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MIGUEL BAJO FERNÁNDEZ | Abogado ovetense, referencia del derecho penal económico

"Bárcenas se metió él mismo en el pozo de la corrupción al sacar a la luz sus papeles"

"El extesorero del PP tenía una defensa perfecta desde el punto de vista jurídico, pero prefirió la venganza y la pasión"

Miguel Bajo, tras ingresar en la Academia de Jurisprudencia. LAURA CARADUJE

Prefiere el éxito basado en el trabajo duro y constante que en una genialidad pagada de sí misma. Y ha sido ese esfuerzo de décadas sobre el que ha construido su bien ganado prestigio en el ámbito del derecho penal económico. Miguel Bajo Fernández (Oviedo, 1945) ha estado presente en los procesos más sonados de los últimos decenios. En los últimos tiempos llegó a encargarse de la defensa de Luis Bárcenas, el extesorero del PP implicado en la "trama Gürtel". Respecto a su antiguo cliente, tiene una opinión dura: "Él mismo se metió en el pozo de la corrupción al sacar sus papeles en los medios". Podría haber salido de este asunto con una pena leve, pero prefirió "la venganza y la pasión". Catedrático de la Autónoma de Madrid, ingresó el pasado viernes en la Academia Asturiana de Jurisprudencia.

-¿Cómo recibe su ingreso?

-Es un honor muy relevante. Ser miembro de la Academia asturiana, donde ha habido juristas tan importantes en el pasado y los hay en la actualidad, es un honor impagable. Y siendo asturiano, pues le tengo un cariño especial.

-Estudió en Oviedo hace ya medio siglo. ¿Qué recuerda?

-Fue del 62 al 67, en pleno franquismo. Oviedo tenía en ese momento un florecimiento universitario. Estaba el grupo de Aurelio Menéndez, de Iglesias Cubría en Derecho Civil; José Aparici en Derecho Romano; Torcuato Fernández-Miranda, José María Gil Robles, Córdoba Roda en Derecho Penal; Ignacio de la Concha en Historia del Derecho... Luego apareció Rodríguez Mourullo en Derecho Penal, que fue mi maestro y dejó aquí una huella importante. Fue una época importantísima para la Universidad y para mí, claro.

-Dirigió su carrera al derecho penal económico.

-Desde el principio. Publiqué en 1978 el primer manual sistemático en España sobre delitos económicos.

-¿Qué le movió a ese palo?

-Mueven los maestros, y en ese sentido fueron las enseñanzas de Rodríguez Mourullo, pero sobre todo las de Derecho Mercantil de Aurelio Menéndez.

-La gente tiene la impresión de que hay muchos resquicios para delinquir en lo económico.

-La primera crítica que se hace al derecho penal económico es que es poco eficaz, y no es cierto. Si usted examina el número de personajes del gran capital que han ido a la cárcel cantidad de años, ve que no es así. Ahí está Mario Conde, condenado a veinte años, que estuvo once años seguidos en prisión, o Manuel Prado y Colón de Carvajal, condenado a cuatro, y también encarcelado. El sistema funciona, desde el punto de vista económico y desde el político. El partido en el poder con mayoría absoluta no puede evitar la persecución de la "trama Gürtel", de su propia corrupción, a pesar de la Policía, de la posibilidad de nombrar al fiscal general o los miembros del Supremo, de la Inspección de Hacienda, del Consejo del Poder Judicial, de la politización de la justicia. No puede evitar que el sistema funcione. Y no lo pueden evitar ni Puyol, ni Mas, ni nadie.

-¿Por qué el dinero nunca aparece?

-Eso es otra leyenda urbana. Si uno se acerca al procedimiento, se encuentra con que el juez ha dictado embargos de todos los bienes que ha podido encontrar. Recuerdo el caso del barco de un famoso delincuente económico catalán que estaba a nombre de una empresa en un paraíso fiscal. El juez dijo: me da lo mismo, no sólo dicto el embargo, sino que lo ejecuto, antes incluso de la sentencia. Tras embargarlo y venderlo, apareció un abogado reclamándolo y no pudo demostrar que no fuese del delincuente. Se ha embargado lo que se ha podido. Lo que está escondido es imposible llegar a ello, para los jueces, para los particulares, para la propia esposa del delincuente.

-¿Su caso más difícil?

-Todos ellos tienen su complejidad. Sí diré que, en al menos dos ocasiones, los resultados de mi colaboración me entristecieron de tal manera que estuve a punto de colgar la toga, porque yo estaba convencido de la justicia de lo que defendía y el juez no lo vio así. Uno fue el "caso Ibercorp": fue injusta la sentencia condenatoria. El otro es menos conocido. Defendía a un arquitecto y una promotora.

-También defendió a Ramona Maneiro, por la muerte del tetrapléjico Ramón Sampedro.

-Me interesa la defensa de la autonomía de voluntad de las personas frente al poder político. Y, en el caso de Sampedro, la defensa de la autonomía del paciente frente a la ley. Todo el tema de la eutanasia me ha preocupado mucho, y he aportado cosas en libros y congresos. Al final, Ramona no fue acusada porque la voz que se oía en el vídeo que recogió el momento de la muerte de Sampedro no se pudo demostrar que fuese de ella. El juez aprovechó para quitarse de en medio. El asunto era ética y jurídicamente dudoso.

-También defendió a Bárcenas. ¿Veremos el juicio?

-Con toda seguridad. Yo le defendí, pero luego renuncié porque trató de defenderse sin mi consejo, e incluso apareció una entrevista en "El Mundo" que yo no conocía para nada, donde se mantenían tesis contrarias a lo que yo había defendido por escrito ante los jueces. La separación entre abogado y cliente era absoluta. Él pretendía defenderse con consideraciones políticas, pero tenía una defensa perfecta desde el punto de vista jurídico, muy bien construida por nosotros y muy válida. Prefirió la venganza y la pasión para defenderse, y para eso no necesita un abogado.

-¿Hubiese podido salvarse?

-Si hubiese mantenido una defensa técnica, pues claro que hubiese podido tener una pena leve. Este señor no tenía cargos administrativos, sólo era senador. No tenía facultades para realizar actos administrativos. Él mismo se metió en el pozo de la corrupción con los papeles que presentó ante los medios.

-¿Estamos sacando de madre el asunto de la corrupción?

-La corrupción se ha quedado en los estamentos superiores de la función pública. Entre las instituciones más apreciadas está la Policía. En los países de menos desarrollo la Policía tiene muy poco prestigio. Se confunde a veces la corrupción del político que busca enriquecerse con la actuación de aquel político que comete alguna irregularidad en un expediente simplemente para cumplir con su función social. A veces se exagera en ese territorio, eso no es corrupción. Dicho esto, la corrupción es alarmante, y la única solución está en los propios partidos. Ahí el derecho no pinta nada para solucionar el problema.

-¿Interesa la existencia de paraísos fiscales?

-Parece que sí. Es un enigma. Se me escapa por qué existe un Gibraltar, unas islas del Canal, incluso una Holanda...

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