La de ayer en Covadonga fue una jornada de cuento, que quedará para en el recuerdo. El desfile final de la Guardia Real en Asturias cogió por sorpresa a los fieles de la Santina, que siguieron con expectación el grandioso despliegue que protagonizaron las Fuerzas Armadas de la Corona. Más de 500 militares participaron en una exhibición histórica que sirvió para poner el broche final a una intensa semana de marchas con sables, lanzas y cornetas en mano. Entre el público hubo de todo: desde personas "sintecho" y corredores de montaña hasta una novia vestida de blanco y un ciclista, cuyo nombre: Juan Carlos Reina, despertó las risas de sus compañeros por su connotación monárquica. Pocos esperaban al cuerpo del Rey, pero la milicia sí que les esperaba a ellos.

Y ellos son, por ejemplo, las gijonesas Ángeles Acebal y Flor García. "Esto es una maravilla", aseguraban mientras la banda de música imprimía ritmo a un desfile que apelaba al amor por la patria. La exhibición comenzó con la colocación de todas las unidades (más de diez) en la explanada de la basílica. Mientras las autoridades -el delegado del Gobierno en Asturias, Gabino de Lorenzo; el delegado de Defensa, Vicente Bravo; el Arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes; y la diputada popular por el Oriente, Marifé Gómez- tomaban sitio, una voz ante el micrófono detallaba lo que iba a pasar a continuación. En pocas palabras: un homenaje a los caídos. Fue el momento en que los guiones y banderines de todas las compañías avanzaron hacia la estatua de Pelayo, liderada por dos caballos de la escolta y la batería real, que trotaban despacio y con la cabeza agachada. Una corona y la bandera nacional fueron los elementos que utilizaron los militares para recordar "a todos los que dieron su vida por España". Sonó el himno y los fusiles pusieron la nota final.

"Esto está precioso. Nunca lo habíamos visto y es increíble. Nos gusta todo", decían Marlén Alonso y Dolores González, vecinas de Covadonga, en el momento en el que la Guardia Real desfilaba en dirección a la cueva de la Santina. Las motos Harley-Davison, los perros y los caballos mostraban todo su encanto. El Real Sitio estaba abarrotado de miradas. Todos aplaudían. "Fue muy emotivo", indicaba Flor García, que destacaba el instante en el que se hizo silencio y el público escuchó el himno de España. Para los novios Álvaro Hernández y Yoly Piedrahita, los dos madrileños, encontrarse con la Guardia Real en Covadonga fue todo un acontecimiento. Se casaron el sábado pasado en Guadarrama y ayer hicieron el reportaje fotográfico de la boda entre caballos y militares vestidos de gala. "Estoy enamorada de Asturias, por eso vinimos has aquí para hacernos las fotos. Fue casualidad encontrarnos con esta exhibición", afirmaba Piedrahita, que llevaba cogida de la mano a su hija Indora Hernández, de tan sólo tres años.

El espectáculo, que duró aproximadamente una hora, concluyó en la Santa Cueva con la ofrenda a la Virgen, que consistió en la entrega de la bandera de España. La misma que se había izado minutos antes en la basílica. El acto contó con una presencia reducida de autoridades y militares, debido al poco espacio que tiene la cueva, lo que imprimó por otro lado una magia especial al encuentro.

"Es magnífico poder finalizar las maniobras en un lugar tan emblemático como Covadonga, en el que hemos estado presentes por primera vez en la historia", manifestaba el capitán y jefe de comunicación del servicio de la Corona, Manuel Fernández del Hoyo, satisfecho con la acogida que los asturianos dieron a la gira real. Una gira que no volverá a repetirse hasta dentro de treinta años. Como poco.