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El reto del declive demográfico en la educación

Pajares, la escuela más pequeña

Cuatro niños comparten espacio y juegos en uno de los centros rurales con menos alumnos de Asturias, ejemplo de la importancia de mantener la docencia en los núcleos periféricos

Sergio, Sheila, Sara y Rodrigo junto a Lorena Riesco, su profesora de Inglés. FERNANDO GEIJO

Los peajes excesivos dan vidilla al pueblo de Pajares, al que algunos habían enterrado cuando se abrió en su día el túnel del Negrón. Con la llegada de las nieves y la temporada de esquí, además, el pueblo acelera el pulso.

Pajares tiene escuela, una de las 94 de carácter rural, asociadas a los Centros Rurales Agrupados (CRA) que funcionan en Asturias. La escuela de Pajares es la más pequeña de Asturias junto a las de Irrondo de Besullo y Mieldes, en el concejo de Cangas del Narcea. Cada una de ellas tiene cuatro alumnos.

Es el número mínimo que se requiere para mantener abierta una escuelina rural o, al menos, lo era hasta ahora. La Administración regional estudia abrir campo para posibles excepciones. Las escuelas rurales ayudan a fijar población, a evitar en lo posible el desmoronamiento demográfico de una buena parte de la geografía asturiana. Hay muchas al límite, jugándose la supervivencia curso a curso, dependiendo del traslado de una familia, de un puesto de trabajo fuera de Asturias, de un cambio de domicilio.

Pajares sirve de ejemplo para explicar una parte vital del sistema educativo asturiano, no tanto en número como en significación. Depende del CRA de Lena, con sede en Campomanes. Cuando su director, Rafael Menéndez Secades llegó al CRA las numerosas escuelas rurales agregadas abrían a lo largo de todo el concejo. Hoy solo quedan dos: las de Zurea y Payares. Entre ambas suman 11 escolares de Infantil y Primaria.

La escuela de Pajares colinda con la iglesia y mira a la montaña. El escenario del recreo es el pueblo mismo y sobre todo el minúsculo parque donde Carlos, profesor de Educación Física conduce la clase cuando las condiciones meteorológicas lo permiten. "Y si no, a cubierto", como aconsejan los más de mil metros de altitud.

La escuela tiene "trastienda", un espacio que aún conserva, ya en desuso, viejos pupitres de madera y hierro con medio siglo de antigüedad. Una mampara divide espacios, y también épocas. La etapa de clase llena y la actual, en la que los reyes y reinas de la escuela se llaman Sheila García Álvarez (5 años), los hermanos Rodrigo (9 años) y Sara (7 años) González de Lena, y Sergio González Trigueros (10 años). La horquilla didáctica va desde tercer curso de Infantil hasta quinto curso de Primaria. En resumen, cuatro niños en cuatro cursos distintos.

Ana Elvira Fernández ya ha cumplido los sesenta años pero aún le queda un fleco de cotización para jubilarse. Conserva toda la fuerza docente, sin embargo. Es la tutora de la escuelina de Pajares y lleva en el cargo una década. "La mayor nevada que vi por aquí fue la del pasado febrero. Es que necesitamos hasta palas para retirar la nieve y poder entrar en clase. Nos ayudaron los vecinos pero la escuela se abrió", recuerda con orgullo.

Hoy toca control para los tres niños de Primaria, cada cual en su curso. A Sara le cae una pequeña bronca porque... bueno, digamos que lo llevaba prendido con alfileres: las partes del cuerpo humano. A cuatro alumnos los controla la tutora al minuto.

Sheila es lista como ella sola y va por libre por cuestiones de edad. Una vez a la semana recibe la visita de una profesora de Infantil, para apoyar esa etapa educativa. Enseña al periodista sus dos libretas donde ya aparecen pequeñas sumas y restas; frases escuetas y muchos dibujos.

La carretera nacional separa su casa del colegio, que está a tiro de piedra. Sus padres regentan el restaurante El Mirador, parada de camioneros, con habitaciones en la planta alta. Es posible que Sheila acabe la Primaria en su escuelina rural pero no depende de ella, ni siquiera de su familia. Depende del número futuro de escolares. En todo caso siempre le quedará el CRA de Lena en Campomanes donde los cuatro alumnos de Pajares bajan una mañana a la semana -los jueves- para participar en actividades con los demás niños.

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