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Desbloquear las listas daría poder al votante pero crearía confusión, dicen los expertos

Los constitucionalistas creen que el modelo "nórdico" podría generar mayores tensiones en los partidos

Desbloquear las listas daría poder al votante pero crearía confusión, dicen los expertos

Las listas electorales cerradas y desbloqueadas, que están desde el pasado miércoles sobre la mesa del grupo de trabajo que discute la reforma del régimen electivo en el Principado, nacen pensadas para comerle terreno al poder omnímodo de los partidos en la confección de las candidaturas, pero amenazan a cambio con complicar notablemente el sistema de selección y el escrutinio y tal vez, en opinión de algunos expertos, con generar en el interior de las formaciones políticas tensiones tan inéditas como el nuevo modelo. La propuesta, basada en el modelo de algunos países nórdicos, hace discutir a los grupos políticos de la Junta sobre la conveniencia de implantar en Asturias un sistema pionero en España que permitiría al elector mover a su gusto el orden de los aspirantes a diputados dentro de la lista de un partido con la única excepción del que haya sido designado para el primer puesto.

Asumiendo lo mucho que queda por discutir, aceptando la multitud de cabos sueltos pendientes de anudar, la defensa del modelo identifica su punto fuerte en la capacidad de maniobra que el ciudadano ganaría frente a los partidos. Al otro lado también hay quien alerta de que la debilidad esencial del método alumbraría un sistema notablemente más complejo que el actual y requeriría un notable esfuerzo, igualmente inédito, de adiestramiento al elector.

Para explicar por qué está aquí esta alternativa, el profesor de Derecho Constitucional Miguel Presno, uno de sus promotores, la presenta como una opción que "combina la coherencia ideológica interna que le otorga el que la candidatura venga hecha por un partido con el margen de los electores para seleccionar a los candidatos que le parecen mejores". Es diferente de una lista abierta pura, en la que el votante podría combinar aspirantes de diferentes partidos y es, a juicio de Presno, también "mejor", porque "una lista abierta resulta antinatural. Una en la que se introdujera a una persona del PP con otra del PSOE y una más de Podemos", ejemplifica el profesor, no tendría sentido, toda vez que cada uno de ellos "va a defender proyectos políticos diferentes".

Según el modelo propuesto, el elector tendría poder sobre el orden de los candidatos inicialmente del puesto 2 al 10 en el caso de la circunscripción central asturiana. Se mantendría inamovible al cabeza de lista, al decir de Presno, porque se entiende que "le da especial relevancia" y porque además aquí se añade la exigencia de que la persona que encabeza la candidatura haya de ser elegida en primarias. Para respetar además la exigencia de paridad por sexos que reclama la ley electoral general, el planteamiento inicial del mecanismo dejaba abierta la posibilidad de que se estableciesen en cada lista dos grupos de desbloqueo, de suerte que el elector podría alterar los puestos del 2 al 5 por un lado y del 6 al 10 por otro, mediando la necesidad de que dentro de esos dos grupos hubiese en lo posible proporcionalidad entre hombres y mujeres.

Diseño de las papeletas

Reside aquí uno de los estorbos que algún especialista observa en el modelo si no se articula bien. Podría volverse complejo. "El sistema electoral ha de ser sencillo y comprensible para que pueda considerarse transparente", opina el politólogo Óscar Rodríguez Buznego. "Si le añadimos tantas particularidades, corremos el riesgo de que resulte complejo, extraño y engorroso de manejar", además de enredar hasta el extremo el escrutinio. No excluye Presno que una de las desviaciones del sistema sea cierta exigencia de "explicarlo claramente", o de diseñar una papeleta en la que sea fácil hacer ese tipo de juegos, pero ya se está haciendo en otros países y no hay razón para suponer que el español medio es más tonto que el checo o que el holandés". Otro asunto a calibrar es, a su juicio, el límite de votos para que sea efectivo el cambio de orden de un candidato. Si eso no se evalúa bien el riesgo es que "la gente acabe viendo que las cosas no han cambiado".

En el capítulo de objeciones a esta opción por el voto preferencial anota Buznego además la sensación de que se obligaría a los candidatos a competir por el favor de los electores no sólo contra el adversario político, también con sus propios compañeros, y es eso lo que podría llegar a alumbrar "tensiones internas en los partidos. Una cosa es que los partidos deban reformarse y otra que los debilitemos más de la cuenta". Además, "la imposibilidad de postergar al número uno de la lista podría plantear algún problema si alguno de los demás candidatos tiene más votos que él".

El politólogo duda de que esta reforma sea el resultado de una evaluación seria de la situación actual. "Tengo la impresión", asegura, "de que se hace más por razones de oportunidad política que por ser la conclusión a la que se ha llegado después de analizar el sistema y descubrir sus fallos". Invita Buznego a examinar el modelo vigente y a adecuar el cambio a los resultados del análisis, porque el régimen en vigor tiene, en su opinión, "menos margen de mejora del que parece en el terreno de la representatividad", pero sí ha planteado algún problema para formar gobiernos estables.

Ramón Punset, catedrático de Derecho Constitucional, escoge "difícil de aplicar" e "inocuo" para calificar el modelo propuesto. Hoy, y la elección abierta del Senado es su prueba, "el elector vota automáticamente a unas siglas", afirma. "Para votar a personas se necesitaría otro tipo de cultura política, una que no se da en la actualidad ni es previsible que se dé". Su opción, dicho eso, es un sistema mixto, inspirado en el modelo alemán, que proveería una parte de los escaños mediante el sistema proporcional de listas elaboradas por los partidos y otra por el método de elección individual en circunscripciones uninominales, más vinculado con la relación directa entre los votantes y sus representantes.

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