La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

ENRIQUE CASTRO, "QUINI" | Exjugador internacional, símbolo del Sporting

"Tras el secuestro me planteé reactivar mi vida y olvidarlo todo, y lo conseguí"

"El cáncer que sufrí me ayudó a entender mejor a la gente, a saber ponerme - en el lugar de quienes lo pasan mal"

Quini, en la Escuela de Fútbol de Mareo. JUAN PLAZA

El fichaje de Quini por el Barcelona le reportó al Sporting una caja de 80 millones de pesetas. "Por un paisano de casi 31 años, no está mal". Quini rindió en la Ciudad Condal, aunque esta afirmación él la matiza. "Fui dos veces 'Pichichi' con el Barcelona y gané un título europeo, pero siempre me quedé con la sensación de que pude haber dado mucho más de mí. Hubo cosas, entre ellas el secuestro".

1 de marzo de 1981. Domingo plácido contra el Hércules en el Nou Camp: 6-0 con dos goles de Quini. Tres hombres sin antecedentes penales cometen la estupidez de secuestrarlo y retenerlo durante 25 días hasta que fue liberado por la Policía.

"Lo pasé mal, claro, pero no me hicieron ningún daño. Estaba en un zulo, con paredes de ladrillo y una trampilla para la comida. Lo peor, la incertidumbre, ellos iban siempre con capucha, no sabía en qué manos estaba. Y tienes mucho tiempo para que la cabeza te dé muchas vueltas. No estaba especialmente preocupado por la familia porque sabía que ellos iban a estar muy arropados. Y así fueron pasando las semanas, sin tener ni siquiera idea de dónde estaba, hasta que la Policía me liberó".

-¿Lo ha superado por completo?

-Sí, sí, te aseguro que sí. Desde el primer día me planteé reactivar mi vida normal, olvidar todo aquello lo antes posible. Hoy lo contemplo como una anécdota que no quiero que le pase a nadie. Cuando muchos años más tarde Rai García quiso hacer la película documental sobre mí surgió la posibilidad de hablar con uno de los tres secuestradores. Nos vimos en Barcelona, y bien. Es una persona que pagó por lo que hizo y que tiene una vida normal. Hablamos... Yo creo que a él se le quitó un peso de encima. Si es que ya me lo dicen: Quini, tú siempre estás en el centro del huracán.

El Barça visibilizó a otro nivel mediático el olfato de un goleador que lo era desde la cuna. Nada que ver con aquellos viajes rojiblancos de cuando a finales de los sesenta o principios de los setenta el equipo asturiano se desplazaba a otros campos.

"Es que era tremendo. En autocar camino de Sevilla, por ejemplo, saliendo de Gijón por la mañana para llegar de noche a Madrid y coger allí el tren. Catorce o dieciséis horas de viaje. "Oye, para aquí, que en este bar de carretera hay un teléfono y así podemos llamar a casa", decíamos. Es que ahora se cuenta y no se cree".

En el Barcelona le tocó suplir a Krankl "un jugador austriaco que era un fenómeno. Dos temporadas después el club fichó a Maradona y ése era ya un auténtico fuera de serie además de un compañero extraordinario, una de esas personas que se preocupaban por todos los que estaban alrededor. Un genio. Y la zurda que tenía era como una mano. A mí me había tocado enfrentarme unos años antes a Cruyff cuando ganaron la Liga en El Molinón (2-4). Era casi imposible pararlo con aquellos cambios de ritmo que te metía".

"Llego al Barca y me toca jugar la final de la Copa del Rey frente al Sporting. Hubiera preferido mil veces no jugar o que el rival hubiera sido otro, pero así es el fútbol. Mi entrenador era Helenio Herrera y disputé aquella final. Alguien me preguntó alguna vez si no se me ocurrió decirle a Helenio que no me alineara. Pues no, porque si uno es profesional lo tiene que ser para todo. No fue fácil para mí, pero había que tener en cuenta que se me presentaba la ocasión de ganar mi primer título, al margen de dos los campeonatos de Segunda División con el Sporting". Resulta paradójico que un jugador de la talla de Enrique Castro no ganase jamás una Liga.

Confiesa que nunca hizo una tontería de envergadura en un terreno de juego. Él, al que George Best le rompió un pómulo y le mandó al quirófano y al dique seco durante meses por un codazo en un Irlanda-España, reniega de los espectáculos en las celebraciones de los goles. "Lo malo es que los chiquillos lo copian todo, ves a críos por ahí que hacen lo mismo que los jugadores que ven en televisión. Les digo a los jugadores que se miren mucho lo que hacen, porque para bien o para mal son un ejemplo. En el campo, donde hay tensión, yo me recuerdo de vez en cuando metiendo el codo, pero nada más. En mi vida se me ocurrió insultar o escupir a un rival. Y cuando se terminaba el partido siempre me planteé la obligación de ir a buscar al rival con el que había tenido mis más y mis menos y zanjar el asunto".

Tras el Barcelona, regreso al Sporting. "Yo tenía pensado retirarme, pero estaba Novoa de entrenador, me llamaron y me convencieron. Firmé por dos años más".

Fue todo un tanto absurdo porque el Barcelona, semanas antes, le había organizado un partido de homenaje en el que participaron su hermano Castro, el defensa Maceda y el delantero Morán. Junto a ellos, los mismísimos Cruyff y Kempes, además de glorias nacionales como Camacho, Dani, Urquiaga o Arconada. Faltó Maradona. Quería venir el argentino, quería Quini que viniera, pero cuentan que el Barça no estaba por la labor. Maradona se había marchado al Nápoles unos meses antes y las relaciones con el Barcelona no eran las mejores. Cosas del fútbol.

Se retiró con 37 años y tuvo su segundo partido de homenaje. "Fue en El Molinón contra el Real Madrid, un equipo que siempre está ahí cuando se le necesita. Como tantos otros. Nunca fui antimadridista, como tampoco fui antioviedista. Nada de eso. A mí los clubes me trataron siempre muy bien, con respeto".

Un cáncer de garganta no consiguió hacerle perder la sonrisa. "Me repitió al año y medio, pasé por dos operaciones y la segunda ya seria. Me pusieron radio y quimio. Desde el segundo paso por el quirófano han pasado ya ocho años y medio y sin novedad. Cada seis meses paso revisión médica en Barcelona; precisamente me toca dentro de poco. Pasó ya mucho tiempo, pero cada una de esas revisiones acojona".

La enfermedad -dice- le blindó. "La primera conclusión que saqué de todo esto es que la salud es lo más grande del mundo; la segunda, que vale más no dar mucha importancia a cosas que no la tienen. La enfermedad me ayudó a comprender mejor a la gente, a ponerte más en el lugar de las personas que sabes que lo están pasando mal. El mundo da muchas vueltas, de repente te llega algo con lo que no contabas y la vida te obliga a mirar siempre hacia adelante, a echar las dificultades a tus espaldas y seguir camino. Tengo un lema: olvídate de lo que no tiene solución, pero si la hay agárrate a ella y no sueltes".

El fútbol se lo ha dado todo. Y el gol, como objetivo "y también un poco como obsesión. Mi trayectoria ha estado ligada al gol, vivía de él. Y sufrí como sufren todos los delanteros porque te pasas dos domingos sin marcar y llueven las críticas. De un gol depende el ánimo de los aficionados. Si marcas eres un santo y además guapu, con ojos azules. Si no marcas, es que estás gordo, eres lento, andas pensando en otras cosas".

Esta entrevista fue realizada en la cafetería de la Escuela de Fútbol de Mareo. Durante casi tres horas de conversación, un rosario de aficionados se acercaron a pedir a Quini un autógrafo. "¿Sabes?, esta firma mía es calcada a la de mi padre, al que también llamaban Quini. Heredé el nombre y el apodo. Mi padre fue portero, jugó en Infiesto y aquí, en algún equipo de Gijón". Un aficionado llega con su hijo de 15 años. El adolescente nunca vio a Quini jugar en directo, pero se fotografía con él con ojos de admiración. "Llevo toda la vida así, recibiendo el cariño de la gente, así que agobio, ninguno. Los amigos son el gran tesoro de la vida".

Compartir el artículo

stats