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Asturama

Amarrados al perro

Los dueños de canes que viven en el campo ven muy difícil cumplir la norma que Somos quiere imponer en Villaviciosa: prohibir que los animales estén atados más de dos horas seguidas

Amarrados al perro

"Tera" y "Ray" se ven todos los días las caras: las de una felicidad perruna. Con la mirada encendida y la lengua fuera, corren sin parar detrás de una pelota de tenis por el Parque de Invierno de Oviedo. Así pueden pasar horas y horas, mientras que sus dueños, Aurelio Martínez y Jesús Méndez, disfrutan del juego. "Es una delicia verlos así de contentos", confiesan. "Tera" y "Ray" son perros afortunados: salen dos o tres veces al día a pasear, comen pienso y duermen en camas bien calientes y acolchadas. Pero porque sus dueños pueden dedicarles atenciones.

No ocurre así en el campo, donde parece más difícil, incluso imposible, poner en práctica la medida que quiere impulsar Somos en Villaviciosa: una ordenanza que prohibe tener a un perro atado durante más de dos horas seguidas o solo en casa más de medio día.

"Nosotros siempre hemos defendido que los perros no pueden estar atados salvo en momentos puntuales. Es decir, si es un animal que se va de casa con facilidad y sus dueños tienen que trabajar, no queda más remedio que tenerlo amarrado para evitar que salga a la carretera. En estas situaciones, ¿cómo se va a aplicar la ordenanza?", se pregunta Dolores Moreno, presidenta de la Fundación Amigos del Perro, que cree que "toda norma absoluta cae en el absurdo".

"A 'Tera' y 'Ray' no les falta de nada. Viven mejor que nosotros", bromea Jesús Méndez. Somos de Villaviciosa considera que no todos los canes de Asturias viven a cuerpo de rey, de ahí que haya impulsado su polémica propuesta.

A Teresa Rivas no le parece justo que un animal pueda estar días sin comida ni bebida. "La gente no puede dejar a un perro amarrado a la caseta y olvidarse de él. Creo que debería vigilarse", expresa mientras da una galleta en forma de hueso a su querida "Lola", de tan sólo un año de edad. Lo mismo opina la ovetense Cecilia Vélez, que considera a "Bolita" -una perra con cierto parecido a Jack Russel- como su "hermana pequeña". "Forma parte de la familia, me encanta hacerle cosquillas", cuenta. Por eso, no entiende que todavía en estos tiempos haya personas capaces de tratar a un can como un mueble.

Elena López, de la Asociación Nacional Animales con Derechos y Libertad (Anadel), afirma haberse encontrado en zonas rurales "perros que no sabían ni caminar. Necesitaban apoyarse a la pared porque se habían pasado toda la vida atados. Y eso es un dolor", confiesa. El problema es que, salvo casos extremos, "es muy difícil demostrarlo".

Pero el rigor de la norma que pretende impulsar Somos choca con numerosas casuísticas en el campo: "A mí me parece genial, pero ahora vete y díselo a un paisano que tiene al perro sólo para proteger la casa", dice Aurelio Martínez. Por contra, Ana María Suárez, residente en una casa de Miranda (Avilés), responde: "Yo tuve tres perros y siempre los consideré de la familia. En el campo tampoco deben estar atados". Todo es cuestión de corazón.

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