", añade.

Este afán por sacarle el máximo partido a las algas, llevó a Rico a integrarse, junto a otros colegas asturianos, en un ambicioso proyecto con financiación nacional que echó a andar en octubre para encontrar especies de microalgas que sean capaces de absorber el CO2 que emiten las instalaciones de Cogersa en Serín. Su propósito es reducir la contaminación y, a la vez, lograr materia orgánica que se convierta en un producto con valor añadido para su empleo en diferentes aplicaciones industriales. En esta labor colaboran, codo con codo, varios expertos de los departamentos universitarios de Biología de Organismos y Sistemas e Ingeniería Química y Tecnología del Medio Ambiente, la propia Cogersa, un consorcio de empresas liderado por TSK, el Instituto Nacional del Carbón (INCAR), la sociedad Neoalgae y el Instituto Tecnológico de los Materiales de Asturias (ITMA).

Los primeros resultados ya están sobre la mesa. "Hemos estado en los terrenos de Cogersa para extraer muestras de agua donde viven las microalgas", explica Rico. "A partir de ahí, realizamos protocolos de aislamiento de cada especie para conocer si es útil para el propósito que perseguimos. Y ya hemos dado con ocho", prosigue. "Finalmente, tenemos pensado desarrollar dos tipos de cultivo en Cogersa: uno a través de biorreactores y otro, mediante raceways, unos estanques alargados", remata. Este proceso, inédito a nivel nacional, evidencia que detrás de la flora acuática se esconden múltiples alternativas para mejorar la vida cotidiana. "Las opciones que ofrece son inmensas. Sólo estamos dando los primeros pasos", concluye Rico.

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