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Arquitectura personal y 2 | FRANCISCO PALACIOS | Historiador

"Parece que fue el pueblo el que acabó con el régimen, pero Franco murió en la cama"

"Cuando empecé a dar clases había matrimonios que estudiaban en el nocturno para su ascenso social, y sabían a lo que iban; no sé si hoy se da eso"

Francisco Palacios González, en Oviedo. LUISMA MURIAS

El historiador Francisco Palacios nació en Ciaño (Langreo) en un año que no quiere decir. Estudió el Bachiller y la carrera a la vez que trabajaba en la tienda de su madre. Después de dar clases en Ujo, Grado, Pola de Laviana y, durante veintidós años, en el instituto de Sama, se jubiló en 2001. Está casado, tiene dos hijos y una nieta, Ángela, de 9 años. Ha escrito "El Racing Club Langreano (1915-1961)", "Pedro Duro, un capitán de la industria española", los prólogos a los tres tomos de "Langreo en el pasado", "Historia de la prensa en Langreo" y "Caciquismo, lucha localista y revolución en el Langreo contemporáneo". Es colaborador de LA NUEVA ESPAÑA.

-En su casa eran socialistas, usted pasó por el pensamiento social en su breve fase religiosa y ¿se hizo de izquierda en la Universidad?

-Me influyó mucho la intensa actividad política y cultural en algunos centros de Langreo en los años sesenta y setenta.

-¿Cuáles?

-Amigos del Nalón, dependiente del Partido Comunista, por donde pasó buena parte de la progresía asturiana de la época; el Ateneo de Ciaño, controlado por el Opus Dei, donde dieron conferencias sobre los planes de desarrollo los ministros López Bravo y López Rodó. La Montera de Sama, sede del Centro de Iniciativas del Valle Nalón, donde colaboraron gente del régimen y de la clandestina oposición, sobre todo socialistas y comunistas. Y otros centros de distinto ideario.

-Pero en la Universidad...

-Conocí a la gente del Partido Comunista. A José Antonio López-Brugos, Gabriel Santullano, Carmen y Alfredo Mourenza, Carlos Iglesias y José María Álvarez Llana. Asistí a sus reuniones y mi giro empezó ahí, aunque lo que más me cambió la manera de pensar fueron las clases de Gustavo Bueno, con las que pasé de joven idealista a algo más dialéctico y crítico. Sus clases apasionantes, que no siempre entendía, me dieron la vuelta como un calcetín. Soy antes y después de Bueno y todavía sigo sus libros. Salí con tendencia de izquierda.

-Militó en el PC.

-Sí, me coartaron. Me dijeron "te inscribimos", al margen de que quisiera o no. En tiempos de Franco. Yo vivía en un piso de mis padres en Torre de Abajo y se lo dejaba para hacer reuniones.

-¿Cuánto estuvo en el PC?

-Hasta después del Congreso de Perlora, pero sin que mi salida estuviera relacionada con esa crisis. En el PC de Langreo tenía reuniones interminables, de pocas conclusiones, con Fausto, Vicente Gutiérrez Solís, Manuel Nevado Madrid. Creíamos que todo era posible, pero los que cambiaron España fueron otros y lo hicieron porque tenían poder. Parece que fue el pueblo el que acabó con el régimen, pero Franco murió en la cama. La gente influyó, pero observo que hay más antifranquistas ahora que entonces.

-¿Corrió peligro?

-No, pero tuve algunos problemas para sacar el carné de conducir, y para ejercer la docencia me pidieron el certificado de buena conducta -que era de buena conducta política- y me lo denegaron por colaborar con un partido político al servicio de una potencia extranjera, supongo que sería Rusia. Eso fue en 1972.

-¿Hizo la mili?

-No. Trabajé como profesor interino en Ujo y seis cursos en Grado. Saqué las oposiciones en 1977, me destinaron a Pola de Laviana y estuve allí hasta que pedí el traslado y me lo dieron al instituto Jerónimo González, de Sama. Me interesaba estar en Sama. Tenía a mi mujer allí.

-¿Cuándo se casaron?

-En 1973. María Ángeles y yo nos habíamos conocido dos o tres años antes en Sama. Ella iba al teatro. Hizo Magisterio y ejerció algo, pero después lo dejó.

-¿Militó en algo más después del PCE?

-No. No tengo espíritu de partido, soy indisciplinado para eso. Al salir del partido se me amplió el horizonte, me quité las orejeras del fundamentalismo. Aunque tengo que decir que el PC hizo una gran labor entonces.

-Usted conoce bien la historia de Langreo.

-La historia contemporánea.

-¿Hay otra?

-Sí, pero la historia contemporánea de Langreo empieza con Pedro Duro. Hubo otra experiencia, en 1792, cuando Carlos IV eligió un grupo de minas de Langreo para explotarlas y ahí se fundó la empresa del Nalón para llevar el carbón hasta San Esteban de Pravia. Aquello fue un desastre económico y estratégico. Venció después la idea de Jovellanos de crear la carretera carbonera, pero se hizo un poco tarde. Luego vino el ferrocarril, que es el que trae a Pedro Duro. A Duro le animó el contacto con el marqués de Camposagrado, pero lo determinante fueron el carbón, el ferrocarril, la abundancia de agua y una mano de obra barata y muy curtida, miles de campesinos que habían trabajado en la construcción de la carretera carbonera y del ferrocarril. Al final del XIX se creó el Ferrocarril del Norte. El ferrocarril es también vehículo de ideología. Los anarquistas vienen en el ferrocarril de Langreo desde Gijón, y los socialistas, por la línea de Oviedo.

-Se jubiló en 2001. ¿El aula es buen sitio para ver el entorno y su evolución?

-Notaba problemas que los alumnos podían tener en casa. Hay muchos tipos de alumnos, pero destacan los que superaban la precariedad familiar y los que, con circunstancias favorables, se quedaban atrás. El origen no lo es todo. El instituto siempre dio unas becas. Durante la República las multiplicó por diez y una de las condiciones que puso para que accedieran los hijos de los trabajadores era que se esforzaran mucho porque su camino iba a ser el taller o la fábrica. No las daban sólo por la humildad de sus orígenes.

-Qué cambios notó en sus 22 años de profesor en Sama.

-Cuando empecé a dar clase en el instituto Jerónimo González había más de 1.000 alumnos y ahora habrá 300. Al nocturno iban matrimonios que querían hacer una carrera y utilizaban el Bachillerato para el ascenso social. Di clase a alumnos mayores que yo y sabían a lo que iban. Hoy no sé si eso se da.

-Más cambios.

-Se fue a una mayor indisciplina. No tuve problemas porque no fui profesor amigo. Creo que eso es un desastre: al principio bien, pero luego se suben a las barbas. Tengo amigos entre exalumnos.

-Tiene dos hijos, ¿fue un padre presente?

-Creo que sí.

-Dio clases y compaginó la investigación y la enseñanza.

-Sí. Siendo profesor escribí cuatro libros, más artículos e introducciones a libros fotográficos. Y sigo en ello.

-¿Qué tal siente que le trató la vida hasta ahora?

-En líneas generales, creo que bien... tuve buenos profesores.

-¿Por qué les da tanta importancia?

-Cuando estudié por libre tuve un profesor de Dibujo en Gijón, un buen pintor que había estado en el exilio y cuyo nombre no recuerdo. Tenía aprobadas todas las asignaturas del Bachiller elemental salvo el Dibujo Artístico, que se me daba muy mal. Me puso de examen copiar un ánfora griega, miró mi dibujo y me dijo: "Ya sabe que con esto no vamos a... pero comprendo que debe seguir adelante". Me aprobó. Me sacó de una situación de la que no tenía rudimentos para salir.

-¿Por qué le fue bien?

-No tuve grandes problemas. Viví relativamente bien, teníamos tienda, tuve pronto una casa para independizarme...

-¿Lo pasó bien?

-Tuve épocas en que no lo pasé bien. En la adolescencia tuve cargas, trabajo y estudio, pero lo sobrellevé con juego, cine, teatro, lectura. No estoy descontento de mi vida ahora que estoy más cerca de la meta que del origen.

-Le interesaba la Filosofía, pero, al cabo, le gustó la Historia.

-Sí, tiene mucho campo.

-¿Le sirve para entender el presente?

-Veo la historia local a través de la nacional. Langreo no se puede explicar sin la historia de España, y viceversa, porque toma escala nacional cuando viene Duro y escala internacional cuando empieza a asistir a las exposiciones universales o invierte aquí gente como Prim, a mediados del XIX, Mon, el marqués de Camposagrado...

-Entiende Langreo por su historia.

-Creo que sí, pero el presente no... La historia no es maestra de nada. Hegel decía que ni los pueblos ni los políticos aprenden nada de la historia. Si aprendieran, no se repetirían las catástrofes.

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