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Un paraíso de hielo bajo los Picos de Europa

La cordillera Cantábrica esconde glaciares subterráneos que llegan hasta los 260 metros de profundidad

Una de las exploraciones, entre hielo, en la cueva de Peña Castil, en la vertiente asturiana de los Picos de Europa. En el círculo, Manuel Gómez Lende. M. GÓMEZ

Los huecos pétreos de las ingentes acumulaciones calcáreas carboníferas de Picos de Europa atesoran un patrimonio helado sin precedentes. El geógrafo cántabro Manuel Gómez Lende acaba de sacar a la luz ese tesoro de hielo subterráneo tras más de tres años de estudios en colaboración con el grupo de investigación reconocido de la Universidad de Valladolid "GIR Pangea", que aglutina a científicos de distintas ramas (geógrafos, ingenieros y físicos) con un enfoque multidisciplinar en el análisis de aspectos naturales y sociales del patrimonio natural. "Son los cuerpos de hielo mayores existentes dentro del Parque Nacional de Picos de Europa y, por tanto, de toda la cordillera Cantábrica, superando en cómputo total a los hielos fósiles glaciares que resisten en superficie", explica el investigador.

La compilación de esos 36 meses largos de estudios en la zona, con desplazamientos acompañando a grupos de espeleología de Madrid y Francia se recoge ahora en una tesis doctoral -recién presentada en la Universidad de Valladolid y dirigida por los profesores Enrique Serrano Cañadas y José Juan de Sanjosé Blasco- que ha merecido la calificación de sobresaliente "cum laude". Este trabajo trata de un elemento "llamativo y singular", de relevancia para Asturias, pues sitúa a Picos de Europa como uno de los pocos lugares del mundo donde existen tales masas de hielo en el subsuelo de la cordillera, llegando a alcanzar hasta 260 metros de profundidad en algunas zonas, precisa Manuel Gómez Lende. "Era algo muy desconocido, había referencias sucintas en el mundo de la espeleología pero no se conocía que había tanto hielo", detalla el investigador.

Las temperaturas medias de este glaciar subterráneo -por debajo de cero grados durante varios años consecutivos, llegando a registrar en algunas zonas hasta 19 bajo cero- hacen de las cuevas heladas de Picos de Europa unos geoindicadores excepcionales de los denominados ambientes periglaciares de permafrost. "Es un tema casi desconocido en España, se había estudiado algo en la zona de Pirineos pero las de Picos se sitúa como punta de lanza casi exclusiva en estudios periglaciares subterráneos", explica el investigador cántabro, quien acompañó a los grupos espeleológicos CES-Alfa de Madrid y AS Charentaise (Francia) en sus salidas de campo para realizar una reconstrucción de tiempos pasados en esta zona a través de sus registros de hielo.

-¿Y qué dicen esas paredes verticales que parecen comerse a los investigadores a medida que avanzan por el subsuelo?

-Podemos realizar evaluaciones paleoclimáticas, tomar muestras isotópicas... En dos de ellas hemos visto que con el paso del tiempo han perdido bastante volumen en sus bloques de hielo.

-¿El cambio climático?

-Forma parte de una tendencia generalizada de reducción manifiesta, a escala planetaria de las masas de hielo cavernario. Es lo que se está viendo estos últimos 20 años.

La localización latitudinal -que se extiende a lo ancho- hace estas oquedades un "fenómeno excepcional", incide Gómez Lende al definir estos "himalayas subterráneos" que se dan en el contexto endokárstico de Picos de Europa. Una de las más llamativas de todas es la denominada cueva de Verónica, en Camaleño, en la vertiente cántabra de Picos de Europa, donde los hielos toman un color azulado. "Son cavidades muy verticales, a veces da un poco de miedo", explica Gómez Lende sobre estas grandes masas de hielo subterráneo que permiten realizar reconstrucciones paleoambientales como se hace con los hielos en superficie, prácticamente inexistentes en este momento, precisan desde la Universidad de Valladolid. El bloque situado en la cueva de Peña Castil, bajo el Naranjo de Bulnes, ocupa algo más de 600 metros cuadrados. Todo bajo tierra.

-¿Impresiona?

- A veces da un poco de miedo.

Gómez Lende ha estudiado también el clima de estas cuevas, las ha datado, pero sobre todo el interés de su estudio radica en traer a la luz pública un patrimonio de primer orden, "muy singular, desconocido y de una belleza inusitada", que forma parte del parque nacional y resulta de "una riqueza natural indudable". También es una aportación científica de primer orden, publicada en las mejores revistas internacionales, al desvelar uno de los secretos más desconocidos de la cordillera cantábrica. No obstante, los trabajos continúan y la próxima primavera volverán a recorrer estas cuevas para realizar nuevos estudios de hielo y criosfera. "Y en verano iremos a otras cavidades", precisa el investigador.

En la conocida como Cueva del Xelu, en la vertiente asturiana de Picos de Europa, se ha controlado el endoclima durante cuatro años, se ha realizado estudios de radar y se ha aplicado láser y ortoimágenes térmicas, en un sistema innovador en cavidades para facilitar el trabajo de los investigadores, colgados de las paredes, con equipos que llegan a pesar 18 kilos. "Tiene una gran boca de entrada, es de relativamente fácil acceso", explica Gómez Lende sobre una cavidad de dos mil metros de longitud.

De los estudios realizados se concreta que la existencia de estos hielos subterráneos se remonta a los inicios de la Pequeña Edad de Hielo en algunos casos "cuando no hasta períodos inmediatamente previos", apunta Gómez Lende. La conservación de esas grandes masas heladas las sitúa como las más antiguas conservadas hasta nuestros días en las montañas de Picos de Europa. Todo un hito.

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