José Antonio Rodríguez era el piloto del helicóptero que sufrió un accidente hace diez años en Móstoles, mientras viajaban en él Mariano Rajoy y Esperanza Aguirre, entre otras personas. Pese a que antes de despegar el piloto advirtió en reiteradas ocasiones que el helicóptero iba demasiado cargado, los políticos se empeñaron en volar y una ráfaga de viento provocó su caída a los pocos segundos de despegar. Rajoy se fracturó un dedo y tuvo una luxación en otro, mientras que Aguirre resultó ilesa. A la larga, quien peor parado salió de aquel siniestro fue el propio piloto, que, "abandonado por su empresa", sufrió una auténtica "persecución" y acabó siendo multado con 90.000 euros, según señaló ayer un gran amigo suyo y colega de profesión, el llanisco Juan José García, con quien el fallecido había quedado para comer precisamente hoy, aprovechando su estancia en el oriente de Asturias, donde trabajaba en el servicio de extinción de incendios.

En el aparato accidentado en Móstoles, un helicóptero de apoyo de las Brigadas Especiales de Seguridad Ciudadana de la Comunidad de Madrid, viajaban en el momento del accidente Mariano Rajoy, Esperanza Aguirre, el entonces alcalde de Móstoles, Esteban Parro; un cámara de Antena 3, el piloto y el copiloto. Era un helicóptero de escasa potencia y el piloto advirtió de que "sobraba gente", pero, al parecer, "los escoltas se empeñaron en que despegara", señaló García.

El helicóptero despegó en la plaza de toros mostoleña y, cuando se encontraba sobre las gradas, giró sobre sí mismo a causa del viento y cayó a escasos metros de la carretera de Extremadura (A-5). Todos los ocupantes salieron por su propio pie del aparato, que quedó sobre el costado izquierdo donde viajaban el alcalde y el cámara. Ambos sufrieron contusiones. Nada grave. El aparato era un helicóptero biturbina, modelo Bell 206 Twin Ranger, de fabricación estadounidense, y había sido contratado a la empresa Helicópteros del Sureste S. A. Contaba con siete plazas y estaba dotado de equipamiento especial para la policía como sistema GPS, equipo de comunicación multibanda, telefonía móvil y megafonía. A raíz de aquel accidente el piloto vivió un auténtico infierno pues, según sus allegados, pagó culpas que no eran suyas.

José Antonio Rodríguez era "muy buena gente", "simpático", "cariñoso" y "un gran profesional", "un máquina", señaló Juan José García. El piloto llanisco, con 30 años de servicio de extinción de incendios, estaba ayer destrozado tras conocer la muerte de su colega. "Es el amigo número cuarenta y nueve que voy a enterrar", señaló tremendamente emocionado García, de 53 años de edad, quien, cansado de funerales de compañeros y amigos, ha decidido que se jubilará el año que viene. "Estoy harto", exclamó.

José Antonio Rodríguez, como el piloto llanisco, se había formado en la Escuela de Pilotos de Cuatro Vientos, en Madrid, en los primeros noventa. En el verano de 1992 comenzó a trabajar en el servicio de extinción de incendios, pero ya antes había sumado decenas de horas de vuelo.