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L'aprecederu

Dentro y fuera

Releo una información de LA NUEVA ESPAÑA del 18/09/2015. Washington. Un ciudadano asturiano, astrofísico por más señas, emigrante como tantos, saluda a don Felipe y Doña Letizia vestido de asturiano, montera picona incluida, al grito de ¡Puxa Asturies!

Él sonríe y los Reyes ríen al escuchar su ¡puxa! patriótico. La risa de sus Majestades es sin duda la risa nerviosa del que se ve desconcertado, del que no reconoce el objeto que tiene delante o no sabe qué hacer ante él.

Pero no me interesa ahora la risa de los Reyes, sino la persona del astrofísico Bruno Sánchez-Andrade. Como otros muchísimos emigrantes echa de menos su tierra. Pero esa ausencia no se manifiesta únicamente, como en la mayoría de los casos, aseñardando su entorno próximo: la familia, el concejo, la sidra? la fabada. Lo hace globalizando sus señas de identidad y exhibiéndolas: un asturiano de un país con una identidad que no se manifiesta solo en lo interior, sino que se convierte en divisa visible. Lo público y colectivo, frente a lo íntimo y particular.

No hace falta señalar que no es frecuente esa conciencia de asturianía y su expresión proactiva y orgullosa. Ni en casa ni en el exterior.

De alguna manera, contrasta ello con la identidad que otros nos asignan desde afuera. En efecto, estos días el fundador de Vox, Santiago Abascal, de forma paralela a como Vázquez de Mella lo hizo en 1916, ha venido a presentar sus huestes electorales en Covadonga, donde encuentra él el símbolo de la Reconquista de España.

Ya ven, aparentemente dos cosas tan distintas: nosotros con una tan débil identidad para nosotros mismos, y tan cargados de ella para afuera.

Son dos caras de lo mismo: el vacío que nosotros dejamos lo ocupan otros, pues nada los perturba en ese cascarón huero de nuestros posibles símbolos de identidad: todo de ellos, nada nuestro.

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