En Izquierda Unida de Asturias no están dispuestos a repetir la historia de 1995 cuando su abstención permitió gobernar a la derecha, ni a que Podemos les pase factura con la acusación de dar un cheque en blanco a la investidura de Javier Fernández. "El mensaje que ha calado en la militancia ante este referéndum es que vamos a estar muy vigilantes de que se cumpla, a rajatabla, el contenido del acuerdo con el PSOE", declaró a este periódico una veterana afiliada, bregada en mil batallas, acuerdos y desacuerdos.

La coalición llegó a la negociación posterior al 24-M con la pretensión de lograr un gobierno fuerte, estable y sólido, apoyado por los tres partidos de la izquierda, PSOE, Podemos y la propia IU, que suman 28 de los 45 escaños del nuevo parlamento asturiano. Tarea harto difícil, que ha resultado imposible. Entre socialistas y podemistas no hay química alguna y la coalición tampoco pudo hacer de engarce porque IU y Podemos también se miran de reojo, sabedoras de que compiten por un electorado potencial muy similar. De hecho, en el resto de España Podemos ha arrasado con IU, algo que no ha logrado en Asturias, bautizado por algunos círculos del partido morado como "el cantón de Llamazares".

La militancia de IU se ha decidido por "cerrar el paso a la derecha", como reclamó Llamazares semanas atrás, pero no a cualquier precio. En la coalición consideran que el PSOE no cumplió con lo acordado en 2012, andan escamados por la negativa a reformar la ley electoral y la del Presidente, y no quieren que se repita la experiencia que, de paso, llenaría de argumentos a Podemos para continuar con la labor de zapa en su electorado potencial.