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Regreso a las raíces

La crisis láctea, una gran ocasión para volver a cultivar las vegas asturianas

La propiedad minifundista lastra la fuerte demanda de cultivos, ya que los dueños son reacios a alquilar los terrenos

Recogida de kiwis en La Isla, Soto del Barco. MIKI LÓPEZ

El campo asturiano se prepara para vivir un viaje de regreso a una de sus raíces olvidadas, a la agricultura, a la huerta. La crisis láctea que azota al sector ganadero ha abierto la puerta de la diversificación. El desarrollo del medio rural en el Principado ya no sólo depende de las vacas, sino también de los nuevos cultivos, como el kiwi y los arándanos. Estos frutos encuentran en las vegas de los ríos las condiciones óptimas para alcanzar su punto de maduración y la excelencia en el sabor. Los productores elogian las condiciones de estas tierras, pero que por desgracia están abandonadas. Tan sólo las riberas del bajo Nalón están empezando a llenarse de plantaciones, aunque todavía de forma muy tímida. Y eso que la demanda no para de aumentar. "Estamos desbordados. El interés por los suelos de vega es enorme", sostiene Juan Antonio Lázaro, responsable del grupo de desarrollo rural del Bajo Nalón. Entonces, ¿qué falla?

Los agricultores responden: la propiedad de la tierra. Es decir, los suelos son privados y los dueños se oponen a ponerlos en alquiler o en venta. En este sentido, los productores reclaman un cambio de mentalidad. "El campesino siempre tuvo apego a sus tierras. Ahora, parece que eso empieza a cambiar y que hay una cierta apertura. El propietario de la finca tiene que darse cuenta de que no pierde, gana dinero. Y no sólo por el alquiler, sino porque cuando acabe el contrato, su terreno estará revalorizado. Gracias a su explotación, pasó de estar muerto a estar vivo", razona Manuel Cimas, responsable de una plantación de kiwis en la vega de Aguín, en Piloña. Según Cimas, es "una pena" que Asturias tenga cientos de hectáreas en baldío, y pone como ejemplo la cuenca del Sella. "Tiene un potencial brutal y está totalmente desaprovechada", lamenta.

Para ponerle remedio a esta situación, los productores reclaman al Gobierno del Principado la elaboración de una plan de explotación de las vegas, que incluya una clasificación del valor de las tierras, además de una figura de protección para los suelos de mayor interés productivo. En este contexto, juega un papel clave el Banco de Tierras, ya que otro problema asociado a las llanuras aluviales es su tamaño. Se tratan de fincas muy estrechas y pequeñas, que obligan al agricultor a hacer una concentración parcelaria. Es ahí donde entra este organismo público, que actúa como intermediario en el arrendamiento de fincas. Mari Cruz Varela, de Agones (Pravia) no tuvo que recurrir al Banco de Tierras, ya que consiguió llegar a un acuerdo con los dueños de la vega de Los Cabos, junto al río Nalón. Varela representa el futuro del campo asturiano, puesto que además de tener ganado de carne, se dedica a la huerta. Concretamente, al cultivo de faba en una extensión de 4.000 metros cuadrados. La praviana asegura que lo que de allí sale es "oro blanco". "No sé qué secreto esconden estas tierras, pero son extraordinarias. La cosecha está siempre asegurada y su calidad es tal que vendo fabas a restaurantes de Asturias, País Vasco y Madrid", explica.

Ese secreto del que habla Mari Cruz Varela son más bien secretos: alta presencia de nutrientes, un clima benigno -libre de heladas- y abundancia de agua. Justamente las características que precisa el kiwi para su desarrollo. "Son los suelos más fértiles. Prueba de ello es que toda nuestra producción se concentra en ellos. La pena es que no se potencien más estas zonas y que tengamos tantas dificultades para acceder a nuevas tierras sitas en las vegas", protesta Ignacio Cavanilles, presidente de la Asociación Asturiana de Profesionales del Kiwi (AAPK).

El interés por recuperar las riberas de los ríos como terrenos de cultivos no es sólo de los agricultores, sino también de los ayuntamientos. Es el caso del de Ribera de Arriba, cuyo desarrollo rural depende de forma directa de la explotación de estas áreas. El Alcalde, José Ramón García, sostiene que para su concejo es "primordial". "Tenemos la vega de Bueño abandonada desde los años 70 y nadie hace nada. Sólo un veinte por ciento de ella es utilizada por vecinos para plantar arbeyos y fabas. Pero se podría hacer mucho más, ahora están pisando fuerte los kiwis", manifiesta García. Lo mismo opina el Alcalde de Pravia, Antonio de Luis Solar, consciente del potencial que constituyen estos terrenos para el municipio. Solar reclama a la Confederación Hidrográfica del Norte que lleve a cabo una limpieza de los ríos. "Tienen completamente abandonado el Nalón. Ya se están formando islotes por la acumulación de sedimentos y eso provoca que el río rompa y anegue de agua las plantaciones", comenta. El regidor praviano insiste en que seguirán haciendo presión para corregir esta situación, que tanto preocupa a los productores de la comarca.

Ignacio Cavanilles sabe bien lo que es perder plantas a causa del agua. "Al margen de la propiedad de la tierra, ése es el principal problema que tenemos ahora con las vegas. Estamos cansados de pedir una solución", sostiene Cavanilles. A su juicio, esa solución pasaría por dragar y limpiar los ríos de forma regular así como poner en marcha una política de control de los embalses. La última riada que arrasó las plantaciones de kiwi del Bajo Nalón se produjo en febrero de 2013 a consecuencia del temporal "Gong". Esta problemática, sin embargo, no se da en la cuenca del Sella, ya que como señala Manuel Cimas, por lo general está más cuidada, gracias a la presión que hacen las empresas dedicadas al turismo de piragua. Aun así, el riesgo de inundaciones siempre está ahí, como advierte Juan Antonio Lázaro.

El responsable del grupo de desarrollo del Bajo Nalón cree que ha llegado la hora de profesionalizar la huerta. "A diferencia de la ganadería, la agricultura empieza a evolucionar ahora con la entrada de nuevos cultivos, pero llevaba años estancada", señala Lázaro. De hecho, una parte importante de las vegas son utilizadas para la producción de maíz y forraje para las vacas. Un uso que, a juicio de los expertos, es erróneo, pues dada la fertilidad de los terrenos, se deberían destinar a otros productos, como el kiwi, las fabas o cualquier otro alimento hortofrutícola. Las pomaradas de manzanas es otra opción, aunque no la mejor, puesto que precisan terrenos con cierta pendiente. "El consumidor ahora pide calidad y esa calidad se obtiene en las vegas", indica Lázaro, que considera que el campo asturiano debería explotar la marca Asturias. "Gozamos de una posición muy buena en el mercado nacional. Pues aprovechémoslo", dice.

Eso es precisamente lo que hace Mari Cruz Varela con sus fabas. Esta agricultura praviana anima a los asturianos a diversificar: "Tenemos una riqueza tremenda y el complemento perfecto a cualquier ganadería, ya sea de carne o de leche". La diversificación puede ser una salida a la crisis que está sufriendo el sector lácteo a consecuencia del final de las cuotas. Los ganaderos clamaban el viernes en Madrid que su futuro era la leche, pero ahora el campo asturiano puede caminar también en otra dirección, en el de atender la cuadra y la huerta a partes iguales.

Los productores aseguran que Asturias sólo produce el diez por ciento de las hortalizas que consume. Parece por tanto que en el campo quedan aún muchos deberes por hacer. Y esto afecta también a los nuevos cultivos. La producción ha crecido en estos últimos años, pero no al ritmo que marca la demanda. Manuel Cima, de Piloña, afirma que España produce al año unas 12.000 toneladas de kiwi y, sin embargo, se consumen 130.000. "La diferencia es considerable. Encima, del total de la producción, Asturias sólo cubre el 15 por ciento, mientras que Galicia un 80 por ciento. Está todo por hacer", opina Cima.

Estas cifras no deben contribuir a tirarse a la piscina sin flotador. Cima advierte que tanto en el caso de los kiwis como en el de los arándanos la inversión inicial es alta y los beneficios económicos no llegan hasta el octavo año. Eso sí, puntualiza que se tratan de frutos con mucho rendimiento. "Una hectárea de kiwis puede darte entre 30.000 y 35.000 kilos al año. Eso es una auténtica barbaridad", destaca Cima, que lleva ya treinta años sacándole rendimiento a las vegas de los ríos. Estos suelos también pueden constituir una oportunidad para la producción ecológica, tal y como indica Mari Luz García, presidenta de la cooperativa Agrecoastur.

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