Un grupo de investigadores de la Universidad de Oviedo ha encontrado en el agua de lluvia bacterias con las que potencialmente se pueden conseguir antibióticos y medicamentos antitumorales. El equipo que dirige Gloria Blanco, profesora del Área de Microbiología del Departamento de Biología Funcional de la institución académica asturiana, propone además que estas bacterias siguen el ciclo hidrológico del planeta.

Primero se encontraron en tierra, luego en el mar y ahora sabemos que estas bacterias también se dispersan por la atmósfera, explicó ayer Gloria Blanco. "La naturaleza es la principal fuente de antibióticos y antitumorales, porque es en ella donde encontramos las actinobacterias, que son las que mayoritariamente presentan ese potencial farmacológico". En concreto, las más importantes son las del género Streptomyces. "Hasta principios de este milenio se pensaba que sólo se podían encontrar en el medio terrestre, pero luego se descubrió que viven también y de manera generalizada en los océanos", explicó la profesora Blanco.

La hipótesis de trabajo de este grupo multidisciplinar de doce investigadores -biólogos, biotecnólogos, químicos y médicos- partía de una premisa concreta: buscar y hallar nuevas bacterias productoras de fármacos en ambientes no explorados. La labor investigadora les llevó, en 2010, a encontrar poblaciones de actinobacterias en ecosistemas de algas en las playas de Gijón, lo que les animó a buscar estos microorganismos en medios marinos más profundos. Y así, tres años después se embarcaron en la campaña Biocant 3 de la mano del ecólogo marino José Luis Acuña y se sumergieron en las entrañas del cañón de Avilés, donde encontraron indicios de la existencia de un "auténtico tesoro terapéutico". Una farmacia a pie de casa.

Pero los investigadores no se conformaron con eso. "Un día, en la playa, observamos los aerosoles marinos -pulverización del agua marina- y los ciclos que siguen, y empezamos a pensar si esas bacterias llegarían a las nubes. Si era así, las podrías encontrar en el agua de la lluvia, en el granizo y en la nieve". Y se pusieron manos a la obra, recogiendo muestras de precipitaciones atmosféricas en Oviedo y Gijón. "Las aislamos y nos permitió ver la clave: los aerosoles marinos ascienden formando nubes se llevan consigo bacterias, y éstas vuelven a la tierra con la lluvia siguiendo el ciclo hidrológico", explicó Gloria Blanco.

Los investigadores son prudentes porque "no se pueden dar falsas esperanzas a los enfermos". Lo que no significa que no estén ilusionados con el potencial farmacológico de esta nueva fuente, que se acaba de publicar en la revista especializada "Microbial Ecology". Queda mucho trabajo por delante pero las necesidades médicas actuales ya son, en sí mismas, una fuente de ánimo e inspiración.