El sector lácteo se pinta en Asturias de blanco y de negro. Mientras que unos resisten la crisis bajo el paraguas de los mejores precios que paga Central Lechera Asturiana (Clas), otros se desploman a causa de la mayor caída de precios de la historia. Son las dos caras de la ganadería, después de que el pasado mes de marzo se pusiese fin al sistema de cuotas. LA NUEVA ESPAÑA ha testado esta realidad con dos profesionales que ejemplifican la situación. Pese a sus diferencias, ambos reclaman al Ministerio de Agricultura que fije unos precios mínimos en lugar de impulsar un paquete de doce medidas que "no resuelven para nada el problema". "Dicen que no pueden marcar unos precios mínimos porque eso sería atentar contra la libre competencia, pero si hay intención, se puede. Estoy convencido de que en casos excepcionales, la Unión Europea autorizaría adoptar esta medida", opina Guillermo Fernández, al frente de una ganadería en La Bérvola, en Llanera.

Fernández es "desde siempre" socio de Central Lechera Asturiana (Clas) y, por suerte, su situación es "menos mala" que la que están viviendo otros ganaderos del país. Por cada litro de leche producido en julio, este profesional percibió este mes 29,4 céntimos, sin incluir primas como las de producción y materia grasa. "De momento, está aguantando el precio, pero no sé en qué acabará todo. Nadie lo sabe. Así que la incertidumbre es total", sostiene Fernández. Según los cálculos de los sindicatos agrarios, Clas cubre al sesenta por ciento de los ganaderos asturianos. El cuarenta restante vende su leche a otras empresas lácteas o cooperativas, las cuales imponen precios "ridículos", a juicio de los profesionales. "Ahora mismo estar dentro de Central Lechera es una suerte, porque tenemos la garantía de que nos va a recoger la leche y de que nos la va a pagar a un precio razonable. Pero yo sé de gente que está realmente fastidiada y que las empresas se han negado a hacerse cargo de su producción", lamenta.

Pese al fin de las cuotas y la puesta en marcha de un sistema que permite producir tanto como se quiera, Guillermo Fernández no ha aumentado ni un ápice el rendimiento de sus vacas. "Sigo produciendo lo mismo de siempre: 300.000 litros anuales. Y como yo, la mayoría. Conozco a muy pocos que hayan decido crecer", asegura el ganadero, que recela de la medida anunciada el sábado por la ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina. Es decir, conceder 300 euros por vaca a las explotaciones con baja rentabilidad económica. "No creo que la solución ahora sea meternos en subvenciones. Hay que mediar entre la industria y la distribución, que son los que están haciendo daño, y fijar unos precios mínimos", insiste.

Lo mismo opina Pablo Bayón, de Oles (Villaviciosa), que representa a ese cuarenta por ciento de ganaderos que está fuera de Central Lechera Asturiana y que va "de mal en peor". Bayón afirma que el mes pasado recibió de la empresa láctea que le recoge la producción menos de 27 céntimos por litro, un precio que no le da ni para cubrir costes. "Así no podemos vivir. Hay un vecino en Oles que no puede ya ni pagar el pienso. No entiendo cómo aún así no hacen nada los gobernantes", manifiesta este profesional de 35 años y con experiencia en el sector ganadero desde que era un niño.

Pablo Bayón explica que el contrato que tiene firmado con la industria es de 27 céntimos el sesenta por ciento del precio, y el resto depende del valor al que esté la mantequilla y la leche en polvo en el mercado. Además, las primas sólo afectan a ese sesenta por ciento. "Si ahora mismo hubiese trabajo de algo, iba para allí de cabeza. Tengo familia e hijos y así no podemos estar", protesta. A Bayón le molesta que en Asturias se pinte el escenario de rosa, cuando "muchos no podemos estar en Clas y estamos atravesando la mayor crisis de la historia", concluye.