Habrá un día, dentro de no muchos años, en que nadie sepa hacer un toque de campanas o elaborar un jabón natural. Un día en que el que quiera aprender a hacer una mesa o a serrar un tronco sin la ayuda de algún utensilio eléctrico acudirá a internet en busca de los testimonios y consejos que dejen los que se dedicaron a ello en vida. Pero antes de que esto ocurra, todavía existe la posibilidad de aprender en primera persona lo que hasta hace pocas décadas se sabía hacer en cualquier pueblo. Hoy domingo, en San Tirso de Abres, el concejo más occidental del Principado, se celebra la XI Edición del Encuentro de Portadores de la Tradición Oral, que reúne a los más mayores del lugar para mostrar a todo el que se acerque a la orilla del río Eo las tradiciones que corren riesgo de perderse con el paso del tiempo. Los oficios, las costumbres, la música, la literatura y los juegos forman parte de este evento que, según Ángel Prieto, de la Asociación Cultural San Tirso del Eo, "se vende como un producto turístico genuino. Es diferente a la concepción que se tiene sobre los oficios tradicionales". Varios de quienes disfrutan del turismo rural por la zona acuden a absorber conocimientos culturales de primera mano. "Suele gustar porque esto en las grandes ciudades hubo gente que nunca lo vio", afirma Prieto. En esta páginas, los propios guardianes de esta tradición que está a punto de desaparecer desvelan algunos de los secretos de sus respectivos oficios.

Antonio Fernández Vidueiro vuelve atrás:"En el año 1959 fui aprendiz de carpintero. El pueblo de Espasande era de tradición de oficio de carpinteros ambulantes. El oficio pasaba de padres a hijos por tradición oral. Después de hacer la labranza solíamos ganar un jornal por Taramundi y la parroquia de Conforto. Íbamos cargados con herramientas que hacíamos nosotros. En las casas donde trabajábamos nos daban de comer y, si era lejos, también a dormir. Los trabajos que hacíamos eran variados: una ventana, una puerta, una mesa, un suelo, una cristalera... También hacíamos los instrumentos de la labranza, que eran todos de madera de roble. Cada carpintero tenía su estilo". Eran tiempos en los que la madera era clave en la vida cotidiana: "No había nada eléctrico, solo había unas minicentrales hidráulicas que de día molían y por la noche daban corriente. La corriente daba sólo para dos bombillas en cada casa y para la radio", cuenta. Hoy en día, la situación es bien distinta: "Estos oficios rurales ya no son rentables, ya no hay gente que trabaje en eso. Se usan cepillos eléctricos y está en riesgo de extinción trabajar con instrumentos tradicionales". Experto en este oficio, Fernández también se dedicaba a otras labores: "Segar y mallar el trigo en verano, en septiembre labrar los nabos, sacar las patatas y recoger el maíz, y arar la tierra del maíz para en diciembre volver a trabajar el trigo".

"Me enseñaron los mayores al no tener tanta habilidad física", asegura Pedro Amago, uno de los participantes más jóvenes en la muestra de hoy domingo. El trabajo de Amago es imposible de realizar solo. "Para cortar el tronco de madera en trozos con una sierra, un hombre debe estar arriba y otro debajo, por lo que hay que crear un hueco para el que está abajo. Después se marca la anchura que queramos, como por ejemplo de 2,5 centímetros para una tabla o 6 centímetros para un tablón", explica. Una afición que, aunque su padre le había hablado de los aserraderos cuando era pequeño, le surgió mientras veía un concurso de aserradores. Un oficio que cree que no tiene futuro: "Al existir las sierras eléctricas esto ya se acabó. Además, la madera apenas se utiliza ya. Antes, para hacer una casa se necesitaba mucha piedra, barro y madera. Ahora se compran bloques de hormigón y se hace la casa sin problemas".

José Álvarez, 83 años, campanero. "Aunque me dediqué a muchos oficios, lo hice fundamentalmente a mallar y a la campana". Así se hizo campanero: "Hace muchos años tenía un negocio cerca de la iglesia. Había un sacristán al que le quedaba lejos tocar las campanas, y me dijo que si le hacía el favor de tocar a mediodía. Sólo me daba 100 pesetas por todo el año, y eso que también tocaba para algunos funerales", afirma Álvarez. Su oficio está quedando en el olvido desde la llegada de la informática. Pero él enseñó a la máquina. "Ahora se hace con ordenadores todo, menos para la fiesta del pueblo, que es un toque peculiar y solo lo sé hacer yo. Cuando trajeron el ordenador me llamaron a mí para enseñar todos los toques".

Así se elabora jabón natural, según Isolina Sanjurjo: "Hay que tener grasa de tripa o de tocino. La derrites y la colocas en un depósito, le echas agua hasta los 5 litros, con la misma cantidad de agua que de aceite. Luego vacías el agua, le pones sosa cáustica y a continuación le echas la grasa y empieza a hervir. Debe ser en un cubo de zinc, ya que el plástico se recalienta. Con un utensilio de madera para lo remueves, alrededor de una hora. Cuando está se va quedando más en las paredes del cubo, está cuajando. Lo vuelcas en un recipiente, dejándolo secar dos días, y con un hilo o cuchillo vas cortando las pastillas al tamaño que gustes". Sanjurjo aprendió el proceso de su abuela: "Aunque no vivíamos mal nos enseñaba a tener medios para subsistir. La gente que tuvo estrecheces para vivir, durante la posguerra, tuvo que aprender a hacerlo". Un tipo de jabón, que según ella, todavía tiene su función a día de hoy: "Lo usa gente con problemas de psoriasis o grasa en el pelo", remata.

Edelmira Castaño, desvela su técnica de tejedora. "Primero se esquila la oveja, se lava la lana y cuando está seca, la cardamos con las manos y la ponemos en una bola redonda. Después se coloca sobre una especie de varita larga, atada con una cinta y se hace el hilo con el huso. Es un proceso que lleva mucho trabajo. Hay que juntar dos hilos, con la llamada 'parafusa', les das unas vueltas hasta que queden torcidos, haces un ovillo y con cuatro agujas o cinco haces ya lo que quieras". Aprendió a tejer lana con sólo 5 años. Su madre le enseñó. Una costumbre que se está perdiendo: "No se quiere aprender. Cuando nosotros no podamos hacer eso se acabó, es triste", lamenta Edelmira.