-El principal problema es que los responsables de hacer esa Transición fueron unos pusilánimes. Se ve hasta en la ley Electoral, que se puede cambiar sin necesidad de tocar la Constitución y no se ha hecho nunca. Si esa ley se hubiese modificado nos habríamos ahorrado la presión nacionalista. Esa ley ha fomentado la corrupción política. El poder político, con el monopolio de la fuerza y el Boletín Oficial, perdió el sentido de la realidad.

-¿Por qué tenemos tan escaso respeto por los símbolos españoles, un tema que usted coordinó cuando dirigía el Centro de Estudios Políticos y Constitucionales y que mereció el premio Nacional de Historia de España en 2000?

-Por la larga duración del franquismo, que dio a esos símbolos el carácter de un solo sector y que ahora rechazan con virulencia los del péndulo antifranquista.

-¿Habría encontrado la misma unanimidad en España que ha tenido en Francia la enérgica declaración de guerra del presidente Hollande como respuesta a los recientes ataques terroristas de París?

-Me temo que no. En España se ha desarrollado un buenismo y confusionismo total. Estamos en una perspectiva de conflicto de obligaciones. Queremos defender los valores de libertad del individuo sin darnos cuenta de que esos valores sirven también para destruirnos cuando no son asimilados ni aceptados por otras culturas que entran en el país. A Occidente le ha costado siglos, dolor y guerras lograr que el individuo esté por encima del grupo y que el mérito se valore más que el lugar de nacimiento. Los nacionalistas regresan ahora con el criterio del nacimiento y vuelven a lo peor del Antiguo Régimen. Lo malo es que estas malas prácticas e ideas son contagiosas y el pensamiento totalitario del nacionalismo se extiende por la sociedad. Es una locura, un delirio que hace renacer los reinos de taifas, y es además un despilfarro.

-¿Cuál es su lectura del acuerdo de la izquierda municipal de Córdoba de guardar también un minuto de silencio por las víctimas de las operaciones antiterroristas francesas?

-Es una hipocresía total querer igualar a los verdugos con las víctimas.

-¿Está usted de acuerdo con el Papa Francisco en que estamos en medio de una tercera guerra mundial?

-Soy historiadora, no futuróloga, y lo que puedo decir es que todos los momentos de la historia son complicados. Cuando se leen las crónicas nos damos cuenta de que vivimos temiendo el Apocalipsis desde el siglo I. El conflicto es inherente al ser humano y por eso es importante estar en la línea de la realidad. Las dictaduras, precisamente, van contra esa realidad que por ejemplo se esconde en Cataluña.

-¿Qué hay detrás del Estado Islámico o Daesh?

-Conflictos tremendos y heridas internacionales. No olvidemos que a los primeros que asesina el EI es a los suyos. Hay una gran guerra entre suníes y chiíes. El islamismo no ha tenido ni Renacimiento ni Ilustración. Renunció a la ciencia que no estuviera en el Islam ya en el siglo XII. Además, el Islam desde el punto de vista de las ideas tiene el problema de no separar la política de la religión, lo que hace que el Corán intervenga en la vida cotidiana de cada cosa.

-Señora Iglesias, ¿qué sentimientos le ha producido el haber sido la primera mujer en ser elegida directora de la Real Academia de la Historia?

-Me emocionó muchísimo el ser elegida por mis compañeros. Rompí un techo de cristal muy importante.

-¿Qué orientación quiere darle usted a la Academia, cuyo prestigio ha quedado seriamente tocado con el Diccionario Biográfico que tantos disgustos causó a Gonzalo Anes?

-Primero hay que poner orden en esta institución, cuyo germen está en las reuniones de amigos que se celebraban en 1735 en la casa del marqués de Villena. En 1778 se pidió protección a la Corona pero manteniendo la independencia que nos da el ir eligiéndonos entre nosotros sin injerencias políticas. Solamente alguien del PSOE quiso poner cuotas para que el Gobierno entrase en esta Academia y Felipe González lo paró. Los únicos que han querido interferir en esta Academia y en la Real Academia Española han sido el tirano, absolutista y nefasto Fernando VII, luego Primo de Rivera, el Frente Popular con un decreto de Azaña y luego Franco. Respecto al diccionario, yo nunca estuve de acuerdo con ese diccionario que mezclaba a vivos y muertos, pero no me hicieron caso. Hay una edición en papel que no se va a reeditar y quedará para los bibliógrafos y en 2016 estará la versión en internet que se ha actualizado y revisado.

-¿Cómo van a arreglar ese desaguisado en el que no se reconoce que el Gobierno de Franco fue una dictadura?

-La polémica sobre este tema se exacerbó. Es un diccionario riguroso en el que Franco aparece en muchísimas ocasiones como dictador y falla esa rigurosidad sólo en un 0,047 por ciento del texto total, que incluye más de 50.000 voces recogidas por 5.500 historiadores. El diccionario es de una riqueza total.

-¿Se puede calificar de "dictablanda" la dictadura del general Primo de Rivera?

-En parte sí, porque no hubo muertos.

-¿Por qué se comprometió usted con el FLP contra el franquismo?

-El franquismo me agobiaba, estuve a punto de exiliarme a Francia o a Suiza. Me agobiaba la sociedad pacata del momento. He sido siempre una mujer muy libre.

-¿Era complicado ser mujer y libre en aquella época?

-Sí. Soy hija única, me quedé huérfana de padre muy pronto y mi madre estaba siempre ausente. Lo que hice fue ponerme a estudiar y fui muy buena estudiante porque veía que las buenas notas me daban libertad. Recibí el consejo de mi madrina, una mujer muy independiente, de que no iba a poder contentar a todos, pero que lo que debía hacer siempre era actuar en consecuencia para no arrepentirme al día siguiente. Yo era de chica un bicho raro.

-Que se llegó a inventar a una hermana, ¿no?

-Sí. Todos los lunes teníamos que hablar en el colegio en público sobre el fin de semana y yo no tenía nada que contar. Me inventé que tenía una hermana mayor para la que inventaba historias. Un día, yendo al colegio en el tranvía, me dio vértigo lo que estaba haciendo. Sabía que estaba haciendo algo muy mal y cuando llegué a clase reconocí que no tenía esa hermana. Desde ese momento me di cuenta de que estoy incapacitada para mentir.

-¿Es cierto que soñaba con ser primera bailarina del Ballet de Nueva York?

-Sí, así es. Quería ser alguien y me gustaba mucho bailar.

-¿Qué ha aprendido de la irrupción en España de nuevos líderes políticos como Iglesias, Errejón o Albert Rivera?

-Me parece muy bien que exista una generación de jóvenes que explicite su desacuerdo y desasosiego, pero hay que diferenciar a unos de otros. Sé lo que se cuece en la Facultad de Ciencias Políticas, en la que surgió Podemos y donde reinan la demagogia, el populismo y las conexiones con Venezuela. Nada que ver con Ciudadanos, que lleva diez años plantando cara al nacionalismo.

-¿Vivimos en España un momento de amnesia histórica?

-Lo peor es que no se sabe Historia.

-¿Están actuando responsablemente los medios de comunicación en la difícil situación que está viviendo la sociedad española o son tan culpables de los males como denunciaba Karl Kraus?

-Los medios de comunicación aclaran situaciones a veces y otras crean más ruido del que se merecen algunos asuntos. Eso sí, sin los medios de comunicación no habría democracia. Lo peor son esas tertulias televisivas en las que se habla sin criterio de lo divino y de lo humano y que convierten en analista a cualquier persona.

-¿Qué le enseñó como ciudadana y como historiadora haber presidido un grupo de comunicación como Unidad Editorial, grupo editor de "El Mundo"?

-Fue una experiencia muy interesante en la que hice muchos amigos, pero también me sentí muy a gusto volviendo a mi mundo académico.

-¿Es cierto que tuvo que convencerla el Rey Juan Carlos para aceptar aquella presidencia?

-Es verdad. El Rey Juan Carlos me empujó a que aceptase ese cargo. Yo siempre he sido muy reacia a aceptar puestos políticos o empresariales.

-¿Qué siente cuando ve a la Infanta Cristina, de la que usted fue tutora, entrar en los Juzgados?

-Tengo mucho cariño a la Infanta Cristina y lamento que se haya llegado hasta aquí. Creo que fue un error el no salir públicamente a dar explicaciones sobre lo que estaba pasando. Ha perjudicado mucho a la Corona.

-¿Qué consejo le daría a la Infanta en las circunstancias que vive?

-El consejo habría sido que diese la cara y pronunciara un "lo siento".

-¿Cómo le parece que lo está haciendo Felipe VI, de quien fue usted profesora?

-Lo está haciendo genial. Es una persona inteligente, profunda, bondadosa, con criterio y serena.

-¿Qué gran lección de utilidad para los tiempos que nos toca vivir nos ha dejado su maestro Luis Díez del Corral?

-La excelencia que tanto se echa hoy en día de menos. Él enseñaba a hacer siempre las cosas lo mejor posible, la liberalidad personal. Recuerdo su caballerosidad y distancia entrañable en el trato.