Europa tiene que articular una respuesta "conjunta" a la masiva llegada de cientos de miles de refugiados, que componen el mayor flujo migratorio que ha conocido desde el final de la II Guerra Mundial. Y debe de hacerlo con medidas tales como el refuerzo de sus fronteras exteriores, para distinguir a las personas que pueden ser reconocidas como asiladas de los "migrantes económicos", pero teniendo presente que la UE es "una comunidad de valores" en la que cada persona que llega "debe de ser tratada con humanidad". Así se resumen las posturas expresadas ayer por los embajadores y representantes comunitarios que participaron en el debate sobre los desafíos de la UE organizado por el despacho de abogados "Cremades & Calvo-Sotelo" en Luces (Colunga).

Intervinieron Benita Ferrero-Waldner, conservadora exministra de Exteriores de Austria y excomisaria de Comercio y Política Europea de Vecindad de la UE ; Peter Tempel, actual embajador de Alemania en España; Eniko Györi, embajadora húngara en nuestro país, y Daniel Calleja, director general de Medio Ambiente de la CE.

Ferrero-Waldner indicó que uno de los grandes retos a los que se enfrenta la UE es "crear una unión económica, financiera y fiscal, a partir del refuerzo de la unión política". Además, alertó de la necesidad de hacer frente al "enorme desafío" de los refugiados con un proyecto europeo "basado en la honestidad, la solidaridad y la valentía".

El embajador alemán también defendió el incremento de las competencias comunitarias en políticas sociales, de fiscalidad y de estructuras económicas, con el objetivo de alcanzar "una convergencia económica suficiente". Tempel advirtió de que la situación en Ucrania conlleva un "enorme potencial de conflicto" que "debe de ser controlado" y llamó a redoblar los esfuerzos para que la población "recupere la confianza" en las instituciones comunitarias. En materia de migración reconoció que es necesario un control de fronteras y actuaciones en los países de origen, pero sobre la base de que "Europa no debe dejar de ser una comunidad de valores que trata a las personas con humanidad".

Eniko Györi inició su intervención negando que Hungría -en la picota por sus políticas hacia los refugiados- sea "un país cruel que va contra la corriente del buenismo". "Debemos usar el corazón, pero también la cabeza", aseveró la diplomática, quien rechazó el multiculturalismo "obligatorio". A su juicio, Bruselas "no puede obligar a un país a acoger inmigrantes si no quiere".

"Nadie cuestiona que necesitamos más Europa, pero eso no quiere decir que se tenga que gestionar todo desde Bruselas", defendió Györi, para quien "mantener que en la UE conviven 28 realidades distintas no es ser antieuropeo". Y así, reconociéndose "políticamente incorrecta", la diplomática aseguró que "Bruselas no puede decirnos qué es un matrimonio o si hay que mencionar a Dios en la Constitución"

Por su lado, Daniel Calleja coincidió en que es necesaria "una respuesta europea" al reto de los refugiados, pero teniendo en cuenta que "no se puede poner ni en cuestión que los avances logrados en materia de libre circulación se vuelvan atrás". Y es que, para este responsable comunitario regresar a las fronteras nacionales "supondría una auténtica catástrofe". Es más, según indicó, hoy, con tantos desafíos sobre la mesa, es "más urgente que nunca reactivar el proyecto europeo".