El mayor de los incendios que asoló la región el pasado sábado, el que calcinó buena parte del concejo de El Franco, comenzó a arder en el concejo vecino de Boal. Concretamente, lo hizo en un monte del núcleo de Brañalibrel, donde ayer se llevaron a cabo las primeras tareas de investigación para determinar las causas del inicio de las llamas, y tratar de identificar a los causantes, en caso de que, como se ha venido sospechando, haya sido obra de la mano humana.

Efectivos del Servicio de Protección de la Naturaleza (Seprona) de la Guardia Civil tratan de esclarecer, sobre el terreno y con la colaboración de agentes de la denominada Unidad Central Operativa Medioambiental (UCOMA) quién está detrás de esa buena parte de los incendios del fin de semana que, según las primeras indagaciones, han sido provocados. Grupos "interdisciplinares" de agentes especializados del Instituto Armado investigaron ayer igualmente al menos en los focos de incendios en Tineo, Oviedo o Pola de Lena.

Ayer, en Brañalibrel, los miembros del equipo de investigación visitaron el que se cree que ha sido el punto de origen de la gran lengua de fuego que descendió hasta las playas del Occidente. Los agentes hablaron con los vecinos de la localidad, para tratar de recabar la máxima información posible de los primeros momentos del infierno. También desplegaron medios por la zona, intentando dar con pistas sobre lo sucedido.

Los vecinos del núcleo, con una decena de viviendas, algunas de ellas deshabitadas, afirman desconocer el por qué de las llamas. Sí ofrecen información sobre el cuándo. "El primero de los incendios se produjo el miércoles", explica Sonia Pérez, de la casa "El Campo". Relata que se percató de las llamas hacia las cuatro de la tarde. Ese primer incendio fue sofocado por los bomberos, que movilizaron un helicóptero esa misma tarde.

"Lo que sucedió el sábado, seguramente, es que se reavivaron los restos que quedaban del miércoles", considera Pérez, que califica la situación de "brutal". Afortunadamente, esta familia no sufrió pérdidas materiales. Tampoco hubo viviendas amenazadas por el fuego en esta zona, puesto que el viento empujó las llamas en la dirección opuesta, hacia el litoral. "¿Quién se iba a imaginar que llegaría a las playas? Nadie, nadie. Es un desastre", asegura otra de las vecinas.

Desde Brañalibrel, la lengua de fuego avanzó a gran velocidad, dejando un desastre medioambiental y ecológico tras de sí. Localidades de Boal como Ouria y Vega de Ouria se encuentran totalmente rodeadas de ceniza. "Esto no se va a recuperar nunca más", lamentaba ayer un vecino de esta última localidad, que ha perdido buena parte de su patrimonio en un sólo día.

La estampa que se contempla desde esta zona elevada es desoladora. El horizonte hacia el mar muestra una sucesión de montes negros, abrasados por la voracidad de las llamas. En diferentes puntos aún humean los últimos focos, los puntos calientes que se resisten a ser apagados. El viento y la ausencia de lluvias no favorecen las tareas de extinción, en la que han tomado un peso muy relevante los vecinos y ganaderos de la comarca.