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Maratones sin riesgo cardiaco

Investigadores asturianos evalúan a través de la concentración molecular en sangre de 15 corredores la dosis máxima de ejercicio físico saludable

Maratones sin riesgo cardiaco

¿Es posible conocer la dosis máxima de ejercicio saludable? ¿Existe algún parámetro más allá de los biomarcadores médicos clásicos para conocer si hay daño cardiaco? ¿Contribuye el ejercicio físico a determinados procesos regenerativos en el corazón? Éstas y otras cuestiones fueron el origen de una investigación reciente de un equipo de la Universidad de Oviedo, que les ha permitido alzarse con uno de los galardones en la decimoséptima edición del Premio Nacional de Medicina del Deporte.

El conocimiento de la respuesta molecular a la práctica deportiva resulta imprescindible a la hora de delimitar, por ejemplo, si existe una dosis máxima de ejercicio saludable. ¿La hay? "Eso es lo que estamos investigando con los datos obtenidos hasta ahora", aclara Eduardo Iglesias Gutiérrez, profesor del departamento de Biología Funcional de la Universidad y coordinador del estudio. Sobre lo que no existe género de duda, continúa el investigador, es que este análisis adquiere una importancia cada vez mayor ante el imparable aumento de la participación de aficionados en pruebas deportivas exigentes como maratones y otras carreras populares.

El entrenamiento regular protege contra trombosis e infartos, pero también implica riesgos. Hay individuos predispuestos a que el entrenamiento continuado les provoque una fibrosis miocárdica. Por eso es necesario conocer dónde están los límites. Los investigadores de la Universidad de Oviedo, en colaboración con personal del Hospital Valle del Nalón, el Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona, la Universidad San Pablo CEU, el Instituto de Alimentación de Madrid y la Agencia Española de Protección de la Salud en el Deporte, estudiaron a través de análisis de sangre a 15 corredores voluntarios unas pequeñas moléculas de RNA -los llamados microRNA- que funcionan como una compleja red de comunicación entre distintos tejidos.

"Medimos los marcadores que se miden durante un evento cardiaco", subrayó el coordinador del estudio. "Los microRNA nos indican que ocurre alguna alteración cardiaca cuando hacemos ejercicio", continuó diciendo, "pero inmediatamente le sucede un periodo de recuperación", mientras que cuando ocurre un infarto esos valores permanecen elevados 72 horas.

Durante un año tomaron muestras de sangre de los voluntarios antes de realizar carreras de 10 kilómetros, medias maratones y maratones, durante los minutos previos a la prueba, después de la misma, al día siguiente y 72 horas después. En total, doce muestras de sangre. Con los datos obtenidos han podido constatar que esas pequeñas moléculas de RNA contribuyen a regular la expresión de multitud de genes, por ejemplo, los que se expresan cuando hacemos ejercicio, explica Iglesias. Se liberan en el proceso de circulación sanguínea y desempeñan una función relevante a la ahora de coordinar la adaptación del cuerpo humano al ejercicio, la recuperación e incluso la reparación de los daños que puedan producirse.

A la vista de los resultados de esta investigación, se ha podido comprobar que estos microRNA resultan de utilidad igualmente en el diagnóstico y seguimiento de algunas enfermedades cardiacas. Y abren la puerta al desarrollo de moduladores farmacológicos que simulen el efecto del ejercicio para tratar determinadas dolencias.

El coordinador del trabajo recuerda que la expresión de esas moléculas no sólo cambia cuando practicamos ejercicio físico sino también con la dieta, por lo que el equipo de la Universidad de Oviedo también llevó a cabo un control estricto de los alimentos consumidos por los voluntarios, tanto antes como después de la carrera. "Es un elemento más que se suma a los efectos beneficiosos del ejercicio físico para la salud", concluye Iglesias.

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