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En corto y por derecho

Un par de caras y un bodegón

Agustín Iglesias Caunedo y Joaquín Fernández, con el marisco. EL PAÍS

Agustín Iglesias Caunedo, que fue alcalde de Oviedo, se ve perjudicado por esta costumbre de fotografiarlo todo en esta imagen que no dice nada o en la de la alegre "peineta" de una fiesta florida, mucho más natural cualquiera de las dos que aquellas de paso de Semana Santa en las que el gesto del alcalde civil mezclaba la marcialidad legionaria y el fanatismo tarugo.

Esto es otra cosa, pero no es nada más que una fotografía con una bandeja de marisco: arriba, aristocráticas cigalas; abajo, modestos mejillones. No es como para hacerse una fotografía. La fotografía es nada sin el contexto conocido: fiesta, putas, fútbol, marisco. Faltan los farias, pero es que fumar ya no se lleva ni como pecado. Fiesta, putas, fútbol, marisco, la buena vida; en algunos chistes, el infierno por eso de que el cielo se alcanza sufriendo mientras que el infierno se gana gozando. En la foto se ve que el entusiasmo está en Joaquín Fernández, el conseguidor, el abrelatas, el descorchador, el rey Midas que convertía el agua en corrupción, el que dejaba correr la que no iba a beber pero pescaba de todo en ella; el que a veces iba a putas y a veces a varios, el putífero del putiferio, el que te alicataba la casa hasta el techo dejando algunas baldosas practicables para guardar dinero (líquido, claro) debajo.

La foto no dice nada sin contexto, aunque la OMS vería el ácido úrico. Es su análisis desde el punto de vista del género de la imagen el que da la clave. Vemos dos retratos y un bodegón y esa mezcla da el resultado: el bodegón también es conocido como "naturaleza muerta" y, mezclado con el retrato del político, da una naturaleza muerta políticamente.

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