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Una amenaza disfrazada de juguete

Los instructores de vuelo de drones aprecian cierto "descontrol" en la regulación sobre esta tecnología

El vuelo de un dron sobre la costa gozoniega y candasina desembocó hace unas semanas en la detención de un luanquín que pilotaba una de estas aeronaves, de dos kilos de peso, manejada por control remoto sin cumplir los requisitos exigidos por ley: volando por el entorno de la playa de Verdicio a 1.600 metros de altitud, cuando la normativa establece un máximo de 120, por lo que puso en riesgo el tránsito de aviones. Otro de los drones de este luanquín voló sobre los cascos urbanos de Candás y la parroquia de Perlora sin disponer de la correspondiente autorización administrativa, lo que supone igualmente otro delito en materia de seguridad aérea. El caso ha vuelto a sacar a la luz pública el desconocimiento que muchos aficionados mantienen sobre la regulación en torno a los drones. En Asturias, academias de formación y estudios audiovisuales con servicios de este tipo ofrecen una perspectiva clarificadora sobre los usos y abusos de esta tecnología.

El hecho de que la administración "por fin" haya empezado a actuar como en el caso del luanquín resulta un "consuelo" para las cerca de 800 empresas acreditadas en España para impartir formación en este sentido. La normativa sólo concede permisos puntuales para el uso de estas aeronaves que funcionan como los clásicos "juguetes" de aeromodelismo, pero a los que ahora se les ha colocado una cámara para ver desde otra perspectiva aquellos lugares que sobrevuelan. Una de las premisas es haber superado un curso de formación acreditada.

Raquel Fernández, gerente de Falcon Air Academy, uno de los centros instructores de pilotos de drones en el Principado, explica que para salir a volar alguno de estos aparatos se hace necesario superar un curso avanzado de 60 horas, con una práctica de una semana aproximadamente. "En un mes ya están preparados", indica. Ese curso garantiza que el alumno dispone de los conocimientos técnicos necesarios para pilotar un drone pero si decidiera trabajar como operador debería acreditarse ante la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) y contar con un seguro de responsabilidad civil. "Muchos alumnos que nos llegan no están relacionados con el sector; hacen el curso porque necesitan aplicar los drones a su trabajo", continúa Fernández. Otro de los servicios habituales ahora es también el de la fotografía de bodas con drones.

En el estudio La Cabina de Gijón son conscientes del boom experimentado en los últimos tiempos para todo tipo de servicios audiovisuales con drones. Suyos son los trabajos para algunos de los principales eventos festivos en el Principado. Su dron ha sobrevolado la playa de Poniente de Gijón durante uno de los últimos récords de escanciado. En el Oriente han filmado a vista de pájaro el festival "Aquasella" de Arriondas -"este año ya no lo hicimos", aclaran- y han estado también con su "ojo" volador durante la comida de las fiestas del bollo de Avilés. Borja Medio, uno de los socios de La Cabina, precisa que, cumpliendo todos los requisitos que marca la ley, para ellos el dron es "una herramienta de trabajo".

Es útil tanto para vídeos corporativos, fiestas, enlaces matrimoniales o para empresas de construcción que desean ver los resultados de su trabajo desde otra perspectiva. Correos también ha comenzado a probarlos estos días para llegar a zonas de difícil acceso. Otra utilidad del uso de drones es la exploración y mantenimiento de parques eólicos donde el dron puede dar una imagen detallada del estado de los equipos. "Hay un filón de trabajo importante", reconocen en el estudio gijonés. Pero los controles son cada vez más exhaustivo. A ellos la Guardia Civil ya les ha parado dos veces. Sin consecuencias, eso sí. "Siempre llevamos encima la documentación de la titulación, la póliza de seguro y el informe de una consultoría que confirma si podemos volar o no en esa zona", explican.

De la denuncia realizada el pasado 6 de noviembre por varios agentes de la Guardia Civil de Gijón al luanquín que violó la normativa de seguridad aérea saca Borja Medio varias conclusiones. "Hay que tener un poco de cabeza" a la hora de volar este tipo de aparatos. "No olvidarse nunca de la regulación", pues la ley marca unos límites en cuanto a la altura y posibilidades de aproximarse a zonas habitadas, continúa el gijonés. La AESA recuerda en este sentido que, además de volar sobre entornos urbanos o aglomeraciones de personas, está prohibido hacerlo cerca de aeropuertos, aeródromos o donde el espacio aéreo esté controlado, igual que tampoco se puede volar drones de noche. No obstante, en La Cabina creen aún quedan algunos flecos sueltos.

"En el 90% de los casos da la sensación que estás haciendo ilegalidades", reconoce Medio. "¿Para qué te van a contratar un dron? Para una rally donde hay coches, gente? o para una carrera de San Silvestre? eventos donde siempre hay gente", continúa, "resulta complicado trabajar tal como está la ley". Así, por ejemplo, en interiores no existe regulación alguna y un programador podría contratar un dron para volar por encima del público durante un concierto en el Palacio de Deportes de Gijón y, sin embargo, el aparato no podría ni siquiera sobrevolar las colas de acceso al recinto. "O la ley mejora para todos, o no sé qué vamos a hacer", lamenta.

Las multas por violar la normativa vigente son de miles de euros -en función de la gravedad pueden alcanzar los 4,5 millones de euros-, no son baratas "pero aun así hay quien prefiere pagarla y seguir haciendo lo mismo porque piensan que no les van a pillar", subraya Raquel Fernández quien coincide en las valoración acerca de cierto "descontrol" en la regulación. Para los que deciden comprar un aparato por unos 1.300 euros se puede adquirir una aeronave de cierta envergadura. "Los hay incluso más asequibles", aclara la gerente de Falcon Air Academy. En EE UU los venden hasta en los supermercados. "Estoy seguro de que va a ser uno de los regalos estrella para niños este año", opina Borja Medio.

Manuel Antonio Díaz, director de formación de Falcon Air Academy, detalla que las horas de prácticas en su centro caso se distribuyen de la siguiente forma: cinco de teoría específica sobre el dron, dos horas más de simulador -imprescindible-, para pasar después las prácticas "en campo" -en una parcela próxima a la antigua Universidad Laboral de Gijón- y que oscilan entre cuatro y seis horas con un mínimo de 20 despegues y/o aterrizajes del aparato. "No resulta complicado el proceso de aprendizaje, dado que no se requieren habilidades manuales, quizá lo más relevante es concienciar al alumno de que está gestionando un sistema que hay que conocer. El piloto envía instrucciones a un computador de vuelo, que será quien pilota realmente la aeronave, por ello es fundamental entender todo el sistema de control y su comportamiento en diferentes situaciones", relata el instructor, con 80 alumnos certificados como pilotos de drones en el último año.

Expedientes

En cuanto a las precauciones, Díaz matiza que se trata de seguir los procedimientos marcados igual que en cualquier otra actividad aeronáutica y "mantener unos altos estándares de seguridad operacional". Por ello, el responsable de formación de Falcon Air Academy juzga como una "barbaridad" la acción desarrollada por el luanquín que fue detenido por la Guardia Civil y ve "un incumplimiento muy grave" de la normativa en este caso "por no comentar que se puso en riesgo la operación de aeronaves comerciales en el Aeropuerto de Asturias".

Desde la entrada en vigor de la ley, la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA) ha abierto 24 expedientes sancionadores que suman un importe total 185.500 euros, y las dos causas mayoritarias de denuncia son las de no ser un operador habilitado y el sobrevuelo de zonas no permitidas. La normativa, aprobada en julio de 2014 parece que va calando poco a poco la sociedad, que comienza a ser consciente de que los RPAS (sistemas aéreos dirigidos por control remoto) no son solo "juguetes" voladores, sino que son "algo más", apunta Manuel Antonio Díaz, instructor en una academia asturiana de formación aeronáutica, quien insiste en que saltarse las normas implica sanciones.

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