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CARLOS JIMÉNEZ ESCOLANO | Traumatólogo jubilado, historiador, pintor y músico

"Desde que tienen ordenador, los médicos no miran a los pacientes a la cara"

"A los mayores les recomiendo que envejezcan dignamente, según su criterio de digno; por lo menos que no abandonen lo que siempre hicieron"

Carlos Jiménez Escolano, frente al Ayuntamiento de Ribadesella. P. M.

Carlos Jiménez Escolano (Madrid, 1949) es médico traumatólogo y cirujano ortopédico (ahora jubilado), además de doctor cum laude en Historia de la Medicina e Historia de las Ciencias. Se describe como un humanista con "aficiones múltiples", entre las que están la escritura, la astronomía, la cosmonáutica, la música (toca la batería) y la pintura. Afincado en la localidad riosellana de Vega, expone una selección de 34 óleos en la Casa municipal de Cultura hasta el día 15.

-Se licenció en Medicina y Cirugía, pero en su doctorado optó por la Historia, ¿por qué?

-No hice la tesis en traumatología porque eso de poner tornillos me parecía una chorrada (risas). Me gustaba más, me dejaba más a gusto, la Historia, en términos generales. Luego he escrito varias novelas y libros históricos, como "Lágrimas de arena", que cuenta la historia del pueblo hebreo. Hablando con un amigo ginecólogo comentamos que los jóvenes no tienen ni idea de religión y, pese a que no soy creyente de ninguna, nunca me he arrepentido de que me la hayan enseñado. Me pregunté: ¿y si escribo un libro contando de forma jocosa todo lo que me contaron en su día y algo más? Y lo hice.

-¿Necesita la medicina actual mayores dosis de Humanidades?

-El médico tradicional siempre ha estado unido al humanismo. Es el caso de Santiago Ramón y Cajal, gran humanista, o Gregorio Marañón, más conocido como médico que como humanista. En el otro sentido, hay mucha gente que no sabe que Pío Baroja era médico. Es verdad que desde la aparición de la tecnología y la informática, los médicos jóvenes son muy buenos técnicos, pero no valoran, no hacen ese esfuerzo por el humanismo, no tienen ni idea de quién era Viriato porque no lo consideran necesario. En la Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas (Asemeya) preparé el discurso de ingreso para varios colegas, pero con más de cuarenta años. Los que acaban ahora están lanzados a la técnica, pero muy poco a cultivar las Humanidades.

-¿Influye esto en la atención que prestan al paciente?

-Influye sobre la proximidad asistencial, sobre la empatía asistencial. Hoy en día los médicos son buenos técnicos, pero la gente se queja mucho de la falta de esa proximidad y esa empatía. Desde que los médicos tienen ordenador, en lugar de hacer las historias a mano, no miran al paciente a la cara ni le gastan bromas. La medicina es más fría y mucho menos exploratoria. Soy de las últimas generaciones que piensan que al paciente hay que sobarlo, como decía uno de mis profesores. En la situación actual esto es controvertido, se pide directamente la resonancia magnética y nos quitamos un problema. Es otra generación, otra cosa.

-Usted fue secretario general de la Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas, ¿era más frecuente alguna disciplina artística que otra entre los galenos?

-Sí, la novela o el ensayo. Hay algunos poetas, tanto hombres como mujeres, y también algunos pintores.

-¿Tienen algún nombre conocido entre sus socios?

-Jaime Salón, que falleció en 2013, fue un dramaturgo español bastante conocido, era médico y socio de Asemeya. Como en tantos otros, para él lo de la medicina era totalmente coyuntural. Ahora el presidente es Alfonso María Ruiz Mateos, que es psiquiatra. En Asturias somos cinco, pero nos resulta difícil reunirnos, porque no tenemos sede aquí.

-¿Qué ha encontrado en Vega, donde reside de forma permanente desde hace un año?

-La primera vez que vine a Asturias fue con mi padre y yo tenía 4 años. Desde entonces siempre pasamos los veranos en Gijón porque mi padre, a pesar de ser practicante y no tener una renta muy alta, era ferroviario y tenía acceso gratuito a Renfe. Cogía el Seiscientos, a los hijos y nos veníamos a Asturias. Tardábamos doce horas, porque subíamos el puerto, literalmente. Cuando me independicé procuré continuar viniendo a Asturias, y primero era Lastres, donde quisimos comprar una casa, pero la cosa se torció. Luego la encontramos en Vega y con el paso del tiempo ha ido transformándose en nuestro refugio. Decidimos que cuando me jubilase nos vendríamos y nos hemos ido enganchando.

-Impartió una charla a los mayores de Ribadesella sobre cómo se ha educado a los hijos, ¿qué les contó?

-Entre mi generación y la de mis hijos hay un gran cañón del Colorado en medio. Socialmente las cosas habían sido muy lineales hasta que en la década de los sesenta llegó la famosa revolución cultural. Hay una enorme grieta que mi generación ha saltado como ha podido, peor que mejor. De repente se produjo una revolución a la que nos hemos tenido que ir adaptando como hemos podido, malamente. Nuestros hijos han heredado nuestros errores y han creado otros por sí mismos, en una sociedad que no ha sabido calcular los efectos de la falta del valor del humanismo. No veo que los jóvenes tengan rebeldía, aunque sea por razones equivocadas. Percibo que todo les importa un rábano. No puedo criticar a los jóvenes actuales, pero sí decir que no les entiendo, me encuentro un poco marginado. Por eso estoy en Vega, allí somos todos mayores y nos entendemos (risas).

-¿Qué les recomienda para llevar eso que llaman envejecimiento activo?

-Que lo hagan dignamente, según el criterio de digno que tenga cada uno. Por lo menos, que no abandonen lo que siempre han hecho. Pero en Vega no nos aburrimos, el año pasado el teclista del grupo "Los Relámpagos" y yo estuvimos tocando música de los años sesenta en la cuadra de un vecino por las fiestas del Rosario, luego celebramos el amagüestu y otro día proyectamos cine cómico.

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