Sí a los deberes escolares, pero con condiciones: la calidad tiene que primar sobre la cantidad, no deben exceder una hora de dedicación para que sean compatibles con otras actividades y los padres tienen que aprender a motivar, no a castigar.

Éstas son las conclusiones a las que ha llegado un equipo de investigación del departamento de Psicología de la Universidad de Oviedo tras una década de estudio y colaboración con otras instituciones académicas y centros internacionales. Los resultados del análisis se han recopilado en una tesis doctoral en la que también se hacen recomendaciones a los profesores y a los padres. A los primeros, para que pongan deberes "útiles" y, a los segundos, para que sepan cómo implicarse en las tareas de sus hijos.

Los catedráticos de la Universidad de Oviedo José Carlos Núñez y Guillermo Vallejo y la profesora asociada Natalia Suárez Fernández llevan años analizando las ventajas e inconvenientes de los deberes escolares. Además de tomar como base publicaciones científicas incluidas en el "Journal Citation Index", la psicóloga realizó trabajo de campo para su tesis en el "Center on School, Family and Community Partnership and de National Network of Partnership Schools" de la Johns Hopkins University de Baltimore (EE UU), considerado el más relevante del mundo en la materia. Además, durante diez años se ha trabajado en colaboración con la Universidad de Minho, en Portugal, y ahora se ha unido la de La Coruña.

El estudio partió del planteamiento de preguntas básicas: son o no beneficiosos los deberes escolares; ayudan a mejorar el rendimiento de los alumnos; cuánto tiempo deben ocupar; cuál es el papel de los padres.

El catedrático y director del estudio, José Carlos Núñez, es contundente: "Sí a los deberes, claramente, porque los datos científicos demuestran que son buenos". Pero a renglón seguido matiza que deben cumplirse una serie de requisitos o condiciones.

Tiempo de dedicación. No deben de exceder de la hora. "Los estudios de José Muñiz, catedrático de Psicometría, concluyen que el tiempo adecuado se debe calcular según la fórmula de multiplicar el curso en el que está el niño por diez minutos, porque a partir de ahí el proceso de atención se reduce", explicó Núñez. Para conseguir buenos resultados, "los profesores se tienen que coordinar entre ellos para ajustar las tareas".

El estudio también revela que los deberes sólo tienen un efecto positivo sobre el aprendizaje y el rendimiento de los escolares cuando ya son en cierta medida autónomos. Cuando son pequeños, deben ser mínimos.

El profesor remachó que "quizás no todos los niños deben llevar deberes todos los días", porque no se deben ver "como un instrumento para generar hábitos de estudios, que esos los tienen que adquirir con la asistencia a clase diaria. Los deberes deben verse como el instrumento con el que cuenta el profesor para saber si el niño adquiere los conocimientos, entiende lo que se le explica y lo sabe desarrollar. Y en función de eso, él puede planificar su trabajo, sabe si debe de insistir más en un punto concreto de la materia que está impartiendo o puede avanzar, y qué alumnos necesitan más apoyo y ayuda para comprender ".

Calidad y no cantidad. Pero el problema no es tanto de cantidad como de calidad. "Los deberes con los que se obtienen mejores resultados, los más productivos, son aquellos que suponen la aplicación práctica del conocimiento. Los profesores tienen que conseguir que lo que los niños han estudiado en clase lo sepan aplicar, qué vean empíricamente para qué sirve, porque si no, el conocimiento es inerte", remarcó el catedrático. Si se aplica este principio, "con poner uno o dos ejercicios es suficiente, porque el objetivo es que el profesor sepa si el alumno domina el contenido o no, y diferenciar entre aquellos que los han asumido bien y los que necesitan apoyo", insistió.

Deberes o actividades extraescolares. El estudio realizado por los profesores de la Universidad de Oviedo indica que los niños que hacen deberes a diario, "pocos pero de calidad", matiza de nuevo José Carlos Núñez, "rinden más y mejor que los que no los realizan o aquellos que los llevan a clase sin terminar o mal resueltos".

Pero los niños también deben realizar actividades extraescolares. "El estudiante debe de aprovechar el tiempo. Hay que enseñarle habilidades de trabajo y estrategias de gestión del tiempo. Si se ponen los deberes adecuados, se logra la máxima concentración y los niños necesitan dedicar menos tiempo que si se aburren y distraen", explicó el catedrático.

Esta gestión del tiempo ayudará a que los niños puedan practicar también otras actividades una vez finalizada la jornada escolar y que José Carlos Núñez considera que "son también muy importantes. Ya lo dijo Howard Gardner -Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales-, que hay que cultivar las múltiples inteligencias que tenemos". Por eso, el profesor de la Universidad de Oviedo aprovechó para indicar que "la enseñanza obligatoria debería ir orientada a que el niño pueda practicar otras muchas facetas, de tal manera que cuando tenga que elegir qué quiere hacer, qué quiere estudiar, pueda hacerlo sabiendo lo que le gusta".

El papel de los padres. Es fundamental. El problema es que en muchos casos está mal orientado. "Cuanto mayor es el control, menor es el rendimiento". Esta es la premisa básica. "Los padres debemos implicarnos de manera motivacional y emocional, para apoyarlos y animarlos, no para castigarlos", aseguró José Carlos Núñez. "Cuando los niños van mal, nos preocupamos y estamos pendientes de si hacen los deberes y se les castiga sin realizar otras actividades. Es un gran error. Si los niños tienen dificultades no es porque no hagan los deberes, hay otros motivos. Si la implicación de los padres es la de controlar, reñir y castigar, lo que hacen es provocar aún mayor rechazo del alumno hacia el estudio y las tareas, y por tanto empeora la situación".

En opinión de este catedrático, "los departamentos de orientación deberían tratar esta cuestión con los padres, y la Consejería de Educación debería impulsar este tipo de programas".