Teresa Martínez es la autora del primer estudio sobre la aplicación de la atención centrada en la persona (ACP) en las residencias de mayores y centros de día de España. Fue su tesis doctoral, en la que invirtió dos años bajo la dirección del catedrático de Psicometría José Muñiz, de la Universidad de Oviedo, y el doctor Javier Yanguas, de la Fundación Matía. Martínez es doctora en Psicología -con una calificación de sobresaliente 'cum laude'-, doctora en Ciencias de la Salud, y diplomada en Gerontología Social. En la actualidad trabaja en el área de calidad de la Consejería de Servicios y Derechos Sociales. Su próximo reto será participar en un estudio de la Universidad Autónoma de Barcelona sobre sexualidad en centros geriátricos.

-¿Es bueno el modelo español de residencias para la tercera edad?

-Está caduco. El ideal de un centro para mayores está muy asociado a unas buenas instalaciones en infraestructuras física y en la atención higiénico-sanitarias. Pero eso sólo no hace feliz a nadie. La atención centrada en la persona es una corriente que se inició hace dos o tres décadas y se ha establecido como un referente en el sistema de salud en otros países. Consiste en que es el residente el que controla, determina y dirige su vida como si estuviese en su casa.

-Nada que ver con el modelo español.

-España tiene un modelo institucional sanitario-hotelero. Es cierto que se ha mejorado muchísimo y que se está lejos de aquellos antiguos asilos ya superados. Pero hay una carencia: son los centros los que dirigen la vida de las personas, con normas y condiciones muy estrictas. Todo está muy protocolizado, se restringe seriamente la libertad individual y no protege la intimidad del residente.

-Si no hubiera normas, sería muy difícil la gestión de los centros y del personal.

-El estudio demuestra que cuanto mayor es la residencia más compleja es su gestión. El problema no son los profesionales, que se esfuerzan enormemente en su labor. El problema es el sistema, son los turnos, el que hoy están en una planta con unos mayores y al día siguiente en otra, que rotan... No tienen estabilidad ni tiempo porque todo está protocolizado y pautado. Los residentes son como pacientes y se piensa en su atención física y sanitaria, pero no se le conoce como persona y pierden su derecho a decidir, a su libertad y a su intimidad. Por ejemplo, es prácticamente imposible que puedan mantener relaciones sexuales. Es un capítulo que al ingresar en una residencia se borra por completo.

-Pero en líneas generales, los índices de calidad son buenos.

-Cuando se mide la calidad de una residencia o de un centro de día se valora la edificación, la alimentación, la asistencia sanitaria, la limpieza... pero no la felicidad de las personas. Ése es el gran reto que tiene España.

-Y eso ¿cómo se hace?

-Es difícil porque supone un cambio de cultura. Pero este modelo ya está implantado en otros países, en los nórdicos y en Estados Unidos, por ejemplo. Las residencias responden a lo que se denomina "modelo housing", que quiere decir como en casa. Se trata de reconvertir las residencias actuales en pequeñas casitas o unidades en las que conviven como máximo 15 personas atendidas por personal estable. Son los residentes los que establecen las normas: a qué hora se levantan, qué ejercicios hacen y cuándo... Se trata de que estén y funcionen como si estuvieran en su casa. Están cuidados las 24 horas, pero pueden hacer su vida.

-Este modelo supondría también un cambio en la organización de los cuidadores, del personal.

-Los profesionales son muy cualificados y polivalentes. En Holanda, por ejemplo, no llevan uniforme, porque están en casa, y nadie viste de uniforme en su casa. Su trabajo consiste básicamente en conocer a cada uno de los residentes, sus gustos, sus prioridades, su historia, su vida, su familia... Pero no sufren lo que se denomina estrés de conciencia, que es el que se produce en el personal cuando se va a casa insatisfecho porque no ha podido atender al anciano como a una persona, sino que se ha tenido que limitar a sus cuidados básicos, físicos nada más.

-El modelo que usted preconiza ¿haría menos traumático el ingreso en una residencia?

-Sin duda. Ir a una residencia es un drama porque el modelo que hay provoca sufrimiento porque se priva a las personas del control de su vida. La decisión de ir a una residencia provoca rechazo en el anciano porque sabe que ya no podrá vivir como en casa, y las familias cargan con un enorme sentimiento de culpabilidad. Eso es porque lo que se ofrece no genera felicidad, sólo atención, y una persona tiene derechos con independencia de su estado cognitivo.

-Pero por regla general, cuando una persona ingresa en un centro de estas característica es ya porque su estado de salud no es todo lo satisfactoria que debiera.

-Eso es así, pero no implica que otros puedan restringir tus derechos hasta decidir por ti cómo vestirte, si quieres o no caminar, y no digamos nada de si quieres mantener una relación más o menos íntima con otra persona.

-¿Usted cree que se está avanzando hacia ese modelo?

-Soy muy optimista porque desde hace cuatro o cinco años hay un interés creciente por acercarse al modelo "housing". Pero debe estar liderado por los responsables públicos y privados, que ya se están dando cuenta de que se impone el cambio porque los nuevos mayores y sus familias lo van a exigir.

-¿Hay alguna residencia en España que siga el modelo "housing"?

-Hay proyectos piloto en País Vasco, Cataluña y Castilla y León. Son aún embrionarios, pero es necesario apostar por ello porque no nos va a quedar más remedio. La propia sociedad lo va a exigir.

-Usted ha sido invitada a participar en un estudio con la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) sobre sexualidad ¿en qué consiste exactamente el proyecto?

-El profesor Feliciano Villar me ha invitado a formar parte de su equipo para investigar la sexualidad en las residencias de mayores. Es un tema tabú. La sexualidad se restringe enormemente en las residencias y además hay dos grupos claramente discriminados: las personas que sufren algún tipo de demencia y los homosexuales. Necesitamos estudiar qué pasa, conocer la situación y elaborar propuestas también para mejorar esa faceta.