La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

JAIME ÁLVAREZ-BUYLLA MENÉNDEZ | Médico jubilado y presidente de la Sociedad Filarmónica de Oviedo

"Oviedo olvida más de la cuenta su historia, y lo que se olvida deja de existir"

"Asistí a la investidura del nuevo alcalde y a la salida una mujer me llamó ladrón, yo no sé hacia dónde va el mundo"

Jaime Álvarez-Buylla, en su domicilio ovetense. LUISMA MURIAS

Jaime Álvarez-Buylla (Oviedo, 1931) bajaba un día por la calle de Toreno y en el escaparate de la tienda de discos encontró una grabación de la ópera El Trovador. La compró y se encontró de pronto con una voz prodigiosa, la de un tenor italiano llamado Giacomo Lauri-Volpi.

"Aquel hombre tenía 60 años pero todavía cantaba de una forma fascinante. Me impresionó tanto que se me metió en la cabeza que tenía que dar con él".

Lo consiguió a través de Paco Ferrer, gerente del teatro Victoria Eugenia, de San Sebastián. Lauri-Volpi vivía a todo lujo en un pueblo de Valencia, de donde era su esposa. "Le escribí y me contestó". Hasta la muerte del tenor, en 1979, Lauri-Volpi y Álvarez-Buylla se intercambiaron unas 500 cartas que dieron lugar a un emocionante libro, "Historia de una amistad".

"Venga, le enseñaré una cosa. ¿Tiene cinco minutos? Es una grabación de Lauri Volpi con motivo del centenario del Liceo de Barcelona, en 1972. Tenía ochenta años y canta el Nessun Dorma, aria del acto final de Turandot".

Imágenes en blanco y negro. Los colores los pone aquel abuelo que genera la apoteosis en el teatro con su desgarrado grito final. "Puccini compuso el Turandot pensando en Lauri-Volpi aunque al final la estrenó Miguel Fleta. Lauri-Volpi era un personaje increíble, cantaba, escribía... un gran intelectual. Estuvo diez años en el Metropolitan, con eso ya está dicho todo".

Jaime Álvarez-Buylla Menéndez, médico traumatólogo, director durante veinte años del Centro de Rehabilitación de la Residencia Sanitaria, presidente de la Sociedad Filarmónica de Oviedo, concluye con este capítulo sus memorias publicadas ayer en LA NUEVA ESPAÑA. Recuerdos que tienen sonidos.

Uno de ellos. La voz de Victoria de los Ángeles. Oviedo, en 1948. La reinauguración del teatro Campoamor. "Se ponía en escena la ópera Manon. Victoria de los Ángeles era algo increíble, sin comparación".

Jaime apenas había sobrepasado la adolescencia pero había descubierto la ópera unos cuantos años antes. "En 1942 mi familia me llevó al teatro Principado, aquí en Oviedo. Recuerdo que era una función con episodios de distintas óperas. La primera ópera entera a la que asistí fue 'Madama Butterfly'. Conocí a muchos cantantes. La música me ha dado grandísimas experiencias, momentos imborrables".

Lleva más de una década como presidente de la Sociedad Filarmónica. "Es mucho tiempo, yo quiero que haya relevo y tengo en la junta directiva compañeros excelentes. Pero nada, dicen que siga yo". Es tradición familiar. La Filarmónica fue fundada en 1907 y su primer presidente fue el marqués Rafael Zamora. Duró unos meses hasta que se murió. "Así que nombran a mi abuelo, que fue general de Artillería, apoderado de José Tartiere y director de la Fábrica de Armas. También fundó la sociedad de tranvías. Oiga, no tiene ni un reconocimiento en esta ciudad, ¿puede creerlo? Hace ya tiempo que pedí una calle para otro ilustre, Juan Antonio Cabezas; ni contestaron".

Detrás del abuelo Álvarez-Buylla estaba Pedro Masaveu Masaveu. "Se volcó con la Filarmónica. Un hombre generoso y culto, vestía de negro, impecable. Recuerdo que organizaba conciertos en su casa de la calle Cimadevilla y que echó una mano decisiva cuando las bodas de oro de la institución. Trajimos a Argenta. Glorioso".

En el salón de la casa de Jaime Álvarez-Buylla siempre hay flores. Esta semana, dos orquídeas blancas. Bajo las flores, una fotografía de su hermana Mari Carmen, fallecida hace pocos años. "Era un año mayor que yo. Estuvo casada con el torero Ángel Luis Bienvenida", el último de la histórica dinastía taurina. "Cuando Mari Carmen murió yo me propuse que siempre habría en esta casa unas flores para ella. Y lo cumplo todos los días".

-¿Sigue la política ovetense?

-Sí. Un barullo. No entiendo cómo el partido más votado no gobierna; es un contrasentido. Veo todo esto con tristeza pero les deseo que triunfen porque eso será bueno para mi ciudad. No conozco personalmente a Wenceslao López, el alcalde, pero sé que es persona noble y trabajadora. Le contaré algo que me sucedió: fui al Ayuntamiento al acto de investidura porque me mandaron una invitación. Al salir había mucha gente en la plaza. Una mujer a la que no conocía se encaró conmigo y me gritó: "¡Ladrón!" Así, sin más. Yo no sé hacia dónde va el mundo. Soy una persona que trabajé lo que pude y que jamás me metí con nadie. Por cierto, conocí al padre de Ana Taboada, primera teniente de alcalde del Ayuntamiento. Era jefe de servicio de la UVI en la Residencia Sanitaria. Muy inteligente.

Para Jaime Álvarez-Buylla Oviedo es muchas cosas pero sobre todo un sentimiento. "Mis dos lugares son la plaza de la catedral y El Fontán, al que acudo puntualmente todos los días. Es el corazón de una ciudad que yo creo que olvida más de la cuenta su historia. Cuando veo las antiguas instalaciones del HUCA en El Cristo, vacías y condenadas a la piqueta, pienso en tantos y tantos que levantaron aquello. Allí está el monumento a Julián Clavería. ¿También lo van a tirar? Lo que se olvida, deja de existir. Y allí hay mucha historia, historia de la sanidad, pero también historia de Asturias. Muchos de los que han trabajado conmigo ya no están; otros andan por ahí, gracias a Dios. Uno, Pedro Oscar Buelga, vecino mío, un gran médico de la unidad de escoliosis. La gente sabe poco de su tierra y lo peor es que no quiere saber. Muchos desconocen quién fue la persona que da nombre a su propia calle".

Un perfil, desde el análisis de un carácter: "No soporto la envidia y el resentimiento. Soy religioso y, por supuesto, no me libro de ser un pecador. Encima de la cama tenemos un Cristo que como nos caiga hay una desgracia..."

Una reflexión, desde la sabiduría de la edad: "Lo mejor del mundo es envejecer con amigos y buena salud. Y con capacidad para recordar. Me queda mucho por hacer, me gustaría escribir algunas facetas de mi vida, esa sucesión de pequeños detalles que nos dan forma".

Una anécdota, para rebajar trascedencia a las memorias: "¿Sabe que yo fui dos años campeón de Asturias de ping-pong? Bueno, no lo sabe casi nadie, claro. Jugábamos con pantalones bombachos, pertenecía a un equipo que se llamada la Juventud del Carmelo. Y encima gané las finales a dos de Gijón".

Una frase para resumir 84 años bien llevados: "Soy una persona agradecida a la vida, a la familia, a todos los que me ayudaron, que son muchísimos. La gratitud es la cualidad que engendra todas las demás virtudes. Lo pasé muy bien en la vida porque, de verdad se lo digo: vivir es estupendo".

Compartir el artículo

stats