Un "exiliado económico", un "hijo de la reconversión", un langreano de Ciaño que se fue a trabajar a Galicia y ha vuelto, un aspirante a altavoz de la izquierda con vocación de "convergencia". Jesús Rodríguez Sendarrubias, "29 años, uno menos que Alberto Garzón", da unas pinceladas de autorretrato personal y político y pasa a explicar por qué se ha atrevido a postularse como uno de los nueve rivales que el líder nacional de IU tendrá en la carrera hacia las primarias para encabezar la lista electoral de Ahora en Común por Madrid.

En esta competición pintoresca, heterogénea, sostiene Rodríguez que "hacía falta un independiente. Todos los perfiles de aspirantes están vinculados a aparatos de partidos o asociaciones -de IU al Partido Multicultural por la Justicia Social, pasando por el Partido Verde canario-, pero no había ninguna persona desligada de las organizaciones políticas, alguien que se presentara sin representar a nadie, o en realidad representando a todos".

El candidato, que lo es en las primarias que elegirán al aspirante a La Moncloa, rivalizará a la vez en las de Asturias entre otros con el coordinador regional de IU, Manuel González Orviz. Exmilitante de la coalición, presenta sus cartas por primera vez pensando que "la convergencia es el único camino" y mirando hacia la izquierda para pedir esfuerzos conjuntos en pos de "una candidatura de unidad popular que nos permita convencer a la mayoría". Utiliza el ejemplo del éxito de las plataformas ciudadanas que aglutinando sensibilidades distintas ganaron ayuntamientos grandes y da por cierto que "la gente está pidiendo convergencia, lo ha manifestado mediante el voto". Dicen sus cálculos sobre Asturias que, extrapolando los resultados de las últimas citas electorales, una candidatura de toda la izquierda "podría tener posibilidades de obtener tres diputados. Separados, puede que lo máximo sea un escaño para cada uno".

Rodríguez Parte convencido de que cuenta a su favor la certeza de que "la gente quiere cabezas de lista jóvenes", ajenos a "la vieja política del sillón y el elefante parlamentario", la percepción de que "pueden más las ganas de cambio y renovación que la fuerza de los aparatos".