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Luis Adaro y Magro, emprendedor cuando nadie creía en el futuro de Asturias

Hoy hace cien años que murió el ingeniero que lo dio todo por la regeneración del tejido industrial del Principado

A la izquierda, fachada de la Exposición Regional de 1899. A continuación, alineación del Sport Club, con Luis Adaro Porcel abajo en el centro. Sobre estas líneas, Luis Adaro Porcel, un joven desconocido, Luis Adaro y Magro y el médico de la familia, Tomás Tinturé.

Nadie podría entender el espectacular desarrollo industrial asturiano en la segunda mitad del siglo XIX sin referirse a Luis Adaro y Magro (1849-1915), uno de aquellos emprendedores ingenieros y empresarios que -en un ambiente social disuasorio como consecuencia de la desvertebración de España que de nuevo se cierne sobre nuestro país por la mediocridad de nuestros gobernantes, cuya miopía es similar a la de entonces- con una fe ciega en el progreso emplearon todos sus innovadores conocimientos y fortunas en la creación de un nuevo tejido industrial en Asturias.

Luis Adaro y Magro -del linaje del valle de Orozco, en el señorío de Vizcaya-, tras graduarse en la Escuela de Minas de Madrid en 1872, hizo sus primeras prácticas en Almadén y luego ya se vino para Asturias a la Jefatura de Minas de Oviedo. No fue fácil la llegada a estas tierras. De Madrid a León viajó en el ferrocarril del Norte. En León pasó la noche y luego tuvo que coger una diligencia para cruzar el puerto de Pajares y así poder llegar hasta Oviedo tras veinticuatro horas de interminable viaje. Aquella primera experiencia personal le serviría años más tarde de acicate para poner todo su empeño en la mejora de las comunicaciones férreas asturianas.

Pero a Luis Adaro y Magro no le iba lo de ser solamente un funcionario que cobraba cuatro mil reales al año, por lo que pidió la baja y con veinticuatro años se fue de viaje de estudios a Alemania, en unos momentos de despegue económico con la unificación monetaria, la aparición de la gran banca, la integración del acero y del carbón y la potenciación ferroviaria. Todas aquellas enseñanzas serían fundamentales para entender la extraordinaria labor que posteriormente desarrolló en la industrialización de Asturias.

1877. Unas líneas de ferrocarril, competitivas para dar salida al carbón de las Cuencas. Tal como había comprendido en Alemania, una de las primeras iniciativas tomadas por Luis Adaro y Magro consistió en lograr una infraestructura de transportes que permitiera dar salida a las toneladas de carbón de las cuencas mineras más allá de aquella muralla China que era entonces el puerto de Pajares. El ferrocarril de Langreo tenía desde el año 1859 unas tarifas abusivas, aduciendo la empresa que carecía de subvención alguna. Sin embargo, en una sesión de la Asociación de la Industria Hullera Asturiana, el joven ingeniero Luis Adaro y Magro se informó de que había descubierto en los archivos del Ministerio de Fomento el expediente del ferrocarril de Langreo la concesión de cuantiosas subvenciones, aunque curiosamente nunca habían sido publicadas en La Gaceta -el Boletín Oficial del Estado de entonces- por lo que fueron ocultadas por los explotadores caciques de la compañía ferroviaria.

Y no solamente por tierra, sino también por la mar abrió nuevos caminos para el carbón. Él fue el primero en predicar con el ejemplo al comprar un buque de vapor de trescientas toneladas para que la Unión Hullera pudiera suministrar carbón a empresas de Bilbao. Tras el éxito comercial reforzó su pequeña flota con otros buques a los que puso por nombre "Mosquitera" y "Jovellanos".

Pronto se dio cuenta de que los muelles a los pies de Cimadevilla no eran suficientes para encarar el futuro y de poco servía que el ferrocarril de Langreo llegase hasta ellos para que los "drops" agilizasen la carga de la hulla. De ahí que iniciase con especial encono el proyecto de la ampliación portuaria, lo que no fue posible hasta años después tras la polémica entre apagadoristas y muselistas.

1883. Una gran labor innovadora en la cuenca del Nalón con la integración del carbón y el acero. Luis Adaro y Magro, con solamente treinta y cuatro años, presentó en Madrid su brillante "Informe sobre la fusión de minas y creación de una fábrica metalúrgica en Asturias" que sería el histórico precedente de la creación de Ensidesa muchas décadas después.

Así convenció a los propietarios de las minas "Mosquitera", "La Justa" y "María Luisa" para fusionarlas, aunque no logró que secundasen su estrategia industrial los hermanos Herrero con sus minas de "Santa Ana", aunque sí se realizó en 1906, porque la razón siempre se impone a la tozudez de quienes no veían llegar los nuevos tiempos y la necesidad de superar la era de los chamizos con la concentración de las minas de carbón.

De ahí que ya entonces defendiese abiertamente la necesidad de afrontar la unión del carbón con la siderurgia -tal como había visto en Alemania- con la creación de una nueva fábrica metalúrgica.

Él fue quien instaló los primeros lavaderos mecánicos en los pozos de aquellas tres minas de carbón en Langreo y las cajas de lavado, liberando a las mujeres de aquellos penosos trabajos, así como el arrastre de los vagones por caballerizas, lo que supuso toda una innovación tecnológica en aquellos tiempos en los que vio la necesidad de impulsar la implantación de sistemas mecánicos en las minas asturianas de carbón, cuya tecnología se encontraba totalmente obsoleta.

Pero también tuvo la iniciativa de defender los derechos de los trabajadores, con la creación de la Unión Hullera y Metalúrgica de Asturias, todo un antecedente de los seguros sociales. Luis Adaro y Magro estableció los anticipos, la participación del personal en los beneficios, un servicio de biblioteca para los trabajadores y un hospital para curar debidamente sus dolencias y enfermedades.

Aquel panorama social de finales del siglo XIX lo retrata con una clarividencia total el ingeniero Luis Adaro y Magro: "El obrero asturiano de las minas es, por lo general, de buena madera, pero está sin cultivar. Afable, sufrido, inteligente y de gran sentido práctico por su naturaleza, se resiente de haber pasado demasiado bruscamente del estado de agricultor apático y mal atendido al de factor industrial bien pagado. Y careciendo de verdaderas necesidades, no aspira a ganar mucho: se contenta con un pequeño salario a trueque de algunos días de holganza para recorrer las tabernas y los mercados. Se resiste a la disciplina porque su ideal es la independencia y porque es discutidor. Por su gusto se suprimirían todos los empleados, técnicos y administrativos de las minas, y éstas se acomodarían a un laboreo ratonero que le permitiera entrar y salir con entera libertad".

"No se preocupa tanto como parece de las cuestiones llamadas obreras o sociales y, si acepta fácilmente la organización gremial y las huelgas, es porque entiende que la fuerza colectiva se traduce por razón en los tiempos corrientes y puede fácilmente darle la realización de esa aspiración, tan positiva y humana, de trabajar cada vez menos para ganar cada vez más. Ama apasionadamente el terruño en que nació y su pequeña propiedad individual, por lo que los defendería con las uñas y los dientes".

"Y en cuanto a los empresarios hay muchos que creen que con haber satisfecho la última peseta por los salarios devengados han cumplido el último de sus deberes para con los obreros, sin tener presente que los deberes morales son ineludibles y permanentes para ellos, como verdaderos cabezas de familia".

1899. El hito de la Exposición Regional en los Campos Elíseos. Tras la pérdida de nuestras colonias y de manera especial la perla de Cuba, la Exposición Regional de Asturias en 1899, en Los Campos Elíseos de Gijón aportó una oleada de optimismo por sus innegables perspectivas de futuro, como consecuencia del desarrollo industrial logrado durante la segunda mitad del siglo XIX, una vez finalizada la guerra carlista, ya superada la grave crisis de 1847 y tras el triunfo de la revolución industrial de septiembre de 1868 que motivó la ruina para especuladores como el marqués de Salamanca.

En ese contexto de transformación industrial del Principado de Asturias, la Exposición Regional de 1899 constituyó todo un hito, gracias a que en aquel espectacular escaparate se pudo mostrar con orgullo todo lo bueno de nuestro entorno industrial y cultural. El proyecto fue promovido por el Círculo de la Unión Mercantil y la Cámara de Comercio, con un especial protagonismo de su presidente Luis Adaro y Magro y del entonces alcalde de Gijón, Francisco Prendes Pando. La presidencia de la Comisión Organizadora estuvo presidida por Luis Belaunde y fue el arquitecto Mariano Marín Magallón.

El Cronista Oficial de Asturias, Fermín Canella y Secades escribió en el libro que fue editado como base documental: "Sea la Exposición Regional gijonesa como grandiosa enseñanza para leer y estudiar el porvenir de Asturias y lugar de cita para concurrencia provincial a la ya cercana Universal de París".

Otra de sus obsesiones empresariales fue la de mejorar las comunicaciones tratando de encontrar una salida rápida a las extracciones carboníferas hacia los puertos a través del ferrocarril cuyas tarifas eran prohibitivas, ante la inexistencia de buenas carreteras en la siempre dificultosa orografía asturiana.

1900. Creación del Crédito Industrial Gijonés para potenciar el puerto del Musel. En el pulso financiero entre los capitalistas de entonces no se quedó atrás Luis Adaro y Magro, que puso su músculo y algo más, con una aportación de cuatro millones de pesetas para constituir el Banco de Crédito Industrial Gijonés que posibilitó la creación de un potente complejo industrial y mercantil que tenía como corazón el puerto de Gijón. Para ello contó no sólo con industriales foriatos, sino también con importantes hombres de negocios como Zoilo Alvargonzález, Antonio Velázquez Duro o Casimiro Velasco Heredia.

De acuerdo con Alejandro Pidal prolongó hasta los setecientos cincuenta metros el dique norte del puerto del Musel y observaba con preocupación el incremento de las constantes huelgas de los obreros, que ya se agrupaban en sindicatos.

Una vez más, con una clarividencia sobre la necesidad del entendimiento entre las clases trabajadores y los empresarios, dado que tampoco eran entonces tiempos para practicar la política del avestruz, Luis Adaro y Magro hizo un ilusionante llamamiento al personal: "Levantemos la moral de las clases mercantiles e industriales que son las que poseen el verdadero patriotismo, pues cuando les toca sufrir lo hacen con resignación, por cumplir los deberes sociales sufriendo perjuicio en beneficio de las demás clases de la sociedad".

1903. Fundador del primer club de fútbol en Asturias. Nada le era ajeno. Buena prueba de ello es que, además de implicarse en los negocios y en la prosperidad económica, con una banca que estimulaba a la sociedad y que no cerraba el grifo, comprobó que las nuevas generaciones practicaban un nuevo deporte que rápidamente se hizo muy popular.

En la playa, un histórico punto de encuentro para todos, se jugaron los primeros partidos de "football". Aquellos primeros jóvenes atletas del once local lo eran, pero menos. Llegaban de Oxford y de Cambridge con sus diplomas debajo del brazo, sus recortados mostachos, su pelo engominado, sus chalecos, sus viseras, sus corbatas "made in London". Aquel espectáculo -por lo original de sus reglas y vestimentas- caló muy hondo entre aquellos primeros hinchas que quedaron verdaderamente epatados ante las carreras, remates y demás filigranas de nombres extraños que los recién graduados hacían con un objeto de cuero tan redondo como un mundo que luego se bautizaría con el nombre de balón.

Así que Luis Adaro y Magro advirtió que se abrían nuevas perspectivas de ocio con el nuevo juego, por lo que también tuvo tiempo para fundar el primer club de fútbol de Asturias en 1903, el "Sport Club" del que fue entrenador y portero su hijo Luis Adaro y Porcel.

En aquellos primeros años del siglo XX, la ciudadanía de Gijón ni se miraba en un espejo para distraerse contemplándose el ombligo, ni vivía en una ciudad tediosa obsesionada con negativizar todo lo que sucediese en su entorno, ni tampoco perdía el tiempo en aciagas polémicas provincianas. No eran, claro, una generación ni-ni. Todo lo contrario: creían en el futuro y luchaban con imaginación por salir adelante, sin que nadie les obligara a nadar a contracorriente. Quien nos ha visto y quién nos ve.

1906. La fusión de Unión Hullera y Duro Felguera. Desde el año 1900, Luis Adaro y Magro ya estaba en el Consejo de Administración en la compañía Duro Felguera, del que también formaban parte Jerónimo Ibrán y Alejandro Pidal y Mon. Las cosas no iban bien, los balances no cuadraban ante la competencia de otros países productores de carbón, lo que propició la caída de los precios. La inyección de capital de Estanislao de Urquijo y Ussía y la fusión con la Unión Hullera en enero de 1906 hicieron que el nuevo holding pasase de pérdidas a un millón de pesetas de beneficios al año. Pero, como consecuencia de la falta de inversión en instalaciones que ya no eran competitivas y los cuantiosos gastos en servicios generales por el exceso de mano de obra, provocó que a causa de la quiebra del holding tras su dimisión como director general de Duro Felguera en 1909 perdiese toda su fortuna personal. Sin inversiones, no había futuro y no todos lo supieron ver.

A los sesenta años y sin dinero, Luis Adaro y Magro tuvo que recuperar su plaza de alto funcionario del cuerpo de minas como presidente de la Comisión Nacional para el Mapa Geológico de España donde promovió importantes estudios técnicos sobre las cuencas carboníferas de España.

Gijón despidió al cortejo funerario con una gran movilización popular a su paso por la calle Corrida.

En la magnífica biografía escrita por el catedrático Ramón Mañana Vázquez hay una hermosa frase que lo sintetiza todo: "¡Cuán útil hubiera sido una personalidad lúcida y combativa, como Luis Adaro y Magro, cien años más tarde, para captar las directrices de la nueva situación y avanzar por las nuevas líneas de fuerza de la Historia!"

Nunca muere nadie si hay alguien que le recuerda siempre.

Asturias no puede olvidar todo lo que hizo por ella Luis Adaro y Magro.

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