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La investigación en la Universidad

La burocracia encadena el talento

Investigadores y Universidad denuncian que los plazos para obtener patentes se eternizan y obstruyen la transferencia del conocimiento que genera la institución

La burocracia encadena el talento

Un nuevo método para fabricar electrodos de papel. El papel de siempre, con cualquier porosidad o grosor, puede sustituir como materia prima al grafito, el platino o el oro. Asombroso, pero real. "La idea es sencilla, original y barata", asegura el catedrático de Química Analítica de la Universidad de Oviedo Agustín Costa, cabeza visible del equipo que acaba de solicitar la patente en la oficina de la Universidad encargada de la tramitación. Es del mes de julio, la última por el momento.

Con un poco de suerte, Costa y los suyos recibirán la concesión de la patente a principios de 2017. "Los plazos cada vez se dilatan más", lamenta la profesora Ana Valdés Llaneza, directora de área de Transferencia de Resultados de Investigación, dependiente del vicerrectorado de Investigación y Campus de Excelencia. Madrid marca sus tiempos.

Desde el momento en que un grupo investigador solicita una patente, la idea cuenta ya con protección. "La propiedad -matiza Agustín Costa- entra en vigor en el mismo día en que se solicita" a la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM), del Ministerio de Industria, pero los plazos tienden a eternizarse. "Esto no es burocracia, es burrocracia", ironiza Costa, uno de los que se postulan en la próxima carrera como candidato al rectorado de la Universidad de Oviedo.

El Ministerio publicaba días atrás el ranking de patentes presentadas por las universidades públicas españolas en la última década (2005-2014) y para las que se solicitó protección internacional. La Universidad de Oviedo gestionó 20. El total de solicitudes de patente nacidas en la universidad asturiana en esos diez años asciende a 72 (la institución asturiana es la vigésima tercera en una clasificación compuesta por 48 universidades de todo el país).

Ana Valdés valora esa cifra de 72 solicitudes. "No está mal, pero todo es mejorable". En la Universidad asturiana hay talento, aunque concretar ese talento en negocio sea cuestión compleja en la que intervienen múltiples factores.

Francisco Ortega, catedrático del área de Proyectos de Ingeniería, es el firmante de seis patentes desde 2005, dos de las cuales tienen protección internacional. Ortega tiene amplia experiencia, pero reconoce que el proceso es complicado. "Hay dos formas de generar patentes. O es una idea generada por el equipo investigador o un trabajo en colaboración con empresas. En el primer caso, la comercializacion es muy difícil". Para empezar, la fabricación de un prototipo funcional no es barata. "En el caso de la ingeniería, que es donde yo me muevo, estamos hablando en ocasiones de muchos miles de euros".

Pero asociarse con una empresa tampoco reduce problemas, y más si la empresa es de pequeñas dimensiones, al pairo de las reglas del juego que marcan las multinacionales. "Una firma te puede garantizar la aplicabilidad de la idea, pero nos movemos en campos de una evolución técnica tan rápida que una patente puede quedar obsoleta en muy poco tiempo".

Otra solicitud de patente recién enviada está firmada por el biólogo Felipe Lombó, del área de Microbiología de la Universidad de Oviedo. Su idea tiene nombre técnico (Ácido nucleico recombinante para su uso en la producción de polifenoles) y una explicación más para el común de los ciudadanos: "Es un método para extraer material genético de determinadas plantas y, a partir de él, crear bacterias y "fabricar" moléculas con capacidad antitumoral, antiinflamatoria o cardioprotectora".

Felipe Lombó está seguro de que tiene en sus manos un gran proyecto. Bacterias "que hacemos crecer en apenas tres días y con volúmenes de cientos de miles de litros". Es un trabajo apasionante de ingeniería genética que está derivado de una tesis doctoral elaborada por Laura Martín.

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