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MANUEL DOMÍNGUEZ-RODRIGO | Paleoantropólogo, acaba de descubrir una falange de hace 1,84 millones de años perteneciente a la criatura más antigua completamente terrestre

"El primer individuo que se bajó del árbol es el dueño del dedo de Tanzania"

"La falange nos dice que hay un tercer hombre más moderno y de mayor tamaño"

Manuel Domínguez-Rodrigo, en la Garganta de Olduvai, en Tanzania. DAVID URIBELARREA

Orgulloso tras hallar este verano junto con su equipo en la Garganta de Olduvai (Tanzania) los restos fósiles de la mano moderna -como la nuestra- más antigua de la que se tenía constancia, datada en más de 1,84 millones de años, Manuel Domínguez-Rodrigo, profesor de Prehistoria de la Universidad Complutense de Madrid y director de esta excavación arqueológica en África, presenta a la criatura dueña de esa falange como la primera que se bajó del árbol para siempre, un ser carnívoro con una dieta variada y 1,80 metros de altura. El consumo de carne nos ayudó a ser inteligentes, argumenta el investigador, que lleva más de 26 años tratando de dilucidar las claves de la evolución humana. En 2010 se topó en la misma zona de Tanzania, cuna de la humanidad, el esqueleto asociado de un "Paranthropus" que reveló la anatomía robusta y poco grácil de este homínido de dentadura potentísima. Domínguez-Rodrigo disfruta ahora al interpretar lo que le dice esa falange del dedo meñique de la mano izquierda que acaba de exhibir al mundo. En sus investigaciones está maravillado con la evolución física de la mujer, que se hace cada día más atractiva, mientras que el hombre se diferencia mucho menos de sus antecesores chimpancés. La sexualidad humana, una revolución de las hembras, subraya, cambió cuando la atracción dejó de marcarla el olor de las feromonas y se convirtió principalmente en una elección física, explica Domínguez-Rodrigo en esta entrevista en exclusiva para Epipress.

-Profesor Domínguez-Rodrigo, si los restos de la mano que han hallado en Tanzania no pertenecen a un "Homo habilis" ni a un "Paranthropus boisei", ¿a qué clase de individuo pertenecen?

-De momento, lo único que tenemos claro es que no pertenecen a ninguna de esas dos especies porque tenemos huesos de ellas y el resto fósil encontrado es diferente. No sabemos qué tipo de individuo sería, aunque se parecería mucho a un "Homo erectus" o quizás sea una especie nueva.

-De ser un "Homo erectus", se adelanta en 400.000 años la datación de los restos del primer individuo de esa especie identificados en África, ¿no?

-Efectivamente. Lo que hemos encontrado es una falange del dedo meñique de la mano izquierda de alguien que medía entre 1,70 y 1,80 metros.

-¿Conocen el sexo del dueño de ese meñique?

-Por la altura, lo más probable es que fuese un varón.

-¿Qué supone este hallazgo para el estudio de la evolución?

-A nivel de la evolución de la anatomía, ésta es la criatura completamente terrestre más antigua que se conoce. En el plano de la evolución humana, todo lo que existió entre hace seis millones de años y dos millones de años tiene un patrón de deambulación mixta: cuando el individuo estaba en el suelo era bípedo pero pasaba mucho tiempo en los árboles. La primera criatura que se puede ver que ha dejado del árbol es el dueño de esa mano.

-¿Era un individuo carnívoro?

-Sí. Es una criatura que ha dejado los árboles y el mejor candidato para explicar los primeros yacimientos de dos millones de años, los primeros de la humanidad. Estos homínidos consumían animales y tenían lugares especiales a los que llevaban el alimento para ser compartido. Eran cazadores no carroñeros y cazaban animales que llegaban a pesar hasta 400 kilos.

-¿No era ya cazador también el "Homo habilis"?

-El "Homo habilis" es una criatura muy primitiva que pasa mucho tiempo en el árbol y muy pequeña porque no mide más de un metro. El descubrimiento de esta falange nos dice que podría haber un tercer hombre que tiene un aspecto más moderno y de mayor tamaño y convive con el "Homo habilis" y el "Homo erectus".

-¿Por qué asegura usted que comer carne nos hizo humanos?

-Las sabanas africanas pasaron de ser húmedas, durante los primeros tres millones de años de evolución humana, a ser áridas como ahora. Ese cambio provocó que se extinguiera la mayor parte de los homínidos y que cambiara también una parte importante de la fauna. Los "Australopithecus" respondieron entonces como paleantropos para poder comer cualquier tipo de vegetal y en un momento dado surge una criatura con un cerebro más grande que opta por una dieta más variada. Los dientes se hacen entonces más pequeños y el cerebro empieza a crecer y a reclamar más energía.

-¿Quiere decir que la carne nos hizo inteligentes?

-El periodo de encefalización coincide en el tiempo con el del consumo de carne. No se sabe cómo se inició el proceso, pero sabemos que es un vínculo retroalimenticio. El consumo de carne permitió crecer al cerebro y ese cerebro hizo que el consumo de carne se hiciese regular. El cerebro creció y se redujo el tamaño del tracto digestivo inferior.

-¿Es inteligente creer en el amor romántico, un asunto también estudiado por usted?

-Lo que hace el ser humano con el amor romántico es canalizar algo que es instintivo, que es la atracción física que sienten unos individuos por otros en algo que es mucho más ideológico. Se magnifica ese instinto dentro de un círculo cultural. El amor romántico tiene un germen biológico y esa manera de gestionar ese instinto dentro de un contexto es lo que llamamos enamoramiento.

-¿Qué sucedió para que en un momento dado machos y hembras establecieran alianzas solidarias de amor tan costosas para ambos sexos?

-Esa asociación fue inevitable porque la progenie empieza a ser mucho más cara. Las crías nacen con un cerebro más grande y están indefensas durante periodos más largos que antes, lo que obliga a invertir tiempo en ellas. Es entonces cuando cambian las relaciones sociorreproductoras entre machos y hembras. Se establecen relaciones temporales más duraderas entre machos y hembras a cambio de recompensas de tipo físico por recompensas de tipo subsistencial o nutritivas.

-¿Existe relación entre la moral y la evolución?

-Sí, pero la moral tiene una explicación más sencilla dentro del campo de la evolución cultural. La moral es una construcción de las sociedades para mantener un modo de coexistencia entre los individuos que la integran.

-¿Somos los humanos rehenes de esa moral?

-Somos rehenes desde que pertenecemos a una sociedad determinada en la que nos han dicho lo que está bien y lo que está mal.

-¿Nos mueven hilos invisibles?

-Lo que tenemos son pautas de comportamiento adquiridas en la cultura en la que nos desarrollamos y esas pautas son las que dictaminan buena parte de nuestro comportamiento no innato.

-Así, que nuestra vida es una tragicomedia, ¿no?

-Exacto. El ser humano está atrapado por su naturaleza y atado a todas las convicciones culturales adquiridas.

-¿Son entonces los animales más felices que nosotros?

-Si entendemos como felicidad el saciar los instintos más básicos, los animales son más felices. Lo que ocurre es que al ser humano no le vale sólo con saciar esos instintos y tiene otras necesidades físicas y psicológicas. Es un ser más complejo y, por lo tanto, es más difícil que alcance ese grado de felicidad. El ser humano es infeliz por naturaleza porque la felicidad es elusiva. Me quedo con el concepto más simple de felicidad que dio Rousseau: la felicidad es la ausencia de sufrimiento físico y psicológico.

-Profesor, ¿cómo surgió nuestra sexualidad?

-En el momento que cambiamos la atracción sexual que se experimenta cuando el macho percibe las feromonas de la hembra, cuando deja de ser una atracción química para ser una sexualidad epigámica. La atracción sexual ya no la marca el olor sino las características físicas del individuo con el que queremos reproducirnos.

-¿Cómo se definen esas características físicas que atraen a machos y hembras?

-Somos la única especie primate en la que los sexos han evolucionado de manera divergente. Nuestra sexualidad no existiría si hombres y mujeres hubiesen evolucionado del mismo modo. Lo que seleccionamos al elegir pareja son cuestiones evolutivas muy importantes sin darnos cuenta. A las hembras les resulta atractivo el mostrar físicamente el grado de salud del macho y también es importante el componente de la fuerza. A los machos les atrae más el grado de fitness reproductivo marcado por el contraste que hacen las caderas y la cintura. También les atrae la forma y turgencia que puedan tener glúteos y pechos.

-¿Si no me reproduzco dejaré de existir para siempre?

-Por supuesto, porque dejará de pasar sus genes a una generación posterior y nunca se convertirá en antepasado.

-Así que al final somos una simbiosis, a veces problemática, entre biología y cultura, ¿verdad?

-Exacto. Las cadenas que nos atan a lo natural, a nuestro componente más biológico, se tornan hasta cierto punto flexibles en virtud del factor cultural.

-¿Por qué asegura usted que nuestra aparición en este mundo, lejos de ser el legado principal de la evolución del hombre, es más bien el resultado final de la particular evolución de la mujer?

-Es mucho más fácil seguir la evolución de los machos durante los últimos seis millones de años que la de las hembras. Los machos han cambiado proporcionalmente muy poco. Si ponemos a un macho humano y a un chimpancé vemos diferencias pero hay mucho parecido. No sucede lo mismo con las hembras. Las diferencias entre una hembra chimpancé, con su anatomía andrógina, y una hembra humana son mucho mayores. La que ha cambiado de verdad es la hembra al trastocar la relación entre testosterona y estrógenos para evolucionar a un cuerpo distinto al del resto de los primates.

-¿Elegimos a las parejas al azar o hay siempre una estrategia?

-Nos sentimos atraídos sexualmente por las parejas al azar porque no somos conscientes de que lo que nos está atrayendo de ese individuo son sus indicadores de fitness reproductores. Si el nexo que se establece no es sólo reproductivo, elegimos a la pareja en función de criterios de índole cultural y no biológica.

-¿Es la finalidad de todo organismo conseguir la supervivencia?

-La evolución es mantener la vida.

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