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El milagro de Panes: un cura, 17 iglesias

César Acuña, argentino y uno de los cuatro nuevos sacerdotes en la región, se confiesa a LA NUEVA ESPAÑA en una de sus jornadas maratonianas

César Acuña, a la derecha, junto a Candela Pidal, Camila Ramón, Jana Sobero, Rosa María Bustillo, Ceferino Ibarlucea, Aurora Caso y José Cosío, feligreses de Trescares. E. G.

Lo que no se aprende en el Seminario. "Mi primer destino tras ser ordenado sacerdote fue el de capellán del Hospital de Cabueñes, en Gijón. Turnos de cuatro días las 24 horas, con habitación en el centro sanitario. Al poco de llegar me llaman un día de madrugada; eran las dos y media, y me comunican que hay un exitus y que suba. Y entonces me di cuenta de que aquello no me lo habían enseñado en el Seminario. Era una anciana que se había muerto en la más completa soledad. Me quedé sin fuerzas, pero pensé: Dios quiere que yo esté aquí y ahora, acompañando a esta mujer, que no tiene a nadie en el mundo que lo haga. Y si Dios lo quiere, yo lo hago. Entré, me acerqué, toqué su cara, cerré sus ojos y recé a los pies de su cama".

Historia de ida y vuelta. En el pórtico de la iglesia de Panes hay una placa de homenaje:

"A los beneméritos hijos de Peñamellera Baja que con noble afán de engrandecerse dejaron el solar nativo y atravesando mares en aras de la ilusión y de la gloria trabajaron, vencieron o sucumbieron allá en la hospitalaria América. El pueblo, agradecido a los inmunerables beneficios que fueron sembrando en todas las parroquias del valle".

Diecisiete de esas parroquias tienen desde hace dos meses un cura llegado de esa América. La Historia, que siempre es de ida y vuelta. César Acuña dos Santos tiene 33 años y recorre de copiloto -anda sacando el carnet de conducir- los serpenteantes caminos de las dos Peñamelleras, la tierra asturiana donde el Arzobispado le destinó.

El debut aéreo camino de Asturias. En enero de 2008 César Acuña aterrizó en Asturias. "Era la primera vez que subía a un avión. Llegué con un frío que pelaba. Y me incorporé a la comunidad de Los Cabos, en Pravia. Aquello duró apenas dos meses y medio. Me volví a Argentina y en noviembre de ese año, después de hablar con el entonces arzobispo Carlos Osoro, regresé para iniciar los estudios en el Seminario de Oviedo". Seis años por delante, y uno más de diaconado. El 24 de mayo de 2015 César Acuña dos Santos fue ordenado sacerdote en la catedral.

"Hoy somos pocos". Sábado, cuatro de la tarde. Llegar a Oceño, pueblo de montaña, no es fácil. En cuatro kilómetros desde la carretera general el vehículo que conduce José Arruñada salva unos 200 metros de altitud. La minúscula iglesia de Oceño domina la aldea. En el tablón de anuncios en el pórtico se da cuenta del balance de 2014. Gastos, 368 euros. Saldo a 31 de diciembre: un beneficio de 1,09 euros.

A César Acuña le esperan en Oceño tres feligreses. Juan, Aurora y Beatriz sienten la necesidad de justificarse: "Ya ve, don César, hoy somos muy pocos".

Oceño forma parte de una sucesión de misas de fin de semana, repartidas entre ambos concejos del extremo oriental asturiano. Nueve entre sábado y domingo. El ritual se repite -con homilías distintas, incluso en muy distinto tono- en Alevia, Oceño, Trescares, la ermita de la Virgen de Espioña, en Cimiano, Narganes, Ruenes, Alles, Panes y Buelles.

La novia que quedó atrás. "En Argentina estudié la carrera de producción de radio y televisión. Soy de una localidad que se llama Bernardo de Irigoyen, de 12.000 habitantes en la provincia de Misiones. Desde mi casa a la frontera con Brasil hay un kilómetro. Es un paisaje de sierras, muy verde como Asturias. La gente me dice: Oye, tú no tienes acento argentino... Bueno, lo que no tengo es acento porteño de Buenos Aires".

"Trabajaba en el departamento de comunicación del Instituto de Loterías del Estado y en una televisión estatal que se llama Canal 12. Tenía novia, llevaba con ella cinco o seis meses. No es fácil de entender para tu familia, para tus seres cercanos, que de repente decidas cambiar radicalmente de vida, y que además lo quieras hacer a miles de kilómetros de tu casa. La pregunta recurrente de todos es la de ¿qué te ha pasado, tienes algún problema?

-Y cuál fue la respuesta.

-Les dije: no me pasa nada, estoy bien; de hecho, siento una alegría impresionante. Creo que Dios me está llamando y me voy a fiar de él. Si está de Dios, mi vocación perdurará; y si no, regresaré.

La comida del crucero. ¿Saben ustedes esa historia que dice que había una familia y el padre quiere hacer un crucero, de esos tan caros? La madre le dice que muy bien, pero que no van a tener dinero para viajar y comer, y sugiere llevarse en la maleta decenas de bocadillos de queso. Se embarcan y venga a comer pan y queso, un día tras otros, hasta que ya casi al final del crucero los niños se quejan. Y al padre le da pena y dice: hoy vamos a comer los manjares más exquisitos en el restaurante del barco. Saco dinero del banco y nos vamos a dar ese lujo. Y cuando llegan al restaurante el maitre les dice: oigan, qué raro que no hayan venido hasta ahora al restaurante, porque la comida va incluida en el precio del pasaje.

La historia la cuenta César Acuña en la iglesia de Trescares. Y tiene moraleja: a veces convertimos nuestra vida en pura monotonía -"Aunque el queso de esta tierra está riquísimo"- cuando está a nuestro alcance llenarla de color entregándose a los demás.

La iglesia de Trescares cumple este año su tercer centenario. Su bóveda está resquebrajada por una grieta que viene de la montaña y acaba en la carretera. La puerta al templo es original y abre con llave de 30 centímetros. "Esta no se olvida", dice Ceferino Ibarlucea, vecino encargado de su custodia.

Un bautizo, catorce funerales. "Desde que estoy en Peñamellera llevo un bautizo, un casamiento y catorce funerales. Veo a las familias de las personas fallecidas, tanto dolor en ellas, y me pregunto cómo me las voy a arreglar para consolar a esa gente... En la Iglesia falta sentido de humanidad. Sabemos mucho de Dios pero eso hay que trasladarlo a los demás. Rezar está muy bien, es importantísimo, pero hay que acercarse a la gente, preguntar qué necesita, estar un rato con ella, escuchando y aprendiendo. Y a veces te encuentran con realidades muy duras, nauseabundas, pero es preciso tocar esa realidad del otro porque ya lo dice el Papa Francisco: mejor una Iglesia herida y lastimada porque se abre al mundo, que enferma por estar encerrada".

El generador que da luz a la ermita de la Virgen de Espioña, cuarta misa de la jornada del sábado, dice que no funciona más y la iglesia se queda a oscuras en plena ceremonia. La comunión, con linterna y un par de velas.

-Son los inconvenientes del directo.

A Ruth le gusta la pizza. César llena el "plato" de Ruth con comida para gatos, pero Ruth, una gata tricolor, pequeñina y con ojos verdes, huele la pizza que se hace en el horno y pasa de "su" cena.

"En este piso vivía Pablo, el anterior párroco, con sus padres ya muy mayores".

En la sala, César Acuña montó una pequeña capilla doméstica presidida por la Virgen de Schoensttat, movimiento apostólico alemán fundado por el padre Kentenich. "Aquí está mi sitio de oración. Es lo primero que hago por la mañana. Enciendo una vela, pongo música de ambiente y pido al Señor que oriente mi jornada".

En un papel se cuentan las misas oficiadas en octubre. Unas 75. Y después el papeleo, llevar al banco la calderilla de las colectas, hacer informes, controlar obras... "Aún estoy organizándome. Tengo muchos planes, entre ellos poner en marcha un coro infantil y juvenil. Quiero caer bien a todo el mundo pero eso es muy difícil".

Misa con alcalde y alcaldesa. "Tomé posesión el 13 de septiembre. Una misa solemne en la iglesia de Panes, con los alcaldes de las Peñamelleras. Y una comida organizada por el pueblo. Confieso que ese día estaba un poco perdido. Me siento muy bienvenido. Tengo un sacristán, Santiago, siempre disponible. Impresionante. Y después están José y Macu. Cristo se hace ver así".

Macu Fernández y José Arruñada vienen a ser la perfecta intendencia. Laicos comprometidos de larga trayectoria, vecinos de Gijón, han ejercido de familia adoptiva de César desde que éste aterrizó en Asturias. José pone el coche para el tour de fin de semana.

El Arzobispado ayuda con la gasolina. César Acuña gana 860 euros al mes, más los ingresos de las celebraciones especiales. "A un cura no le puede sobrar el dinero, tiene que llegar a fin de mes con la cartera vacía. Lo que sobre hay que darlo; y lo que no sobre también, porque la ayuda tiene que doler un poco, esa es la verdadera caridad".

El espíritu de Benín. César Acuña enseña un vídeo. "Lo grabé en Benín", paso obligado de todos los que se ordenan en la diócesis asturiana. Habla Antonio Herrero, uno de los dos misioneros que coordinan aquel trozo sentimental de Asturias en el corazón de África: "Yo quiero quedarme aquí, sirviendo a los que nadie quiere servir".

"Y lo dice -apunta Acuña- con una sencillez y una humildad que te derrite el corazón. No me importaría irme a las misiones si me mandan. Es una vida dura, pero Dios lo ocupa todo y eso es una felicidad. La presencia de Dios, la posibilidad de sentirlo cerca..."

Una tortilla de chorizo como premio. La soledad... "Claro que se experimenta. Dejé a familia y amigos muy lejos. Intento que la sensación de soledad no sea egoísta, sino un motivo de esperanza. Contra la soledad, vitamina E, de Espíritu Santo". Vitamina para dar color a la paleta de la Iglesia "que en España es demasiado gris".

Mañana de domingo. Ruenes a las once; Alles al mediodía y Panes a la una. Templo lleno y César Acuña que no para quieto durante su homilía. A ambos lados del altar, grupos de niños catequistas. A ellos se dirige con una historia que aprendió de su formador en estos últimos años:

"La pregunta del millón. Como premio, una tortilla de chorizo: ¿Qué es lo mejor que podemos nosotros ofrecer a Dios?"

Los niños tantean en sus respuestas, pero ninguno acierta. "Me parece que la tortilla va a ser para mí". Y Acuña consigue el "milagro" de que los feligreses sonrían y alguno hasta ría en misa.

"Lo mejor que podemos ofrecer es nuestra vida. Se puede llegar a ser santo en una familia. Papá, mamá, tíos y abuelos... Porque todos tenemos una llave que abre y cierra nuestros corazones. Y si usamos la llave y abrimos nuestro corazón a Dios, si le decimos "toma lo que tengo, toma lo que soy", seguro que Dios entra".

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