La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Arquitectura personal (y 2) | MARTA ARECES | Fotógrafa

"Con la cámara logré una relación nueva con mi padre y su apoyo me animó para más proyectos"

"Cuando la fotografía empezó a ser vital para mí, me ahogaba el tiempo que debía dedicar a la familia y a los compromisos y me preguntaba: '¿Y para mí, qué?'"

Marta Areces, en su estudio de Oviedo. LUISMA MURIAS

Marta Areces (Grado, 1963) es una fotógrafa destacada entre los nuevos creadores. Trabajó de oficial administrativo en un centro de salud mental hasta que una enfermedad reumática la retiró anticipadamente, y la recomendación de que hiciera, como terapia, algo que le agradase la llevó a estudiar fotografía. Hasta entonces era la fotógrafa de casa, la que nunca sacaba posados. En la academia y en el laboratorio se reveló como persona a partir de los 42 años. Tiene varias series relacionadas con la gente de Grado, con sus viajes a Cuba y con su padre, Alfredo Areces, uno de los fundadores de Cafés Areces, al que acompañó en dos viajes: el último que hizo a Benidorm y el de la enfermedad que le llevó a la muerte.

-¿Cómo empezó a hacer las fotos de la enfermedad de su padre?

-Con el móvil y con una Leika compacta. Si se extrañaban los médicos, él decía: "Es que es fotógrafa". Fue la primera vez que lo dijo. Me abrió las puertas hasta el último momento. Le hice retratos formales, en la cama, mirando a cámara, al final.

-¿Y lo aceptó?

-Como todo en la vida. Cuando supo que tenía un problema serio, se puso a arreglar todo, en una semana fuimos al notario, a los bancos, habló con el asesor fiscal. A los quince días las piernas no le sujetaban. Le llevé a la finca para que viera los gatos y aguantó un cuarto de hora. Al mes estaba encamado sin fuerza en las piernas y en los brazos.

-¿Cómo lo llevó?

-Con un espíritu positivo, alegre, fuerte, riéndose de las comedias de sus nietas. Era consciente de que había sido un hombre muy fuerte y tenía que despedirse como lo que era.

-Y con las cámaras, ¿cómo lo llevó usted?

-Supuso algo bueno y algo malo. La cámara me aislaba del dolor. Yo era la que estaba más tiempo allí, aunque mis hijas se portaron fenomenal. Me alternaba con Cristina, la mayor. Él era un hombre de antes, le daba vergüenza si había que lavarle, primero yo, luego también mi hija, siempre con cuidado. La cámara fue una barrera. Yo pasaba una situación dura y estaba enfadada conmigo porque no podía hacer más fotos.

-¿Qué más pasaba?

-(?)

-¿Hubo una tormenta perfecta?

-Hubo una tormenta. Mi madre se cayó y aplastó una vértebra, lo que la tenía fajada en una habitación, sin aceptar el tema. Yo me agarraba a lo físico, a darle todo lo que pudiera necesitar él y a esconderme detrás de la cámara. No sé si quería evitar? no sé si quería evitar algo... Sé que estuve fría, dicen que excesivamente. Cuando falleció -en febrero de 2013- no mostré el dolor como el resto de la familia.

-¿Gracias a la cámara consiguió una relación que no habían tenido?

-Sí, se abrió un poco más. Él sabía que el final era inmediato, hablaba de las cosas y hasta me echó piropos. Gracias a él empecé a meterme en más proyectos.

-El duelo no perdona. ¿Qué pasó luego?

-Me llegó muy tarde. A los dos meses y medio falleció mi hermana y se juntaron muchas historias y ahí tenía yo la cabeza... no sé. Tenía pena por mi madre.

-¿Y por usted?

-No sé, yo quería huir. La fotografía me permitió huir. Quería desaparecer de todo, de Oviedo, pero no se podía. Hice miniviajes, diez días para ver a mi hija que estaba en Londres, alguna exposición en Madrid. Pero las consecuencias de la falta de mi hermana y de Alfredo aún colean en papeles y burocracia. Alguien tiene que estar. Cada vez salgo más, porque me alimenta, y vuelvo.

-Siempre lleva la fotografía pegada al dolor.

-Me ahorro psiquiatras. Soy melancólica y pasional. Me gusta reírme y cuando estoy bien, estoy muy bien y cuando estoy mal, muy mal. Hay imágenes más duras que rechazo por su dureza, pero en los momentos más duros me han salido las mejores cosas. Si estoy más gacha empatizo más con las personas mayores, las escucho con más atención, me identifico más. En Benidorm tengo fotos simpáticas y divertidas y otras tristes y solitarias en las que no se reconoce la ciudad. Leí que las fotografías dicen más del fotógrafo que del fotografiado. Al principio eso no lo entendía.

-¿Y ahora?

-Me agrada cuando me dicen "esta foto sé que es tuya", pero soy consciente de que, de alguna forma, te estás desnudando. Aparto algunas fotos porque pienso: "Esto no lo puedo enseñar". He encontrado mi lenguaje.

-¿Tuvo apoyo en casa?

-Al principio sí, porque era como si fuera dos días a jugar a pádel o a la tertulia con las amigas, pero para mí la fotografía empezó a ser vital. Empecé a llenar la mesa del salón, puse el ordenador, libros, papeles... escribía, tomaba apuntes de los libros. Necesitaba cada vez más espacio y más tiempo. Me ahogaba cada vez más lo que tenía que hacer con la familia y preguntaba: "¿Y para mí qué?". Necesitaba la soledad que tengo ahora en el estudio. En casa dolió que me molestaran cada vez más los compromisos con los amigos, porque no me aportaban nada y me quitaban mi salud mental y el alimento de mi alma. Si estoy haciendo fotos, me olvido de comer y a mí, como buena asturiana, me gusta comer y beber.

-¿Eso tuvo consecuencias?

-Hubo muchos tiras y aflojas. Ahora se entiende mejor y a veces creo que están orgullosos.

-Ahora no para.

-Con la exposición "Todavía la tierra", en Madrid, en Guadalajara, en movimiento, me llamaron para participar en el libro "Contemporáneos", con treinta finalistas de PhotoEspaña 2013. Me asusté.

-¿Por qué?

-Temía que me quedase grande, pero tres amigos de Oviedo me animaron con mil razones. Es una exposición itinerante, un libro, y estamos preparando unos fanzines. Abrimos en el Centro de Arte de Alcobendas y estoy en contacto con dos sitios para ofrecer lo de "Contemporáneos" y una exposición individual. Mientras tanto estoy con el proyecto de Alfredo, con el que quiero hacer un libro pero no sé cómo editar. Quiero algo sencillo y bien hecho. Tengo claras qué fotos no voy a poner. Nada morboso ni desagradable.

-¿Qué considera morboso?

-Hay algunas fotos... Su rostro en el último momento, pero no quiero eso. Él dijo que había sido muy feliz y que se había sentido muy querido en esos meses. Quiero que se vea eso.

-¿Cómo sabe cuándo se acaba una serie?

-Es difícil. "Todavía la tierra" es una exposición, tiene dos libritos, ya cuenta mucho de lo que yo? pero le dejo la puerta abierta a meter algo más.

-¿Por qué prefiere las fotos de antes a las digitales?

-Las imágenes en químico las siento un poco más mías. Mi hija Marta me reprochaba de pequeña que quería más a Cristina, y yo le respondía que no, que a Cristina la quiero tres años más porque empecé a quererla antes, cuando ella no existía.

-El color le distrae, ha dicho.

-Sí, en Cuba o en México hay colores maravillosos, y disparas y la foto me queda bonita. La forma de saber si es algo más es imaginarla en blanco y negro, pensando en sus contrastes, su gama de grises.

-¿Qué más trabajos tiene abiertos?

-"Raíces del Cubia", sobre Grado. Me faltan cantidad de retratos. Me disperso con mucha facilidad. De pronto me enamora una familia de Grado, me centro en ella y de lo que iba a ser un capítulo sale otro libro.

-Está más libre para todo.

-Y más que quiero estar, si pudiera comprar horas me vendría genial. Tengo el ordenador lleno de imágenes que debo editar y seleccionar, estoy escaneando...

-¿Cómo se siente ahora?

-Fotográficamente, confío más en mí. Eso me da más fuerzas en lo personal. Soy más sensible de lo que aparento y de lo que creía y con la fotografía estoy aprendiendo a valorarme.

-¿Por los reconocimientos?

-Si salen cosas es que algo estoy haciendo un poquito bien. Ya pasé guardería, párvulos y estoy en primero de Primaria. Me falta mucho, pero tengo ansia enorme de saber. He tenido la suerte de conocer grandes fotógrafos que son como imaginaba por sus imágenes. Dicen que las fotos se parecen a ti y empiezo a gustarme más. Estoy empezando a eliminar lo que no quiero y eso me lo dan la fotografía y la vida, donde cada año va todo más deprisa.

Compartir el artículo

stats