La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La noche más larga

Los vecinos de La Caridad y Viavélez, angustiados ante las llamas, sospechan que los fuegos fueron intencionados

Nadie se separa del teléfono móvil. Las llamadas y los mensajes salen empujados por la angustia. Son los vecinos que buscan confirmar que todo está bien en sus pueblos, que las llamas no han causado demasiados estragos. A las nueve de la noche de ayer, La Caridad estaba envuelta en humo. Si no oliese tanto a quemado, cualquiera diría que se trata de la niebla que acompaña a ese frío que no acaba de llegar a Asturias.

Pero el termómetro ronda los veinte grados, azuzado por los vientos sureños. Esos mismos que han transportado el infierno hasta las mismas puertas de la localidad, capital de El Franco. Por el medio, se quedaron pueblos enteros, con casas de piedra y tejados de pizarra, muchos de ellos aislados por el devastador fuego que partió de Boal y que llegó como una flecha al mar.

No circulan apenas vehículos por las calles. Sólo aquellos que escapan, o los de los valientes que tratan de luchar, como pueden, contra lo inevitable. Varios trabajadores de un aserradero mantienen a raya a las llamas con los medios que tienen a mano. A falta de efectivos de seguridad, es una vecina la que sale al paso y recomienda no seguir adelante por la carretera. "Me dijeron que no podía pasar nadie", asegura.

En el centro de la localidad, en la plaza del Ayuntamiento, los vecinos se reúnen y hablan. Han salido de casa en busca de información. Quieren saber lo que pasa. Muchos se tapan la boca con pañuelos o bufandas. Los más precavidos, con mascarillas. Bajo las luces que desean " Felices Fiestas" todo son especulaciones.

Los hay que ven sospechoso que el fuego haya bajado tan rápido del monte. Las dudas sobre la intencionalidad no tardan en salir. Y arrecian cuando alguien informa de que hay nuevos focos en Loza y en Cartavio. "Es un desastre. Serán cabrones", masculla un vecino. Muchos recuerdan estos episodios en el pasado, pero ninguno de tanta gravedad como éste.

El reloj del Ayuntamiento franquino marca las diez menos diez de la noche y desde el cielo, hoy anaranjado, comienzan a caer algunas gotas. No por mucho tiempo. El viento, como desde primera hora, sigue soplando y avivando las llamas. Aún queda mucha noche por delante. Y será larga.

Compartir el artículo

stats