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La experiencia del fotógrafo José Díaz tras vivir cien días aislado en una cabaña en Redes

"No creía que los míos me hicieran tanta falta"

El aventurero, recibido por más de doscientas personas en Caleao (Caso) con un concierto singular en medio de la naturaleza

"No creía que los míos me hicieran tanta falta"

Caminó y caminó hasta el centro de la soledad y allí encontró el corazón. El decorador y fotógrafo ovetense José Díaz terminó ayer sus "cien días soledad", el proyecto que lo llevó a aislarse en una cabaña del parque de Redes, en Caso, para rodar un documental de naturaleza y, también, de búsqueda personal. Día a día, iba relatando sus vivencias en un exitoso blog en la edición digital de LA NUEVA ESPAÑA. Sin conexión digital alguna, dejaba los manuscritos en un buzón, que su hijo José recogía y remitía al periódico. Fueron cien días sin ver a nadie, salvo a su sombra y a su caballo "Atila". Pero ayer este hombre de sentimientos muy contenidos bajó de su cabaña y pudo decirle a los suyos qué fue exactamente lo que halló en los bosques: "Me di cuenta que os quería más de lo que creía. No pensaba que me hicierais tanta falta". Y así fue cómo su mujer, María José Fanjul, y sus tres hijos, José, Pedro y Pablo, descubrieron que sí habían merecido la pena esos tres meses de echarlo mucho de menos.

Fueron cien días de soledad y una mañana de más de cien abrazos. Unas 250 personas participaron en el recibimiento a José Díaz, que tuvo lugar junto a una cabaña cercana a la ruta de los Arrudos, en Caleao (Caso). Fue en el prado situado encima de la fuente de Agualmayu. La cabaña donde pasó los cien días queda aún a una hora de camino monte arriba.

Cintas de colores adornaban una ladera coronada por un bosquete de robles desnudos. Iba a ser el escenario de un concierto singular. Pronto, un quinteto de cuerda y oboe interpretaría un concierto en Do mayor de Haydn y, entre otras obras, el cuarteto de Samuel Barber. Esta pieza es "la música más triste del mundo". Pero ayer, según dijo José, iba a ser uno de los días más inolvidables de su vida. Por alegre y emotivo. El tiempo: primavera a las puertas de la Navidad.

Iban llegando los invitados, familiares y amigos. Con muchos de ellos se fundía en un intenso abrazo. José forma parte de una familia numerosa, muy querida en Oviedo. Llegaban hermanos, primos y sobrinos de todas partes: Huelva, París Madrid.... Él mismo confesaba que aún no se había desprendido del todo del peso de la soledad y que le resultaba extraña tanta cercanía. En los cien días en el monte, sobre todo ya al final, la soledad le quemó. A veces se preguntaba qué hacía hablándole a la cámara mientras rodaba las imágenes que ahora empezará a seleccionar para montar el documental. El filme, además, tendrá una banda sonora compuesta por su hijo Pablo. La primera pieza, titulada "Cien días de soledad", se estrenó ayer. A su padre se le escaparon las lágrimas al escucharla.

La soledad le pesó. Pero lo que más le pesó fue el equipo que tuvo que acarrear para lograr las imágenes necesarias para el documental. Ese esfuerzo físico fue acompañado de un proceso emocional, de un "filtrado", como él mismo lo definía. José explicaba que todo este tiempo en el monte le enseñó a distinguir quienes son las personas verdaderamente importantes en su vida.

Llegó su madre, Mari Pepa, y lo abrazó. "¡Josín!". Llegaron sus sobrinos y hermanos y lo abrazaron. Un par de niños revoloteaba alrededor: "Mira, ¡es el del monte! ¡Es amigo de mi padre!", decía uno. Todos lo notaron más delgado. La barba también les extrañaba. Antes del concierto, José les dirigió unas palabras y recomendó a todos que probasen una experiencia similar, "aunque no sea de tantos días". Porque al fondo de la soledad a veces esperan muy agradables sorpresas.

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