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Los expertos piden extremar el control de la contaminación en entornos fabriles

La inspección de parques de carbones y otros depósitos de material, que IU incluye en la negociación presupuestaria, implicaría volver a usar equipos de los años 70

Aspecto de la nube de carbón del pasado julio en Gijón. JUAN PLAZA

La idea es no volver a los años setenta, al café servido con el platillo sobre la taza para protegerlo del polvo en algunas terrazas de Avilés. Justo por eso hay que volver a los setenta. La aparente paradoja tiene una explicación y una conexión con la nube de carbón del pasado verano en Gijón, con las protestas de los vecinos del entorno de la gran industria asturiana y con la polvareda política que ha contaminado esta semana entre referencias cruzadas a los planes para atajar los excesos de la contaminación. El problema ha entrado de lleno en la discusión sobre el presupuesto autonómico para 2016 y se ha metido en las peticiones de origen medioambiental que IU ha planteado al Gobierno del Principado. Quiere la coalición que el análisis de la polución retroceda en el tiempo para buscar las herramientas de combate, que aplique normativa y utilice equipos de medición de hace cuatro décadas, porque sólo así, volviendo a medir y a controlar una clase de polución que se creía superada será posible controlar las partículas sedimentables, las más gruesas, no el humo de las chimeneas sino las "nubes" que desata la manipulación de materia pulverulenta como los parques de carbones o el transporte de determinadas mercancías en los entornos fabriles. Una polución que ya no se mide, pero que ha vuelto a asaltar los cielos y que vuelve a pedir la adaptación de la regulación y de los equipos de medida devolviéndolos al pasado.

Es éste un tipo de contaminación ajeno al de la materia en suspensión que sale de las chimeneas, el que con más dedicación miden y combaten la legislación vigente y las estaciones asturianas. Es la parte de la polución más fácil de combatir, la más perceptible en la vida urbana cotidiana de aquel Avilés de cafés servidos al revés y como tal fue objeto de férreo control hasta que se consiguió que dejase de ser un problema. Incluso desapareció de la normativa, lo que indujo la relajación respecto a las medidas de una industria que fue pionera en materia ambiental.

Sin legislación coactiva, se distendieron acciones antes cotidianas, como el riego con sustancias tensoactivas de los depósitos de minerales, o la instalación de pantallas protectoras... El caso es que el problema ha vuelto, y los promotores de esta iniciativa ven pruebas a simple vista en las nubes de contaminación procedentes de El Musel o en el aire inundado de polvo rojizo alrededor de la acería de Veriña. Por eso en la vertiente medioambiental del convenio presupuestario hay una invitación curiosa de regreso al pasado. Una incitación a adoptar las estrategias de la normativa antigua que lo combatía e incluso, como quiera que la sofisticada red de vigilancia automática de la contaminación ya no las detecta, a volver a adquirir equipos viejos. Son mecanismos rudimentarios, poco más que un embudo normalizado y un recipiente que recoge el agua con las partículas que se van depositando, y sólo se utilizan ya en países del Tercer Mundo.

Eso dice la solicitud de la coalición, eso y, sí, también el refuerzo de los equipos para el control de las emisiones de materia en suspensión, de las menos densas, de las que sí se miden en las estaciones automáticas asturianas y que han sido objeto de debate político en estas semanas de persistente anticiclón que han bloqueado la dilución de las partículas en suspensión. Xavier Querol, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, especialista en polución atmosférica, también puso este fin de semana, en Gijón, el acento sobre estas emisiones "fugitivas", más difíciles de detectar y de controlar, a su juicio, en las condiciones actuales. El profesor hace hincapié, en el caso asturiano, en la necesidad de proteger con toldos los camiones que transportan materiales pulverulentos o en la limpieza de las vías que utilizan para acceder a las industrias, en el establecimiento de medidas paliativas para este tipo de contaminación que se volatiliza en las mediciones automáticas habituales.

Sobre estos niveles, los de las partículas más pequeñas que sí detectan los sistemas, incidió el Principado para replicar a las censuras unánimes de la oposición en el Parlamento respecto a la necesidad de un "plan de choque" para rebajar la contaminación en Asturias. Los parámetros que miden están dentro de los límites que marca la ley, expuso la consejera de Infraestructuras, salvo problemas puntuales -en la del Matadero, en Avilés- atribuibles a la estabilidad meteorológica.

Frente a estos datos, el panorama difiere cuando hablan los grupos ecologistas. La Administración se escuda en los datos, pero "los datos están cocinados". Fructuoso Pontigo, presidente de la Coordinadora Ecoloxista d´Asturies, detalla el procedimiento al sostener que "en Asturias hay 65 estaciones de control de la contaminación y sólo se facilitan los datos de continuo en 21. De las otras sólo hay acceso a medias". "Y a veces se desechan las de resultados muy negativos", "sólo hay 13 que miden las partículas más pequeñas, las más peligrosas porque pueden entrar directamente al torrente sanguíneo", y otras se cambian de ubicación a conveniencia. "En Lugones había un problema grave de contaminación, se pasó la estación de una zona habitada a las inmediaciones del instituto, donde vive menos gente, y la polución descendió un 30%, "la del puerto de Avilés la trasladaron a San Juan de Nieva", y así sucesivamente.

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