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DANIEL VERONESE | Director de escena, lleva mañana al teatro Palacio Valdés el estreno absoluto de "Bajo terapia"

"La vida es una trama mucho más enrevesada que el propio drama"

"Los actores y yo formamos una máquina para hacer teatro y necesito que ellos estén a la misma altura que estoy yo"

Daniel Veronese, ayer, en la presentación de la obra que se estrena mañana en el Palacio Valdés. RICARDO SOLÍS

El director de escena Daniel Veronese (Buenos Aires, Argentina, 1955) conversa con LA NUEVA ESPAÑA unos minutos después de la presentación en España de la comedia "Bajo terapia", del escritor argentino y novel Matías del Federico. Esta obra ganó un premio que convocaron la asociación de productores de Argentina y Argentores, que es la sociedad gestora de los derechos de autor en el país latinoamericano, un galardón que consistía, básicamente, en la producción del texto. Le tocó a Veronese, que estrenó su primera versión del montaje en Buenos Aires, este pasado enero. Veronese, admirador hasta la devoción de Anton Chéjov, estos días prepara en Avilés su estreno en España (mañana viernes, a las 22.30 horas, en el teatro Palacio Valdés). La semana próxima se presenta en Madrid, donde tiene previsto hacer temporada un mes, hasta finales de septiembre. A partir de ahí comenzará a girar por todo el país.

Veronese, siendo argentino, es uno de los responsables de la renovación de la escena española. Trabaja a este y al otro lado del Atlántico: allá, con su propia compañía y aquí, atendiendo las llamadas de sus productores. Todos los actores quieren trabajar con el director argentino porque ha sido capaz de dotar de realismo a los trabajos dramáticos más realistas. Y esta es virtud perseguida por todos cuantos se dedican a la interpretación.

-¿Qué tiene un texto como "Bajo terapia" para que haya elegido montarlo?

-Tiene mucha posibilidad de juego con los actores. Podrían desentrañarlo, crear un clima sin pausas desde el principio hasta el fin para que la gente entre en la ilusión de ese juego. Le vi eso y también el hecho de que fuera una comedia: tenía ganas de hacer eso. Las comedias son siempre más generosas con el público: la gente siempre busca más reírse que pasar dramas.

-Matías del Federico ganó un premio enorme: que usted representara su espectáculo. ¿No es eso?

-Algo así. Se eligieron cinco textos, pero este ha sido el único que se ha montado. Antes habíamos hecho un premontado, teatro leído. Nos reunimos cuatro o cinco veces con los actores y lo mostramos y funcionó muy bien. Los otros textos no se montaron ni siquiera.

-Del Federico es un autor nuevo y usted se enfocaba hasta ahora más hacia los clásicos.

-Es su primera obra. Vive en un pueblo cerca de Rosario, en la provincia de Santa Fe. Tiene un teatro, pertenece a una familia muy teatrera, pero en una ciudad muy poco teatrera.

-Esta comedia la montó por vez primera con su compañía en Argentina. Hace pocos meses.

-No es mi compañía, aunque algunos pertenecen a ella. Con cuatro de ellos había trabajado antes y dos no. Busqué actores que me sonaran para esta comedia. Esta es una elección un poco intuitiva: no busqué actores conocidos, ni nadie que me pudiera llenar un teatro. Para que esto funcione precisaba estar muy bien actuado.

-La primera vez que se escucha su nombre en España fue con "El túnel", de Sábato.

-Hace mucho tiempo. Fue mi llegada a España. En 2006. Yo amaba trabajar con Alterio y por eso quise trasladar al protagonista de la novela a la edad de Alterio. Conocí a una persona maravillosa. Y me di ese gusto. Haber trabajado con Alterio es algo para contar a mis nietos. Hicimos la versión algunos años después de lo que cuenta Sábato. Este tipo de cambios los he hecho muchas veces: he cambiado el sexo de los personajes, su edad... en función de trabajar con determinados actores. "El túnel" fue mi primer montaje importante en España.

-Su huella en la escena española es enorme. Todos los actores quieren trabajar con usted.

-A los actores los quiero por ser actores y cuando trabajo con ellos los respeto no porque sean más o menos conocidos. Eso no me cambia. Los actores y yo formamos una máquina para hacer teatro y necesito que ellos estén a la misma altura que estoy yo. Yo dirijo, necesito convencerlos de que lo que están haciendo es lo que quieren hacer, de que pongan el máximo de energía. Tengo que hacerlos sentir muy bien: si ellos están bien, y también entre ellos, van a hacer bien lo que yo dirijo.

-¿Cómo fue el encargo de volver a montar "Bajo terapia"?

-Esto lo hago en España gracias a Ana Jelín, de Producciones Teatrales Contemporáneas. Estuve viniendo acá cada año estos últimos tiempos. Tengo una hija de 19 y otra de 7. Ya con 4 me decía que no viniera más a España, que me echaba en falta, pero me había agarrado un poco de mono, así que le dije a Sebastián Bultrach, el hijo de Ana, hacer esta comedia y ella se mostró dispuesta. Armamos este espectáculo enseguida. Ana estuvo dispuesta. Es fácil. Somos todos gente amiga y querida.

-¿Qué prefiere usted? ¿Releer a Chéjov o montar a David Mamet?

-Anton Chéjov es el autor al que más admiro. Tengo una relación tal con las obras de Chéjov que me da por pensar que me las escribió para mí. Yo pienso eso. Sé que es un poquito egocéntrico, pero lo siento en mi interior. Lo entiendo, lo adoro y me lamento de que no haya escrito más obras.

-Pero sus versiones de Chéjov no son nada respetuosas.

-Creo que Chéjov aceptaría mis versiones particulares. Me diría: "Está bien eso que haces con mi obra". Fue un renovador en su época y no creo que una obra se pueda conservar 120 años de manera inalterable. Cambió el espectador, cambió con él, de hecho. Dejo la esencia y modifico elementos escénicos con el fin de que hagan más ágil la expectación moderna. Sólo eso. Chéjov nos habla de hace 120 años como si nos estuviera hablando de ahora mismo. No sé si esto les va a pasar a David Mamet o Arthur Miller, que me fascinan ahora, pero no sé si seguirá pasando en el futuro. Cuando me meto en el realismo me encuentro como pez en el agua.

-¿El teatro es vida o se parece mucho a la vida?

-La vida es una trama mucho más enrevesada que el propio drama, a veces más agradable o, a veces, todo lo contrario. El teatro tiene que ser un recorte que parezca vida, aunque obviamente no lo sea. Este pedazo de vida debe tener sus leyes porque si no la gente se aburre: nadie se quedaría escuchando a una pareja discutiendo en la calle durante una hora y media. En el teatro, cuando te sientas en el patio de butacas, estás obligado a contemplar la escena. Necesito que las coordenadas funcionen con el fin de que parezca que eso que estás viendo es la propia vida. Lo que quiero es que mi dirección no aparezca en el espectáculo con el fin de que el espectador viva la ilusión de que eso que se ve en la escena es real. Pasa mucho con el cine. Necesito que aparezca en mi teatro la sensación de perder conciencia, por eso necesito también que no aparezcan mis indicaciones, ni la actuación, ni las palabras del autor como recitadas. Cuando veo algo que está en el terreno de lo teatral lo rechazo y les digo a mis actores: "Eso es teatro y no quiero teatro en mis montajes".

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