El estilo de vida más o menos saludable está en relación directa con la inteligencia emocional, un concepto que podríamos enunciar como la habilidad para percibir, aceptar y responder a las emociones propias y a las de quienes nos rodean.

Un grupo de profesores de Salud Pública de la Universidad de Oviedo acaba de firmar una investigación centrada en los estudiantes de Enfermería. Una de las conclusiones es que a mayor inteligencia emocional, menos conductas de riesgo.

Los investigadores realizaron un estudio con 275 estudiantes del Grado de Enfermería que accedieron a participar voluntariamente en el trabajo. Con este propósito, se midió su inteligencia emocional mediante la escala de Schutte, así como otras variables que pudieran afectarla (edad, sexo, nivel socioeconómico, curso y satisfacción vital). Los mismos especialistas recogieron también información sobre las principales conductas de riesgo de los alumnos, como pueden ser el consumo de tabaco, alcohol, drogas ilegales, dieta poco saludable, sobrepeso, sedentarismo, exposición solar, riesgo laboral y la práctica de relaciones sexuales sin protección.

El estudio permitió hallar la probabilidad de tener cada una de esas conductas de riesgo en función de la inteligencia emocional. Los alumnos con más capacidad emocional tienen menos riesgo de beber alcohol de forma excesiva, seguir una dieta poco saludable y mantener relaciones sexuales sin protección. Además, los investigadores encontraron, para estas tres conductas, una clara relación dosis-respuesta, de forma que cuanta más inteligencia emocional obtenían los estudiantes en la evaluación, menos riesgo planteaban de incurrir en conductas poco saludables.

Según la opinión de estos investigadores de la Universidad de Oviedo, una elevada inteligencia emocional aumenta la probabilidad de tener una mente abierta, de expresar sentimientos y también de manifestar de forma asertiva el rechazo a determinadas opciones socialmente asumidas por sus iguales. Por lo tanto, los alumnos que gozan de más inteligencia emocional pueden decir que no más fácilmente a determinadas conductas, aun cuando la presión social para mantenerlas es elevada, como en el consumo de alcohol.

La investigación -señala el profesor del Departamento de Medicina Alberto Lana Pérez- surgió de la confluencia de intereses. De un lado, la enfermera Eva Baizán estudió la inteligencia emocional en los estudiantes de este Grado de Enfermería. De otro lado, un grupo de docentes de la Universidad llevaba años estudiando las causas de adquisición de conductas de riesgo para la salud. Los investigadores recuerdan que, pese a que existen muchos modelos que tratan de explicar los cambios de conducta en el paso de la niñez a la edad adulta, la mayoría de los trabajos coinciden en la importancia de la interacción entre lo que el individuo piensa y el medio que le rodea.