Alberto Palicio y María Dolores Palacio son dos padres destrozados que tratan de buscar una explicación a la desgracia que se abatió sobre ellos el martes de la semana pasada, el día en que su hijo Enol fallecía arrollado por el tren en Meres (Siero). Así perdía la vida un joven extremadamente brillante, estudiante de segundo curso de Físicas, que ayer mismo hubiese cumplido 21 años, lo que ahondó el dolor, la rabia y la desazón de estos padres, dominados por una tristeza profunda que sólo pueden comprender quienes son padres. En una carta firmada por la madre y remitida a LA NUEVA ESPAÑA, María Dolores Palacio, funcionaria de la Administración del Principado, vuelca todo el amor y todo el dolor que pueden caber en el pecho de una mujer que estaba especialmente unida a su hijo, pero que confiesa sin ambages que no pudo ayudarle a superar los problemas asociados a un cociente de inteligencia muy superior a la media.

Porque Enol era un joven superdotado que arrastraba desde su niñez la conciencia de ser diferente, el sambenito de ser "raro". Contra la versión policial que trascendió de los hechos, el joven no padecía esquizofrenia, aclaran los padres. Para concentrarse en los exámenes, estaba tomando una medicación. El día de los hechos, al ver un comportamiento extraño, los padres se convencieron de que había tomado un exceso de fármacos y tenía que ser ingresado en un centro hospitalario. Fue en ese momento cuando se produjo el forcejeo con su padre, del que éste resultó con lesiones muy superficiales. El hombre acudió entonces a urgencias. "Pero no me llegaron a curar allí, porque me enteré de lo que había pasado y me marché inmediatamente", asegura Alberto Palicio.

El hecho de ser un muchacho con una inteligencia superior a la media motivó que sufriese una adolescencia con muchos problemas, pero no los asociados al consumo de alcohol, las drogas o las peleas, según dicen sus padres. "Era un muchacho perfecto. En ese sentido nunca nos dio un problema", asegura la madre. "Era brillante desde que nació. Ya desde pequeño, cuando otros niños se preocupaban del fútbol y poco más, él se centraba en los ordenadores, las estrellas, los números", señala María Dolores Palacio.

Sin embargo, el malestar que le producía ser diferente le pasó factura. "Por cualquier cosa que hacía ya era el raro. Y el hecho de tener un tío con esquizofrenia creó en la gente un prejuicio contra él que le hizo mucho daño. 'Ya está, esquizofrénico, como el tío', sin saber nada de lo que le estaba ocurriendo", dice el padre del joven. Alberto Palicio se enfurece por el hecho de que su hijo haya sido tachado de esquizofrénico. "¿De dónde sale eso? ¿En qué informe médico lo dice?", se pregunta.

"Voy a defender la memoria de mi hijo cueste lo que cueste. Porque él no esté no se va a decir cualquier cosa de él", añade. El padre también niega que el fallecimiento de Enol pueda calificarse de suicidio. "No era consciente de lo que estaba ocurriendo, estaba afectado por la medicación", dice.

El funeral por Enol atrajo a numerosos jóvenes, muchos del Instituto Doctor Fleming, del centro de Oviedo, donde cursó sus estudios de Enseñanza Media. Una muestra de que era un joven querido y apreciado. "Tenía su grupo de amigos, como todos los muchachos de su edad, también novia", resalta la madre, una mujer arrasada por el dolor y por el sentimiento de no haber hecho lo suficiente por un hijo al que se sentía muy unida. "¿En qué pudimos fallar?", se pregunta.

La mujer tiene además una fuerte sensación de desamparo. "Lo que quiero transmitir es que no hemos tenido el apoyo del sistema que necesitábamos. No nos han sabido ayudar a encarar el problema que teníamos con mi hijo. Ni tampoco existe la posibilidad de ingresar a una persona mayor de edad si ella no lo desea", asegura. La mujer siente que el sistema de salud ni siquiera la ha dejado entrar para poder ayudar a su hijo.

Perder a un hijo con 20 años es algo que no se supera fácilmente, algo que quizá no se supera jamás. Es la sensación que tiene ahora mismo María Dolores Palacio. "Perder a un hijo de esa edad, con toda la vida por delante, es lo peor que le puede pasar a una madre", se lamenta la mujer. Los dos padres se vuelcan ahora con el hijo que les queda, que acaba de terminar la Enseñanza Media y duda si emprender la carrera de Medicina tras el drama vivido por la familia.