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Hoy es siempre todavía | JING CHIU CHONG CHEUNG, químico asturiano

"Dejé de hablar chino al entrar en el colegio y sé el justo para defenderme en un bazar"

El ganador de las Jornadas Doctorales de la Universidad presentó un proyecto para sacar antioxidantes del maíz y la magaya

Jing Chiu Chong Cheung, en el laboratorio donde trabaja. MIKI LÓPEZ

El químico Jing Chiu Chong Cheung, "un carbayón algo culo moyáu", fue el doctorando que mejor expuso el proyecto que se consideró más interesante -que usa maíz y magaya para la cosmética antiarrugas- en las V Jornadas Doctorales de la Universidad de Oviedo.

-Estoy orgulloso de recibir este premio y entusiasmado por las posibilidades laborales. La empresa en la que trabajo compite desde Llanera con Barcelona y Madrid, los polos de la cosmética española, y tiene una división trabajando en una sustancia para tratar cánceres de piel y de esófago mediante terapia fotodinámica.

-¿De qué trabaja?

-Soy responsable de calidad. La empresa tiene diez trabajadores y me da bastante flexibilidad. En el departamento técnico somos dos químicos y, a veces, algún becario. El equipo es bastante multidisciplinar e internacional, yo incluido. El departamento de aparatología, que hace maquinaria estética, lo llevan dos científicos bielorrusos.

-¿Cómo se siente en su vida personal?

-Totalmente integrado, es como la de cualquier asturiano. Vivo solo en un piso de La Florida. Tengo amigos y no tengo pareja.

Dice ser el primer asturiano nacido de padre y madre chinos. Sus padres proceden de Shenzhen, un pueblo de pescadores que ahora es una gran metrópoli de 10 millones de habitantes, pero partieron desde Hong Kong, donde Lan era obrera industrial y Wing Kei, cocinero.

-Entonces la economía china era tercermundista. Llegaron a Gijón atraídos por un hermano de mi padre. Pero Hong Kong era más cosmopolita. Mi madre conocía los modernos centros comerciales y le sorprendía que la tienda más grande de Gijón fuera Simago. Cuando nací había cuatro familias chinas en Asturias, dos en Oviedo y dos en Gijón. Sólo quedamos nosotros. En 1987 cerró el negocio de Gijón, vinimos a Oviedo y mis padres abrieron La Gran Muralla, en la calle Asturias, hoy el restaurante chino más antiguo de la ciudad. Cuando mis padres se jubilen viajaran más a China, pero quedarán aquí porque hay mejor medio ambiente y tienen amigos.

-¿Fue el chino de la clase?

-Sí. Estudié en el colegio de la Milagrosa y en el Instituto Aramo y entonces no había extranjeros. En el colegio éramos mi hermano, yo y un chico negro, no sé si es correcto que lo diga así. Hasta mediados de los noventa no empezaron a venir emigrantes. Y en Asturias hay pocos.

-¿Le dieron lata por ser chino?

-Ninguna. Incluso si había que interpretar un papel oriental en una función no me lo ofrecían.

-¿Por qué?

-Por la corrección política. Sólo fui pastorcito.

Jing Chiu tiene dos hermanos también estudiantes técnicos superiores, Jing Sian e Isabel. Cuando crecían, sus padres se defendían en español y sabían todos los tacos e insultos, que fue lo primero que les enseñaron los clientes y amigos.

-¿Habla chino?

-Dejé de hablarlo en cuanto empecé en el colegio. Sé el chino justo para que no me timen los vendedores cuando voy al bazar y para insultarlos si lo intentan. Ahora, la segunda generación tiene escuelas para estudiar chino que antes no había.

Sus padres le trasladaron otros criterios de su cultura. Si se prevé la necesidad de un refuerzo en el restaurante, él ayuda y da ejemplo de hermano mayor.

-Trabajar, trabajar y trabajar es lo que me enseñaron mis padres y es lo mismo que dice el rector Gotor, que es químico.

-Al que los doctorandos pusieron colorado en las jornadas de la semana pasada en Mieres.

-Todas las preguntas trataban de financiación y le reprocharon los recortes en la Universidad, de los que no es responsable total porque no tiene poder político.

-Usted mismo tiene problemas de financiación.

-Estoy haciendo la tesis por amor a la ciencia. Tengo mi trabajo en Derline Clinic y hace dos años el grupo de investigación donde desarrollé un máster de Química Analítica me ofreció hacer la tesis a tiempo parcial. Había dinero para hacer un proyecto pero no para contratarme.

Jing Chiu se licenció antes de que entrara el plan Bolonia e hizo el máster para seguir siendo competitivo en el mercado.

-¿A qué aspira?

-A acabar la tesis en dos o tres años, porque la hago a tiempo parcial, y, si es posible, hacer un "spin off", una empresa de transferencia de tecnología de la Universidad con socios industriales o privados y con los investigadores que realizan el proyecto.

-Su proyecto premiado.

-Es encapsular antioxidantes. La cápsula son nanopartículas de zeína, una proteína que se obtiene del maíz. Los antioxidantes podrían ser puros o sintetizados industrialmente, pero preferimos sacarlos de la magaya, ya que estamos en Asturias. La magaya, el residuo de prensar la manzana, es un desecho industrial que se usa para alimentar ganado o para abono. La conocí cuando estaba haciendo prácticas en nutrición animal y forraje en el Serida, en Villaviciosa. Cada año, todo el mundo contribuye a que aumente la producción de sidra y, con ello, de magaya.

-¿Usted también?

-Sí.

-¿Merece la pena su idea?

-Si concluimos la investigación como hasta ahora, sí. La parte económica no está estudiada. Debería ser rentable porque partimos de un residuo. A una gran empresa sidrera podría interesarle extraer los antioxidantes y vender ese ingrediente activo a una empresa de cosmética.

-¿Los antioxidantes sirven para algo?

-Muchos estudios dicen que sí y ahora a la cosmética se le exigen parámetros científicos cercanos a la farmacia. En el proyecto pretendemos que, además, los antioxidantes se liberen poco a poco y se dosifiquen mejor.

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